Bajar una escalera es siempre más peligroso que subirla. Se necesita tener mucho más cuidado y atención.
Es más sencillo dar una sola orden: ¡Quédate en casa! que decir: quédense en casa casi todos, pueden salir poquito unos, otros menos; los que salen pueden solo hacerlo a ciertas horas, los otros unas pocas horas más, pero no tantas, pero con cubrebocas; aunque si no usan cubrebocas no importa porque no sirven tanto como todos creen, y los que salgan pues no se acerquen a los otros; hagan filas según apellidos y luego de eso lavarse las manos… Si van a un restaurante está bien, pero no tanto, y depende a cuál y cómo y qué piden y eso sí, poco tiempo… Por cierto, lo que digo yo importa, pero también lo que diga el gobernador, y pongan atención a su alcalde, aunque lo que digan sea diferente y a veces contradictorio porque todos somos autoridad… Y así.
El desconfinamiento es un caos. Basta ver las recientes conferencias de prensa del doctor Hugo López-Gatell.
Durante cuatro meses en televisión nacional todas las tardes, una vez a la semana en la mañanera, él fue la voz líder de la pandemia. Nos dijo una y otra vez que nos debíamos quedarnos en casa. Una orden. Una indicación. Ahora que hay que bajar la escalera, hay que escuchar a otros, nos dice, entre ellos, y sobre todo, a nosotros mismos.
Tess Wilkinson-Ryan, académica especializada en la sicología de la toma de decisiones, escribió un interesante artículo en The Atlantic sobre el desconfinamiento y lo que está sucediendo en Estados Unidos. Vale la pena leerlo completo; aquí solo unos párrafos:
“De repente, la carga recae en las personas para participar en algunos de los análisis de costo-beneficio más frustrantes y confusos de su vida. La toma de decisiones en pandemia implica dos tareas cognitivas complejas: razonamiento moral y evaluación de riesgos”.
“Se les pide a las personas que decidan por sí mismas qué riesgos deben tomar, pero un siglo de investigación muestra que las personas son malas para evaluar el riesgo en situaciones complejas. Durante un brote, la orientación vaga y las normas de comportamiento ambivalentes conducirán a un pensamiento completamente defectuoso. Si un negocio está abierto, pero sería una tontería visitarlo, eso es un fracaso de liderazgo”. Así.