ATENTADO: TODOS SABÍAN
El atentado contra el secretario de Seguridad Ciudadana de la Ciudad de México, el morelense de nacimiento Omar García Harfuch, dejó al descubierto una terrible realidad que durante muchos años se pretendió ocultar: la existencia de cárteles de la droga en la capital del país. Pero también –como seguramente trascenderá en los próximos días a medida que avancen las investigaciones- evidencia la infiltración que tiene
el crimen organizado en prácticamente todas las corporaciones policiacas.
Como ya es del dominio público, los hechos ocurrieron alrededor de las 06:38 horas de este viernes entre la avenida Paseo de la Reforma y Sierra Madre, con saldo de tres muertos (dos escoltas y una
mujer totalmente ajena al hecho) y siete heridos.
Antes que ninguna autoridad lo hiciera oficial, fue el propio agredido el que culpó del ataque al Cartel Jalisco Nueva Generación (CJNG) a través de su cuenta de Twitter. “Esta mañana fuimos cobardemente
atacados por el CJNG, compañeros y amigos míos perdieron la vida, tengo tres impactos de bala y varias esquirlas”, dice su mensaje, sin que se sepa a ciencia cierta si él lo escribió personalmente o le pidió a alguien más que lo hiciera, ya que él resultó herido de un brazo.
Como ya se ha publicado en todos los medios de comunicación, para el atentado en contra de Omar García Harfuch, los sicarios contratados por José Armando “N”, alias “El Vaca”, utilizaron un arsenal
consistente en 5 rifles Barret .50, 1 lanzagranadas, 7 granadas, 35 armas largas, 8 pistolas, 39 chalecos, 51 bombas molotov, 96 cargadores, 2 mil 800 cartuchos, 1 inhibidor de señales, para lo cual
requirieron un camión de 3.5 toneladas a la que le pintaron las siglas de Grupo Carso, así como dos suburban y varios vehículos compactos.
¿Cómo pudieron mover todo este arsenal, vehículos y hombres para perpetrar el ataque contra el jefe de la Policía de la Ciudad de México? No lo podrían haber hecho sin la colaboración de gente
de la SSC pagada por el CJNG (asumiendo como cierta la aseveración de García Harfuch).
¿Cómo supieron el trayecto diario del jefe policiaco?
¿Cómo supieron la hora en que saldría ese día? Obvio que requirieron de varios espías disfrazados de ciudadanos comunes, pero también forzosamente tuvieron que contar con el apoyo de
policías.
Tras este lamentable hecho es imposible no compararlo con el asesinato del entonces subprocurador de Delincuencia Organizada de la Procuraduría de Justicia de Morelos, Andrés Dimitriadis
Juárez, quien no contó con la misma suerte que García Harfuch y murió junto con sus dos escoltas el 23 de octubre del 2008.
Una investigación periodística (que nos hizo acreedores al Premio Estatal de Periodismo 2010) sacó a relucir que esa noche prácticamente todas las corporaciones policiacas sabían que iba a ser
asesinado el servidor público porque así lo había ordenado el jefe de plaza de la organización de los Beltrán Leyva, apodado “El Borrado”.
Un policía ministerial avisó cuando el vehículo oficial (un auto compacto cualquiera) del subprocurador salió de las instalaciones de la PGJE en la avenida Emiliano Zapata. De inmediato “se le
pegó” una camioneta Ecosport color rojo que estaba esperando en la calle Tabachin, frente al edificio de la dependencia y los siguió por Colegio Militar hasta tomar la autopista.
Dos vehículos más se incorporaron a la persecución kilómetros adelante, de tal manera que cuando llegó al entronque con la avenida Diana ya eran tres los que lo perseguían, de tal manera que no hubo
forma de escapar. Los alcanzaron unos 200 metros adelante y los masacraron. Se encontraron más de 200 casquillos de AR-15 y “cuernos de chivo”.
Las declaraciones ministeriales de algunos policías municipales que fueron detenidos años después, dejaron en claro que prácticamente todas las corporaciones policiacas, el Ejército y la Policía
Federal, estaban en una “narconómina” que pagaba mensualmente Arturo Beltrán Leyva, quien vivía en Morelos hasta diciembre del 2009 en que fue acribillado por los marinos en las Torres Altitude.
Por eso es que ninguna corporación detectó las tres camionetas con sicarios armados que estaban “campaneando” al subprocurador de Delincuencia Organizada desde días antes, y todavía se tardaron
varios minutos en llegar al lugar de la balacera.
Sólo unos despistados motociclistas de la Policía de Tránsito de Cuernavaca llegaron cuando las armas de los sicarios estaban todavía humeantes.
Vieron impávidos cómo abordaban sus vehículos y se alejaban tranquilamente. Entre los sicarios iban policías municipales en activo, lo que quizás fue el motivo por el que no los mataron también
a ellos.
Es por todo lo anterior que llegamos a la conclusión de que el pasado viernes, policías, comandantes y hasta directivos de la SSC-CDMX sabían que esa mañana iban a matar a su jefe, lo que irá
saliendo a la luz en la medida en que los sicarios detenidos (19 hasta hoy) decidan soltar la lengua.
Y ojalá que conforme avancen las investigaciones podamos encontrar respuesta a diversas interrogantes que se ciernen sobre este hecho.
¿Por qué querían matar a Omar García Harfuch?
Si ya habían logrado que se detuviera la camioneta blindada, y los escoltas estaban muertos ¿por qué no lo remataron? De ahí se desprende la interrogante de si realmente querían terminar con su vida
o sólo enviarle un mensaje.
¿Por qué Omar García Harfuch se apresuró a culpar al CJNG del atentado en su contra? ¿Hubo una advertencia antes? ¿Qué pedían a cambio de no atentar con su vida?
Actualmente en los medios de comunicación y las redes sociales hay todo un debate sobre este joven policía que dice haber nacido en Cuernavaca pero que no existe registro de ello. Ya están mencionando
aspectos como que su abuelo fue jefe militar durante la represión del 68, que su padre encabezó la desprestigiada Dirección Federal de Seguridad (DFS), y que un medio hermano al que mataron estaba
ligado al narco en Guadalajara. Lo peor: que fue subordinado del hoy enemigo número uno de México, Genaro García Luna.
Desde nuestro punto de vista Omar García Harfuch no debe ser enjuiciado mediática ni políticamente por lo que hicieron sus familiares, y tampoco creo que alguien deba quedar estigmatizado por
haber trabajado con alguien.
Lo que sí se debe investigar es por qué lo quisieron matar. No olvidemos que antes de aceptar ser el titular de la Seguridad Pública de la capital, recibió una oferta del gobierno de Jalisco (que encabeza
el tenebroso Enrique Alfaro) para hacerse cargo de la Policía de esa entidad, cuna del cartel que encabeza Nemesio Oseguera alias “El Mencho”, ofrecimiento que rechazó.
Pero una investigación no puede ser objetiva si ya el jefe del ejecutivo federal, y la jefa de gobierno de la Ciudad de México, dieron por hecho que García Harfuch es “el héroe” de esta historia, que
está más interesante que una de las narcoseries de Epigmenio Ibarra.
HASTA MAÑANA.