Renunciarle al Presidente
En la tradición política mexicana, los miembros del gabinete sólo dejan el cargo por despido o por promoción.
Ha habido excepciones, por supuesto. Como las dimisiones de Gilberto Valenzuela, secretario de Gobernación, en 1925; y Carlos Tello Macías, secretario de Programación y Presupuesto, en 1977.
Valenzuela renunció cuando el presidente Plutarco Elías Calles impuso a Carlos Riva Palacio como gobernador del Estado de México.
-¿Por qué renuncia si yo no le he perdido la confianza? —preguntó el mandatario.
-Usted a mí no, pero yo a usted sí.
Algunas renuncias al gabinete se han quedado en el intento. Como la del escritor Agustín Yáñez, secretario de Educación del presidente Gustavo Díaz Ordaz, quien presentó su dimisión en los días del movimiento estudiantil de 1968.
Yáñez no tardó en conocer la furia de su jefe: “A mí ningún hijo de la chingada me renuncia. Váyase a cumplir mejor su cometido”.
No, no es fácil renunciarle a un Presidente de la República. O, por lo menos, no lo era. A Andrés Manuel López Obrador ya van tres colaboradores del primer círculo que le entregan su dimisión: Germán Martínez, director general del IMSS, el 21 de mayo de 2019; Carlos Urzúa, secretario de Hacienda, el 9 de julio de 2019, y Javier Jiménez Espriú, secretario de Comunicaciones y Transportes.
El primero dejó el cargo, según escribió en su carta de renuncia, por la “injerencia perniciosa” de funcionarios de la Secretaría de Hacienda en la operación del instituto, lo cual, dijo, ponía en riesgo la prestación de servicios de salud.
El segundo abandonó el puesto inconforme, dijo, por la “imposición inaceptable de funcionarios que no tienen conocimientos de la hacienda pública” y la toma de “decisiones de política pública sin sustento” por parte del Presidente.
Jiménez Espriú renunció en una carta a López Obrador, fechada el viernes 17, pero que se conoció públicamente apenas ayer, luego de varios días de especulación. El motivo: la decisión presidencial de trasladar al ámbito militar las funciones de los puertos y la Marina Mercante, medida sobre la que expresa su “preocupación” por su “grave trascendencia”.
El actual mandatario es probablemente el primero que acepta tres renuncias de miembros del gabinete ampliado. López Portillo lo había hecho con dos: el ya mencionado caso de Tello Macías —quien dimitió “en un acto de intransigencia”, según escribió el expresidente en sus memorias— y el de Javier García Paniagua, a la Secretaría del Trabajo, en 1981.
La de Jiménez Espriú es la cuarta salida del equipo principal de López Obrador. La primera fue la de Josefa González-Blanco, titular de Semarnat, pero esa debe ponerse en la categoría de despidos, pues fue la consecuencia de detener un vuelo comercial a cuyo abordaje ella había llegado tarde. Con cuatro ajustes antes de cumplir sus primeros dos años de gobierno, López Obrador ya supera a los realizados por nueve presidentes sexenales: Ávila Camacho (tres), Ruiz Cortines (ninguno), López Mateos (ninguno), Díaz Ordaz (uno), Echeverría (tres), De la Madrid (dos), Salinas de Gortari (tres), Fox (ninguno) y Peña Nieto (uno). Sin embargo, aún se queda corto en comparación con los cambios que hicieron otros seis: Cárdenas (diez), Alemán (cinco), López Portillo (cinco), Zedillo (ocho) y Calderón (cinco).
Buscapiés
Desde el martes pasado, Juchitán, Oaxaca, entró en confinamiento por diez días para frenar los contagios de covid-19. No parece el momento más oportuno para que el Presidente vaya al Istmo de Tehuantepec a inspeccionar el avance de obras. López Obrador visitará hoy Ciudad Ixtepec y Santo Domingo Tehuantepec y mañana Salina Cruz.
Hay contrapesos se tituló la Bitácora del 8 de mayo pasado, en la que comenté, entre otras cosas, la actuación de la Suprema Corte para frenar la pretensión del gobernador Jaime Bonilla de extender su mandato. Ahora lo confirma la manera virtuosa en que funcionaron las instituciones en la designación de cuatro nuevos consejeros del INE.