La visita
La próxima semana, Andrés Manuel López Obrador se convertirá en el decimosegundo Presidente de México en ser recibido en la Casa Blanca desde que Miguel Alemán visitó allí a Harry S. Truman en la primavera de 1947.
A lo largo de 110 años de historia, los mandatarios mexicanos han estado 35 veces en Estados Unidos para entrevistarse con su homólogo del vecino país, mismo número de veces que los presidentes estadunidenses han venido a México con el mismo propósito. En otras siete ocasiones, las reuniones se han realizado en un tercer país.
Cinco de esos encuentros han sido a visita recíproca, en una misma semana o incluso un mismo día, en uno y otro lado de la frontera. Fue el caso del primero de ellos, entre los presidentes Porfirio Díaz y William Taft, celebrado el 16 de octubre de 1909 en Ciudad Juárez y El Paso.
Los presidentes que más veces se reunieron fueron Carlos Salinas de Gortari y George H. W. Bush. Fueron once veces en total, nueve en Estados Unidos, una en México y una en Francia.
Donald Trump vino a México como candidato presidencial, el 31 de agosto de 2016, una visita que resultó polémica en extremo por el trato de jefe de Estado que indebidamente le dispensó el presidente Enrique Peña Nieto. Seis meses después, éste canceló un viaje a Washington por diferencias sobre la construcción del muro fronterizo, aunque ambos presidentes se verían en 2017 en Hamburgo y 2018 en Buenos Aires. Esa última vez firmaron, junto con el primer ministro canadiense, Justin Trudeau, el nuevo tratado comercial de América del Norte, el T-MEC.
En el caso de López Obrador, la reunión en la Casa Blanca será su primera salida al extranjero desde que tomó posesión como Presidente de México.
La visita, oficializada la tarde del martes por el canciller Marcelo Ebrard, ha recibido cuestionamientos en México por parte de especialistas y veteranos del cuerpo diplomático, pues se ha considerado que el hecho de que ocurra en el marco de la actual carrera presidencial estadunidense –en la que Trump busca la reelección– puede prestarse a un uso político por parte de éste.
Quienes sostienen eso recuerdan los encuentros entre Salinas y Bush, de julio y octubre de 1992, que enturbiaron la relación entre el gobierno de México y el equipo del candidato demócrata Bill Clinton, quien resultó ganador de la elección de ese año.
López Obrador, quien se ha dicho dispuesto a correr ese riesgo, sostiene que la visita tiene sólo dos propósitos: dar el banderazo de salida al T-MEC, que entró en vigor ayer, y agradecer a Trump la ayuda que ha dado a México para enfrentar el covid-19.
Si bien el encuentro se planteó como trilateral, al momento de escribir estas líneas no estaba claro si asistiría Trudeau, aunque ayer el canciller Ebrard afirmó que “celebraríamos mucho que estuviera”.
Solos o acompañados, Trump y López Obrador se verán las caras el miércoles de la próxima semana, en lo que será la reunión número 73 entre los presidentes de México y Estados Unidos.
Veremos si el lenguaje corporal logra reflejar las palabras positivas que ambos han tenido por el otro.
BUSCAPIÉS
No entiendo el propósito de los informes trimestrales de López Obrador. Fuera de ser un pretexto para ocupar el espacio público, más allá de sus conferencias diarias, no sirven de nada. No ayudan al ciudadano porque no son actos de rendición de cuentas ni de transparencia –suelen ser una repetición de lo que dice en las mañaneras–, pero tampoco parecen ayudar a la imagen del Presidente. En marzo, su equipo permitió que apareciese solo en el gran Patio Central del Palacio Nacional. Ayer, en el antiguo recinto del Congreso, donde se aprobó la Constitución de 1857, se desperdició el escenario con una pésima iluminación, dejando al gabinete en la penumbra; y, peor aún, se colocó a un lado del mandatario, orador único, una silla vacía que generó toda clase de interpretaciones. A mí me hizo recordar la canción I am… I said de Neil Diamond: “Yo soy, dije yo / A nadie allí / Y nadie escuchó nada / Ni siquiera la silla”.