Y Peña Nieto ¿cómo durmió?
Ha sido claro desde hace dos años, cuando ganó la elección presidencial y después desde Palacio Nacional, que el presidente López Obrador ha sido más bien cauto, respetuoso con Enrique Peña Nieto.
Cuando habla del pasado reciente, esa época del neoliberalismo a la que dedica tantos minutos cada mañana, cada mitin, por alguna razón parece saltarse los seis años que le precedieron. Es raro, además, porque siendo la corrupción el tema del sexenio, dicho por él, el que más le obsesiona, pues vaya sexenio el que obvia.
Es cierto también que, aunque él ha dicho que no denunciará a Peña Nieto y hace poco, cuando se filtró una nota que Función Pública estaba investigándolo, dijo que en el Ejecutivo no se estaba investigando a Peña, ha repetido que las investigaciones abiertas se sigan. Y siempre complementa con el raro asunto, ese de las consultas para juzgar ex presidentes del “periodo neoliberal”.
Ayer, el fiscal Alejandro Gertz hizo un anuncio que podrían cambiar esta parte de la narrativa de la autonombrada 4T.
El primero y creo, más relevante, es que Emilio Lozoya ha decidido cooperar con la investigación sobre la corrupción relativa a los casos Odebrecht y la compra de la planta de Agro Nitrogenados. Eso significa que no peleará la extradición y que pronto estará en México. No tenemos detalles de lo hablado entre la Fiscalía y Lozoya: qué contará y entregará a las autoridades, a cambio de qué beneficios en la sanción; solo sabemos que su abogado, Javier Coello, no estuvo de acuerdo y abandonó su defensa.
Pero también por Coello sabemos del alegato que Lozoya “es inocente”, y en caso de no serlo “él no se mandaba solo”.
Sabemos también por investigaciones periodísticas que, de ser cierto, el asunto Odebrecht comenzó durante la campaña de Enrique Peña Nieto —lo cual provoca líos para la Fiscalía sobre la configuración del delito, pero eso es para otro día—; de probarse esa acusación, y más con la ayuda de Lozoya, pegaría en el centro de la legitimidad del ex mandatario.
La decisión de Lozoya puede significar que se termine la vida, medianamente tranquila, que hasta hoy tenían el ex presidente Peña y otros pesos pesados de su sexenio. Si no, sería difícil entender, y más difícil de vender, al menos políticamente, el acuerdo con el ex director de Pemex.
@puigcarlos