Visita cumplida
Creo que no le ha ido tan mal al presidente López Obrador en su visita a la Casa Blanca como algunos creíamos.
Creo, de hecho, que estaba yéndole muy bien hasta que abrió en su discurso los párrafos finales, dedicados a agradecer al presidente Trump las increíbles cosas que le agradeció.
Son 536 palabras en las que el Presidente mexicano hizo el elogio más encendido y obsecuente que haya hecho ningún Presidente mexicano sobre un presidente estadunidense y sobre el estado de la relación bilateral.
En esas 536 palabras, el Presidente mexicano alcanzó a comparar el momento actual de las relaciones de México y de Estados Unidos con los tiempos de Lincoln y Juárez, y de Lázaro Cárdenas y Franklin D. Roosevelt.
Alcanzó a decir que, durante su mandato, Trump no había tenido para él y para México sino “comprensión y respeto” y que era “cada vez más respetuoso con nuestros paisanos”.
Alcanzó, por último, a comparar a Trump con George Washington, pues, al menos con México, dijo, Trump no ha seguido la Doctrina Monroe (que no existía en tiempos de Washington), sino el sabio consejo washingtoniano de “no aprovecharse del infortunio de otros pueblos”.
Todo, para terminar agradeciéndole a Trump, en las últimas 50 palabras, que no haya “pretendido tratarnos como colonia”, sino que haya honrado “nuestra condición de nación independiente”, tratando a México siempre con “gentileza y respeto”.
El problema con este Trump que trata cada vez mejor a los mexicanos, que no le impone nada a México y que es a López Obrador lo que Lincoln a Juárez y Roosevelt a Cárdenas, es que es un Trump virtual, cuyas gentilezas y respetos no les constan a los mexicanos ni de aquel lado de la frontera ni de este.
Quizá la visita hubiera podido saldarse con mejor efecto allá y acá, ahorrándose esas 536 palabras de elogios y agradecimientos encendidos, para generosidades y respetos inexistentes.
Sin esas 536 palabras y lo que ellas revelan del trato entre nuestros actuales presidentes, el mexicano habría regresado con mejores resultados de Washington. Pero quizá esas palabras eran precisamente el precio a pagar en la visita.