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DUDA RAZONABLE

Una que AMLO podría aprender de Salinas

En octubre de 1992, a un mes de las elecciones entre George Bush y Bill Clinton, a petición del entonces presidente de Estados Unidos, Carlos Salinas asistió a una ceremonia protocolaria del TLC, sin valor oficial, con Bush y Brian Mulroney en San Antonio, Texas.

En noviembre ganó Clinton y dijo que no entraría en vigor el Tratado sin una revisión a temas laborales y ecológicos.

Yo era corresponsal de Proceso en Washington y sabía que el equipo de Clinton había cortado comunicación con Salinas desde el evento de octubre y que ya estaban molestos desde otra visita de Salinas en julio, como lo contó hace poco Javier Garza en The Washington Post; pero a finales de noviembre me enteré de que José Córdoba Montoya había conseguido que lo recibiera para almorzar Sandy Berger, jefe del equipo de transición en Seguridad Nacional de Clinton.

Lo conversé con mi colega Dolia Estévez, entonces corresponsal de El Financiero, quien consiguió el lugar de la reunión.

Llegamos unos minutos antes al restaurante Mont Pellier, preguntamos qué mesa tenían asignada y nos ubicamos cerca. Escuchamos toda la reunión. Yo tomé apuntes sobre un ejemplar del Washington Post. Córdoba pidió que se aprobara el Tratado como estaba, para México era urgente y necesario. “Para nosotros los tiempos son muy importantes”, dijo e invitó a Clinton a Monterrey.

Berger le preguntó por la reunión de San Antonio insinuando que habían entrado en el juego electoral de Bush; preguntó sobre narcotráfico en México y no se comprometió a nada sobre el TLC. Respondió que si se veían antes de la toma de posesión sería en EU o a lo mejor con una declaración de Clinton sobre México bastaba.

Dolia y yo mandamos notas a nuestros medios. La ratificación del TLC se retrasó un año más por la negociación de acuerdos paralelos en medio ambiente y lo laboral. Meterse en elecciones ajenas cuesta.

La noche de cierre de Proceso, Fernando Gutiérrez Barrios se apersonó en la revista para pedirle a Julio Scherer, a nombre de Salinas, que no publicara la nota. Así le respondió Scherer: “Existe una fórmula, don Fernando, que garantiza la buena relación entre personas que se estiman: no solicitar de la contraparte algo que no deba hacer. Le suplico sea mi abogado ante el señor Presidente”.

Otra lección. La crónica del almuerzo fue portada del número 839 del semanario.

@puigcarlos

Ámbito: 
Nacional