Elección intermedia
¿Cuál es la apuesta política del gobernador en la contienda del 2021?
Hace poco más de dos años Cuauhtémoc Blanco ganó la elección en Morelos; lo hizo contra todo: contra el gobierno de Graco Ramírez, contra el órgano electoral y su presidenta, contra el resto de los partidos políticos e incluso contra una corriente importante de Morena. Veinticuatro meses más tarde el ex seleccionado nacional se prepara para su primera elección como jefe del ejecutivo, la que se considera una votación para calificar el desempeño de su gobierno. ¿A qué le apuesta el gobernador?
Los primeros 24 meses de mandato del americanista han transcurrido muy rápido, con altibajos y momentos de extrema tensión. Desconozco qué esperaba Blanco Bravo de la gubernatura, pero estoy seguro de que nunca supuso que su experiencia como jefe de gobierno en el estado sería tan virulenta, tan estresante y con tantos contratiempos.
En tan solo dos años al gobernador le ha tocado vivir momentos de mucha tensión derivados la seguridad: asesinatos de alto impacto, fugas y motines en el penal, balaceras, multihomicidios, asaltos y secuestros.
La violencia derivada de la inseguridad ha sido constante desde el primer día de su gestión, está presente en todas las regiones de la entidad, afecta a todos los alcaldes y pega de lleno a todos los sectores de la población. Su gobierno mismo ha sido objeto de agresiones y en distintos momentos algunos personajes centrales de su administración fueron señalados por el crimen organizado.
Otro punto álgido con el que ha tenido que lidiar el mandatario es la política. Al inicio, con un congreso totalmente de su lado, tomaron malas decisiones y eligieron mal a sus aliados, de ahí derivó la formación de grupos dentro del parlamento, un bloque opositor que abiertamente lo ha combatido y problemas en todos los trámites del ejecutivo que pasan por la cámara de diputados.
Si bien es entendible que el problema delincuencial es un asunto añejo y heredado por otros gobiernos, la conflictividad política es un problema atribuible al equipo del gobernador. Cuauhtémoc Blanco no es un experto en la materia, ni está familiarizado con los actores de poder locales, pero se supone que quienes están a su lado en esas áreas deberían estarlo y llevar a cabo una permanente labor de diálogo, de conciliación y de acuerdos con todos los sectores para mantener la gobernabilidad. Evidentemente no ha sido así.
El tercer factor que ha complicado la marcha de la administración es el financiero: Morelos es un estado en quiebra, con finanzas lastimadas y participaciones federales comprometidas. Todo esto fue ocasionado por el gobierno anterior, el de Graco Ramírez, quien de manera alevosa endeudó al estado y postergó el pago de los créditos hasta la siguiente administración, la que hoy gobierna.
El manejo de la hacienda estatal es un punto clave en cualquier régimen; ahí radica un punto determinante para la estabilidad, de ello depende que las administraciones no colapsen y que, en el caso de Morelos, las deudas no detengan la marcha del estado. Con dinero se puede hacer política, pero no se debe politizar el manejo del dinero.
Con estos tres puntos a cuestas han transcurrido los primeros dos años de Blanco Bravo; los mejores, los más sencillos, donde el mandatario goza de simpatía y utiliza el bono democrático que le dejó la elección. El primer tercio de un gobierno es siempre el más cómodo porque se controla todo, porque se goza de una alta popularidad y la gente simpatiza con el gobernante. Hablo de lo que solía ocurrir en el pasado
En un par de meses iniciará formalmente el proceso electoral en el país, en lo que corresponde a Morelos toca la renovación de los ayuntamientos, del congreso local y de los representantes en el Congreso de la Unión. El panorama para la siguiente elección no deja dudas de lo que veremos: la conflictividad que ha prevalecido en estos primeros años será el ingrediente principal de la contienda y en ese barco se subirán todos los candidatos que no sean afines al gobernador; es decir, la mayoría.
Aquí vale la pena resaltar un punto importante: la semana pasada el presidente de México vino a Morelos y reiteró por enésima ocasión su apoyo a Cuauhtémoc Blanco; el respaldo no se quedó solo en el apapacho personal al ídolo, se transformó en una exoneración total de todos sus acompañantes y la conclusión de un plumazo de la investigación que la Unidad de Inteligencia Financiera realizaba en la entidad.
Ese momento fue bueno para el gobernador, pero llenó de arrogancia a su equipo; una muestra más de apoyo, presumen algunos, como si el dicho del presidente acabara con todos los problemas de la agenda estatal.
Recordemos lo ocurrido en el sexenio pasado, también en el segundo año de mandato: Graco Ramírez enfrentaba una dura crítica local y nacional por las fosas clandestinas de Tetelcingo, la mirada del país y de diversos organismos internacionales apuntaron a Morelos; el jefe del ejecutivo se convirtió en un personaje severamente señalado en el debate político y muchos lo acusaron de asesino y de protector de asesinos. Entonces vinieron el presidente y el secretario de gobernación, ambos exoneraron a Graco Ramírez, aplaudieron su actuación y lo describieron como un mandatario ejemplar. La exoneración presidencial le quitó presión nacional, pero hizo que se desbordara el ánimo local en su contra.
Entendamos algo: aunque los problemas federales son importantes y en algún momento pueden ser claves en el futuro de una administración, la agenda estatal es la que determina el triunfo o la derrota de un régimen. Siempre importa el respaldo del presidente de México a un gobernador, pero de nada sirve si las cosas en su estado andan de cabeza.
Regresemos a la pregunta inicial ¿Qué buscará el gobernador en las próximas elecciones? Y no caigamos en el cliché de quienes se dicen garantes de la democracia; hablando de política real sabemos que un gobernador se juega mucho en cada elección y por ello siempre opera para ganar.
El fracaso de la reforma electoral (un yerro más del equipo político de Cuauhtémoc Blanco) dejó al mandatario sin la posibilidad de ir en alianza con Morena y prácticamente le cerró el acceso a Cuernavaca; en la mesa queda la lucha por el control parlamentario, pero también ahí la torpeza de sus operadores complica el escenario, porque su partido deberá tener candidatos propios y ganar con sus propios recursos, lo cual vistos los números de las encuestas es casi imposible.
No es sencillo desde ningún ángulo el panorama para Cuauhtémoc Blanco: la siguiente jornada electoral la vivirá con un máximo de tensión porque de nueva cuenta competirá contra todos, solo que en esa ocasión no viajará en el autobús de Morena, ni portará la camiseta de verdugo de Graco.
Esto es lo que deberían estar analizando en el equipo del gobernador en lugar de andar festinando un apoyo presidencial que no estabiliza las cosas en Morelos. La política es un ejercicio de diálogo permanente, de comunicación diaria, de consensos continuos y negociación cotidiana. La arrogancia y el exceso de confianza se paga muy caro.
Dos años de aislamiento político y malos consejos ha dejado al régimen sin aliados y con muchos enemigos; esa burbuja política convirtió a un personaje carismático y querido por la gente en un político como cualquier otro.
Los números no son casuales, ni tampoco son culpa total del desempeño institucional; es más, personalmente considero que las bajas calificaciones que recibe el futbolista y las permanentes críticas de que es objeto, son resultado de la actitud de su equipo, de las fallas de sus operadores y del mal manejo de su agenda.
Hay una persona muy cercana a Cuauhtémoc Blanco que entiende de política, que ya ejerció el poder al mismo nivel y que debería ayudarle más a advertir los escenarios que se avecinan. Quienes hoy cometen los errores se lavan las manos echando culpas a otros; mañana, cuando vengan las consecuencias, nadie estará al lado del gobernador, excepto su familia.
El gobernador necesita ayuda.
posdata
A lo largo de la pandemia el alcalde capitalino Antonio Villalobos tuvo un buen manejo de la crisis; fue el único alcalde que se asesoró con expertos y los incluyó en un comité de toma de decisiones, también fue el único que dialogó permanentemente con los sectores productivos y el primero en tomar acciones preventivas.
Por muchas razones el edil de Cuernavaca fue referencia para otros ayuntamientos y sin pretenderlo se convirtió en la punta de lanza de la crisis y por momentos hasta en el abanderado político del resto de los presidentes municipales.
Todo iba bien hasta la semana pasada, cuando repentinamente decidió, con el aval de todo su cabildo, autorizar la reapertura económica de la ciudad. La orden fue anunciada y obedecida y a lo largo de esta semana casi todos los sectores productivos han reabierto sus puertas.
El timing es lo que falló a Antonio Villalobos; la apertura era necesaria y había mucha presión para que se aprobara, pero el momento en el que se abren las puertas es el más crítico de la pandemia: cuando hay más enfermos y muertos. ¿No advirtió eso su comité Covid-19?
Entiendo la difícil situación de Villalobos y trato de ponerme en sus zapatos para dimensionar lo que lo llevó a actuar así; pese a ello no puedo más que externar mi preocupación por el momento en que se da luz verde a la movilidad y sobre todo por las consecuencias que pueden venir después de ello.
La decisión del alcalde, dicho sea de paso, dio pie a que por todos lados lo atacaran, para que lo culparan de lo que aún no sucede (y esperemos que no pase) y hasta lo tildaran de asesino.
Es parte del juego de la política, estamos en la pretemporada electoral. Igual que le pasa hoy a Villalobos, les pasará mañana a todos los que vayan a campaña o estén detrás de un proyecto electoral. No es lo ideal, pero es lo que pasa.
nota
Los tiempos que se avecinan serán complejos para todos: para quienes regresan a las actividades normales en la iniciativa privada, tratando de mantener a flote sus negocios, salvaguardando hasta donde sea posible la fuente laboral; para los profesionistas independientes que reanudarán labores luego de varios meses; y para el ciudadano que escucha que ya se puede salir, pero observa que el semáforo sigue en rojo y el peligro es latente.
También para las autoridades vienen tiempos complejos: todo lo anterior repercutirá en ellos, la situación provocará molestia, habrá inconformidad y se multiplicarán los reclamos; ningún gobierno es capaz de atender las necesidades de toda la gente, pero de la manera como se enfrente la situación y se muevan las instituciones depende el grado de golpeteo que recibirán.
Entendamos algo: para las instituciones públicas la comunicación es clave en estos momentos de crisis, se requiere informar todos los días, anticipar reclamos y aclarar permanentemente las dudas. Lo que no puede hacer la comunicación es solucionar problemas; eso no es posible nunca por esta vía, en ninguna circunstancia.
Quien piense lo contrario está equivocado.
post it
Extraña, por decir lo menos, fue la explosión en un departamento de la unidad habitacional de la 24 Zona Militar. El reporte oficial dice que fue un estallido causado por una fuga de gas, pero las imágenes hacen pensar que se trató de algo diferente.
Los daños, la onda expansiva y la ausencia de fuego, entre otras cosas, contradicen la versión oficial.
Más que saber qué fue lo que explotó, me queda la duda de porqué la Sedena parece querer ocultar lo que realmente sucedió.
redes sociales
En los nuevos tiempos de la política, los festejos duran muy poco. Siempre ocurre algo que echa a perder la fiesta.
Al tiempo.
Comentarios para una columna optimista: