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SERPIENTES Y ESCALERAS

¿Políticos o ciudadanos?

Desde que se dio el primer cambio de régimen político en México hemos escuchado la misma frase: gobiernos ciudadanos. Una y otra vez algunos de quienes han pedido el voto popular han dicho que no son políticos y en repetidas ocasiones el electorado ha optado por figuras distintas u opuestas a las de siempre, ajenas a la vida partidista, sin experiencia en el servicio público; esas personas han representado la esperanza de un pueblo constantemente engañado. Veinte años más tarde seguimos entrampados en los mismos problemas y en ocasiones hemos visto que los “ciudadanos” resultaron peores que los políticos. ¿A qué debemos apostar en el futuro?

La democracia en México ha evolucionado más rápido que la capacidad de análisis de la gente; el país ha invertido cientos de miles de millones de pesos en fortalecer una institución electoral independiente que nos garantice que el voto se respeta y se destinan anualmente millones de pesos en sueldos, infraestructura e inversión tecnológica que respalde nuestra confianza.

La de México es una de las democracias más caras del mundo, pero también una de las más cuestionadas por los ciudadanos; a pesar de las toneladas de dinero invertido y de que para garantizar la confiabilidad de nuestros institutos electorales tenemos que generar productos con más candados de seguridad que algunas monedas del mundo (las credenciales con fotografía, por ejemplo), muchas personas siguen sin creer en ellos y cada tres y seis años se habla de fraude.

El debate antes, durante y después de cada elección se ha convertido en una extensión de las campañas; algunos cuestionan a los organismos electorales y a sus miembros, otros denuncian actos parciales o ilegales cometidos desde las instituciones y algunos más recurren a las impugnaciones post electorales como una herramienta de negociación cuando ya perdieron.

A nadie le queda duda que desde que hace algunos unos años, cuando se reformaron los organismos electorales y se apostó por una estructura más “ciudadana”, la confianza y credibilidad ganada por el IFE y el IEE (hablando de Morelos) se vino abajo. El cambio a la ley electoral y la renovación de sus integrantes quedó lejos de ser ciudadana y se convirtió en una burda repartición de poder político y partidista.

Es claro que la fiabilidad de los organismos electorales siempre estará en entredicho por la incapacidad profesional de sus integrantes, sus relaciones de poder, sus intereses políticos, la intervención de los gobiernos y la influencia de los partidos. La democracia mexicana es sumamente cara y muy poco efectiva.

Aún así hay un punto que debemos observar en el contexto electoral que en unas semanas volverá a iniciar. La desconfianza pública en las instituciones políticas mexicanas es solo una parte del problema que enfrentamos como nación; lo otro, lo que realmente nos ha convertido en un país en conflicto permanente con gobiernos y representantes populares ineficientes, es nuestra torpeza al momento de elegir a los gobernantes.

Siempre es más sencillo justificar los errores propios descargando culpas en los demás; es más fácil asumir que México o Morelos son entidades llenas de problemas con gobiernos fallidos a causa de los políticos, de los partidos o de alguien más, sin detenernos a pensar en la manera como cada uno de nosotros hemos contribuido a genera el mar de problemas que nos ahoga.

Lo pongo de esta manera: más allá de la operatividad de los organismos electorales o de la prostitución de los partidos, está la decisión personal de votar por alguien solo por el hecho de que nos cae bien, de que parece distinto a los demás, de que se ve bonito o porque nos prometió partirle la madre al otro. Cuando alguien nos dice que es ciudadano y no político, inmediatamente nos parece una buena idea votar por él.

Los estrategas electorales encontraron un nicho de votos en el concepto “ciudadano” y a partir de ahí construyeron o reconstruyeron historias de candidatos de todos los colores; una y otra vez nos ofrecen figuras ajenas a la política y distantes de la actividad pública como si esto fuera una garantía de buenos resultados o como si la inexperiencia fuera una buena razón para votar. Pocas veces, ninguna en los últimos años, hemos reparado en el discurso político, en su contenido, pero sobre todo en los resultados que han dado aquellos a quienes les hemos entregado nuestra confianza.

Los partidos han hecho su parte y les ha funcionado: fueron los pescadores y el anzuelo utilizado ha sido un cliché o frases simples que el votante no razona, solo muerde porque les parece atractivo. “No es político… es mujer… es el más guapo… es empresario… es rico… es indígena… es alguien como tú. “

En las últimas dos décadas los partidos nos han endilgado figuras que despedazaron las instituciones, que han sido peores que sus antecesores y que por su inexperiencia, incapacidad o incompetencia (muchas veces todas juntas) lastimaron severamente al estado, a los municipios y a las personas. No todas las premisas que nos venden son reales: los ricos sí roban, las mujeres también se equivocan, no todos los ciudadanos son honestos y una cara bonita no es garantía de eficiencia.

Veamos lo que hay actualmente en todas las instituciones públicas y en el congreso: muchas promesas de campaña siguen sin cumplirse y tenemos un parlamento local donde predominan las mujeres, pero las cosas no son mejores que antes.

El 01 de septiembre arranca formalmente el proceso electoral que culminará con la renovación de los parlamentos local y federal y los miembros de los ayuntamientos. Una vez más el ciudadano escuchará la propuesta de los partidos y deberá decidir a quien entregar su sufragio; serán más de una docena de propuestas partidistas a cada una de las posiciones en disputa.

La decisión que tomaremos el próximo año es clave para el futuro, sobre todo porque estamos en medio de una crisis sanitaria que detonó la crisis económica más fuerte del último siglo. Podemos nuevamente dejarnos llevar por una frase, volver a decidir en función a un sentimiento de odio hacia alguien, optar una vez más por alguien que no tiene idea de lo que representa el servicio público o quizá regresar al pasado y revivir a algún viejo dinosaurio en desuso. De lo que resolvamos al momento de votar, depende lo que viviremos en los próximos años.

Sea cual sea la decisión de cada uno, es importante que la tomemos con la conciencia de lo que implica nuestro voto; las consecuencias de elegir a alguien solo porque habla bonito, porque es famoso, porque tiene dinero, porque está guapo, porque nos promete madrear al de enfrente o porque nos regaló algo pueden ser muy lamentables para el estado.

La elección del 2021 es clave para el 2024. Si votamos otra vez a lo pendejo no se vale quejarnos.

posdata

Varios alcaldes morelenses buscarán la reelección en el 2021, pensando en lo que el refrendo electoral les concedería de cara a la sucesión. Tres ediles de Morena resaltan en este plano: Antonio Villalobos, Juan Ángel Flores y Rafael Reyes, el primero de la capital, el segundo de Jojutla y el tercero en Jiutepec.

Por la natural exposición que le deja el manejo de la capital, el principal aspirante a suceder a Cuauhtémoc Blanco, suponiendo que fuera reelecto en el cargo, es el presidente municipal de Cuernavaca. Villalobos no solo es quien más juego mediático tiene, también luce como quien mejor se mueve en los pasillos de poder de Morena. Su futuro depende en gran medida de los pasos que de en los próximos meses y las alianzas que amarren antes de la siguiene elección.

Luego aparece el edil de Jojutla, quien a pesar de no estar en un municipio metropolitano ni tener la infraestructura económica de los otros dos ayuntamientos ha sabido conducirse con mucha sobriedad, se ha ganado la simpatía de sus gobernados y de muchos ciudadanos que observan la manera como administra la comuna y encara la pandemia. Juan Ángel Flores tiene carisma personal, buen trato político y ha tenido la habilidad de sortear la tempestad con más inteligencia e imaginación que recursos.

En tercer plano salta jefe de gobierno de Jiutepec, un municipio conurbado, con una alta densidad poblacional y muchos problemas sociales, políticos y de seguridad. Rafael Reyes tiene más experiencia política que los otros dos alcaldes, pero también un carácter y trato más difícil que los otros dos. En Jiutepec la gente esperaba mucho de Rafa, empezando porque llevara a juicio al alcalde pasado; a la vuelta de los meses la euforia por el nuevo gobierno ha bajado, lo mismo que el ánimo de quienes desde México veían a Reyes como un sucesor natural de Cuauhtémoc.

Con uno de estos tres alcaldes, quizá en ese orden, Morena podría buscar el refrendo de gobierno en el 2024. Todavía falta mucho por ver en esta historia y quizá en el tiempo que falta para que entremos de lleno al proceso de sucesión aparezcan nuevos actores morenistas que cambien la perspectiva de las cosas. El primero en la fila de ese partido sigue siendo Rabín Salazar.

Algo más: para que cualquiera de ellos sea considerado candidato a la gubernatura, lo primero es que hagan un buen gobierno municipal y se reelijan. Por ahora el que más cerca está del refrendo en su municipio es Juan Ángel Flores.

nota

El tiempo vuela; hace poco hablábamos de la conformación de un nuevo congreso y la enorme expectativa que generó la llegada de 14 damas a una curul; en ellas (más que en los varones) se fundó la esperanza de un cambio político, de mayor eficiencia legislativa, de compromiso social, de honestidad, de valores, de identidad, de solidaridad, de transparencia y por supuesto de justicia.

Casi dos años después entramos a la recta final de la legislatura, en unos días arranca de nuevo el proceso electoral y la historia comenzará a reescribirse otra vez. En su paso por el parlamento las y los integrantes del congreso morelense dejarán una imagen pública difícil de borrar, con simpatías y odios, amigos y enemigos, aplausos y decepciones.

El ejercicio de poder concede a todos los miembros de ese parlamento un escaparate público que sirve para muchas cosas: les ayuda a hacer amigos, a construir alianzas, a establecer compromisos, a pavimentar caminos políticos, a proyectar ideas personales y sobre todo a trascender. Pero en algunos casos, también deja decepciones, mala imagen y un desprestigio que acompaña el resto de la vida.

Quienes ostentan el poder actualmente gozan de privilegios que van más allá de los beneficios económicos que acompañan al cargo; todos los diputados tienen un rango superior al del ciudadano común, su voz se escucha, su palabra pesa, su figura se reconoce, los medios de comunicación los buscan y cada vez que toman el teléfono para llamar a alguien, les contestan.

Son los beneficios que otorga la función pública: cualquiera con poder se vuelve importante, solicitado y dependiendo de su trabajo, querido. Cuando el ciclo de poder termina la historia cambia: la fama se va, el teléfono deja de sonar y los amigos se alejan. Esto último llega a pegar muy fuerte en el ánimo de muchas personas, provoca severos estados de depresión y una vuelta a la realidad que no todos están listos para asumir. El “dejar de ser” duele mucho y marca para siempre. Además del dinero, la política es atractiva por los beneficios de poder que otorga.

¿En donde estarán los 20 legisladores actuales cuando concluya su encargo? ¿Qué amigos y enemigos dejarán en el camino?

post it

Dice el diputado Belindo que el PES está en diálogo con otros partidos para ir en coalición o alianza en el 2021, a pesar de que la ley se los impide.

Independientemente de que Encuentro Social pueda ir en alianza con otro partido… ¿Quién querría ser aliado del PES?

redes sociales

El comité estatal del PRI armó su dream team para competir en el 2021. Dos cosas caracterizan al equipo que armó Jonathan Márquez: 1- La mayoría es gente de Jorge Meade. Y 2- casi todos, como él, son talla XXL.

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