El atentado
• México necesita una estrategia de Estado, producto de consensos políticos.
El intento de asesinato del secretario de Seguridad Ciudadana de la capital, Omar García Harfuch, por parte del Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) —acto en el que murieron dos miembros de su equipo de seguridad y una joven mujer que iba pasando por el lugar— dejó al desnudo una serie de hechos:
1) La capacidad de logística y de fuego del crimen organizado en México. Más allá de que haya fallado en su cometido, el CJNG realizó un reto al Estado mexicano, en pleno corazón del país, contra uno de los funcionarios que mayores éxitos ha tenido en combatirlo. Se atreven a todo y no temen a nada. Tienen armas y tienen gente. Es un alivio para todos los mexicanos que los sicarios hayan fallado, pero murieron tres personas y García Harfuch salvó la vida por el blindaje de su camioneta y la rápida reacción de su aparato de seguridad y aun así se llevó tres balazos.
2) La necesidad de invertir más y poner mayor atención en labores de inteligencia. Si bien es cierto que la amenaza contra García Harfuch y otros servidores públicos había sido detectada —y ello llevó, a decir del presidente Andrés Manuel López Obrador, a que el jefe policiaco viajara en un “vehículo más resistente” y “anduviera más precavido”—, no se alcanzó a evitar el atentado, como sí sucedió en 2008 con un plan para asesinar a José Luis Santiago Vasconcelos, entonces subprocurador Jurídico de la PGR.
3) Las diferentes visiones que coexisten en el oficialismo sobre el fenómeno delincuencial que azota al país. Mientras el Presidente sigue creyendo que la pobreza es el principal motor de la criminalidad y que ésta se terminará con el apoyo que su gobierno da a los jóvenes y con llamados a que “nos portemos bien”, el funcionario que sufrió el ataque dice que “hay que continuar haciéndole frente a la cobarde delincuencia organizada”, como tuiteó desde el hospital antes de entrar al quirófano.
4) Si bien es cierto que las autoridades mexicanas llevan un cuarto de siglo con más fracasos que éxitos en la lucha contra el crimen organizado —incluyendo lo sucedido en lo que va de esta administración federal—, algunas cosas sí se han hecho bien. Hay que destacar, entre ellas, la formación de un elemento como García Harfuch, quien, pese a su juventud, es un destacado funcionario, especializado en el ámbito de la seguridad pública. Desde 2008 se formó en la Policía Federal, esa institución que se desmanteló este sexenio, como se han desmantelado muchas cosas sólo porque se crearon en “el pasado”. Varios gobiernos estatales se disputaron sus servicios hasta que fue reclutado por el de Claudia Sheinbaum.
5) Lo anterior lleva a otro punto. México necesita una estrategia de Estado, producto de consensos políticos, para hacer frente al reto del crimen organizado. Hasta ahora ningún gobierno ha podido con él. Sin embargo, en la lista de éxitos relativos y en la de fracasos evidentes hay lecciones que debieran ser asimiladas y convertidas en políticas públicas. El atentado del viernes es una obvia escalada por parte del crimen organizado. No olvidemos que éste sucedió en una zona donde hay muchas sedes diplomáticas y residencias de embajadores. ¿Qué habría pasado si una bala perdida llega hasta alguna de ellas?
6) El hecho de que la autoría del ataque haya sido del Cártel Jalisco Nueva Generación —como dio a conocer el propio García Harfuch— pone de relieve el trato diferenciado que este gobierno ha tenido para las dos principales organizaciones delictivas del país. Este año, el gobierno federal ha intensificado sus acciones contra el grupo de Nemesio Oseguera, mientras que en el caso de los rivales, el Cártel de Sinaloa, ha habido hechos que, si no constituyen preferencia, pueden dar la impresión de serlo. Digamos nada más que, en octubre pasado, el Presidente ordenó la liberación de Ovidio Guzmán, hijo de El Chapo, quien había sido detenido en Culiacán y quien no ha sido reaprehendido; y cuatro meses después extraditó al hijo de El Mencho, apenas el segundo de una lista de once presuntos criminales requeridos por Estados Unidos. Si bien el mandatario dijo el sábado que no haría declaraciones de guerra, ¿quién quita que el CJNG tome eso como tal?