Ahora que "El Gil" no existe
Revela Álvaro Delgado en la revista Proceso de esta semana que un testigo cuyo nombre clave es “Juan” entregó a la Fiscalía General de la República información clave sobre la desaparición, el 26 de septiembre de 2014, de los 43 estudiantes de la normal rural de Ayotzinapa.
“Juan” le narró a los encargados del caso que entró a Guerreros Unidos bajo las órdenes de los hermanos Casarrubias Salgado —Mario, Adán, Sidronio y Ángel—, y de Jesús Pérez Lagunas, El Güero Mugres.
Sobre la noche de la desaparición, dijo que detrás de los autobuses en los que los alumnos llegaron a Iguala iban camionetas con sicarios de Onésimo Marquina —un ex aliado que luego se volvió en contra de los Guerreros Unidos— “que luego supuestamente se ‘mezclaron’ con los jóvenes”.
De acuerdo con “Juan”, El Güero Mugres dirigió el operativo en contra de los alumnos. “¡Pártanles la madre!”, habría dicho. Este personaje, afirmó el testigo en una declaración firmada en febrero de este año, movilizó a la Policía Federal, al Ejército, a la Policía Estatal, a la Policía de Caminos, a la Federal Ministerial y a la Policía Municipal:
“Empiezan a atacar a los muchachos a balazos, no era algo dirigido contra ellos, pero al estar mezclados los muchachos con la gente de Onésimo, según informaron los halcones a Los Tilos (una de las células del grupo criminal, dirigida por Víctor Hugo Benítez Palacios y sus hermanos) fue que se debía contener y no se sabía quién era estudiante y quién no, el ataque fue general”.
El Güero Mugres, explicó “Juan”, estaba encargado de pagar los sobornos de Guerreros Unidos. En su nómina estaban, según la declaración consultada por el reportero de Proceso, soldados de los batallones 27 y 41, acantonados en Iguala.
Una parte de los alumnos detenidos aquella noche, dijo “Juan”, fue entregada a Los Tilos. A otros “se los llevó la Policía Estatal” a una casa en Iguala “para saber quiénes eran”. Y un grupo más —“tampoco se informó el número de personas que se llevaron— fue conducido en camionetas del Ejército a las instalaciones del 27 Batallón y “entregados a Nicolás Nájera… para destazar”. De acuerdo con “Juan”, los sicarios llevaban los cuerpos destazados al crematorio “y recogían y tiraban”.
Todo se fue informando por radio: Benítez Palacios le reportó los hechos a Juan Salgado, alias El Indio, y este le pasó el reporte al Güero Mugres.
Como algunos muchachos habían muerto por los golpes, los delincuentes “decidieron matarlos a todos para no dejar ningún cabo suelto”.
“Juan” supo todo esto porque tenía un radio esa noche, y porque lo oyó decir en una reunión. Supo también que los cuerpos destazados fueron llevados al crematorio de una funeraria de Iguala y que los restos los trasladaron en bolsas a dos sitios: Coacoyula y los alrededores de Taxco.
A otro grupo de alumnos, dijo, Los Tilos los disolvieron en ácido y los echaron al drenaje.
“Juan” no quiso decir quiénes eran los militares comprados por Guerreros Unidos, ni quién estaba al mando de estos aquella noche, “pues ahora no tengo seguridad garantizada para proteger mi vida diaria”.
Su relato es extraño, como todo en este caso. En su declaración no aparece el personaje que fue mencionado a lo largo de miles de páginas del expediente del caso Iguala como un jefe regional o un “capitán de capitanes”: Gildardo López Astudillo, El Gil.
Los sicarios detenidos por la desaparición de los alumnos —y de los que el Protocolo de Estambul probó que no fueron torturados— señalaron al Gil como el encargado de girar las instrucciones aquella noche. Las escuchas telefónicas recabadas por la DEA demuestran plenamente que fue El Gil quien difundió la idea de que Los Rojos estaban entrando a Iguala, y quien transmitió la orden de atacarlos. No existe ahora mención alguna de la célula que él dirigió, y que jugó un papel central aquella noche: El Gil no existe.
En la nueva versión ofrecida por el misterioso “Juan”, aparece en cambio un personaje que apenas figura en el expediente del caso, y del que prácticamente no existe rastro en las investigaciones que durante cinco años realizó la Comisión Nacional de Derechos Humanos.
Según “Juan”, ese personaje movilizó al Ejército, a los federales, a los estatales; ese personaje dio la orden de aniquilar a los alumnos, y ese personaje se esfumó de la faz de la tierra hasta que “Juan” lo trae a cuento cuando han pasado dos años de su muerte.
Un reporte de la antigua PGR consultado por el columnista señala que, debido a rencillas no aclaradas, El Gil mandó matar, desde la cárcel, al Güero Mugres. Pero sus enviados no lo encontraron.
En los años que pasaron desde la noche de Iguala, El Güero Mugres entró y salió de prisión en dos ocasiones y sobrevivió a un atentado ocurrido en 2017.
Una noche de marzo de 2018 lo cosieron a tiros en Tonatico. Apenas alguna nota se ocupó de dar cuenta de su muerte.
Ahora que El Gil no existe, el misterioso “Juan” responsabiliza al Güero Mugres de todo lo ocurrido en septiembre de 2014.
Raro, en efecto, como todo lo que rodea a este caso.
@hdemauleon
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