Los datos de dos estudios oficiales publicados permiten atisbar más fallecimientos en la mayoría de estados, incluyendo la capital
Entre el 1 de enero y el 19 de julio de 2020, ha habido en México 459.229 muertes. La cifra supera con mucho a la del mismo periodo de años anteriores (2015-2018), que rondaban las 380.000. Este exceso es objeto de un análisis publicado por el Centro Nacional de Programas Preventivos y Control de Enfermedades mexicano (Cenaprece), con el apoyo del brazo latinoamericano de la OMS. El resultado de esta resta es lo que se conoce como “exceso de mortalidad”: las muertes de más durante la pandemia en comparación con el mismo momento en años anteriores. Su interés y su uso implica aceptar que ningún país será capaz de determinar exhaustivamente todas las muertes provocadas por el virus. Con este método indirecto se asume que ese exceso de mortalidad por encima de una media esperada razonable se debe a un contexto especial, en este caso, la epidemia del nuevo coronavirus.
El Cenaprece parte de una premisa: la cifra de 459.229 es provisional e incompleta. En 12 de las 32 entidades federativas la consistencia y calidad de los registros de defunción son deficientes, están incompletas o van con mucho retraso. Los 20 estados restantes también arrojan resultados incompletos, pero más fiables.
¿Más del doble de muertes?
Desde el 15 de marzo hasta el 27 de junio, el exceso de mortalidad estimado para estas 20 entidades es de 71.315: un 54,5% más que la media de años anteriores.
En ese mismo periodo y territorio, las cifras oficiales de fallecimientos por covid suman apenas 22.367 según la Secretaría de Salud. Es decir: la estimación por exceso es de prácticamente tres veces veces el valor detectado por el sistema mediante pruebas diagnósticas de infección.
Aún así, “son cifras preliminares, y en particular la mortalidad de las semanas más recientes se va a tener que revisar”, considera el epidemiólogo Gerardo Chowell-Puente, profesor de la Escuela de Salud Pública de la Universidad del Estado de Georgia (Estados Unidos). Es decir: no solo la cifra agregada (la propia que Cenaprece desecha por incompleta) es preliminar, sino probablemente también la de los Estados con mejor calidad de reporte, que al fin y al cabo no es perfecta aún. A México aún le quedan efectos de la pandemia por descubrir.
Que estas 70.000 muertes de más se deban a la pandemia no implica que todas y cada una de ellas estén directamente causadas por una infección de covid, algo en lo que insistió el director del Cenaprece, Ruy López, en la presentación del informe y que han repetido varios expertos durante estos meses. La inmensa mayoría, claro, serán consecuencia directa de un contagio. Pero durante una epidemia de esta magnitud el sistema de salud se satura y algunas urgencias no pueden ser atendidas. El miedo por acudir a un hospital se dispara y muchas personas enfermas aplazan sus tratamientos, a veces de manera fatal. Se dan situaciones de violencia en el hogar, particularmente hacia las mujeres. Todo ello también suma.
La Ciudad de México ha presentado su propio trabajo de estimación del exceso de mortalidad para la capital realizado por una comisión autónoma de expertos. En este trabajo sí han empezado a distinguir causas de muerte, observando que el aumento desde marzo no incluye solamente actas que hacen referencia directa o indirecta a “covid”, problema “respiratorio” o “neumonía”: las que incluyen problemas de diabetes o cardiopatías sin mencionar infección localizada en los pulmones también han aumentado, sugiriendo que o bien algunas de las ramificaciones del virus no permiten una identificación clara (los médicos han aprendido que la covid no tiene complicaciones exclusivamente respiratorias, como resume esta nota divulgativa de la Universidad de San Francisco), o bien otras enfermedades están pasándole factura a la población dada la situación de emergencia. O ambas al mismo tiempo, en proporciones variables.
Hombre, metropolitano y de mediana edad
Son 22.366 el exceso de muertes que contabiliza la capital en su estudio respecto a años anteriores. La fecha de corte es el 30 de junio, similar a la del estudio nacional. La magnitud corresponde con lo que ya anticipaban otros análisis independientes. También encaja con el exceso detectado en el vecino Estado de México, muchos de cuyos municipios forman parte de la zona metropolitana, con las consiguientes cargas de densidad y hacinamiento que agravan el contagio. De las tres entidades cuyos resultados detalló el director de Cenaprece, es sin duda la que presenta una incidencia más grave, tanto en términos relativos (la mortalidad se ha duplicado respecto a años anteriores) como absolutos.
La incidencia en la capital, sin embargo, es llamativamente alta: supondría un tercio del total estimado por Cenaprece. Este cálculo no debe hacerse a la ligera. Chowell-Puente advierte que la capital “tiene un sistema digitalizado” de registro de defunciones, instaurado tras la pandemia de la gripe H1N1 en 2009. En consecuencia, “probablemente sus datos son los mejores del país”, asume, “y subrayan la posibilidad de que falten casos” para todos los demás.
La variación entre sexo y edad en la cifra extra de muertes apunta también al coronavirus: se concentra en los hombres (esto es una constante en el mundo entero: el virus parece afectar con menor gravedad a las mujeres) y es sorprendentemente abultada para los adultos de mediana edad.
Este patrón se repite en ambos análisis, el nacional y el capitalino, y no corresponde con la imagen que tenemos de la covid como una enfermedad que se ceba con los más ancianos. Los datos de exceso de mortalidad podrían ser mayores entre los jóvenes porque, simplemente, el efecto diferencial del virus es más profundo en un segmento de la población que normalmente muere menos a menudo. Además, en México, la concurrencia con otras enfermedades muy extendidas, como diabetes o hipertensión, bajan la media de edad de los fallecidos, respecto a poblaciones envejecidas como las europeas.
Es característico de México también las personas de todas las edades que no pueden guardar confinamiento porque deben salir a trabajar debido a su precaria situación económica. México lleva semanas de reapertura desigual entre Estados. Andrés Castañeda, médico y consultor experto en Gestión y Políticas de Salud en la plataforma de sociedad civil Nosotrxs, se muestra de acuerdo con estas hipótesis. A ellas añade otras: la calidad de la atención (o más bien su capacidad) severamente limitada, que se ata al desbordamiento del sistema y a las ya mencionadas posibles muertes por causas distintas a una infección. “Yo creo que las muertes indirectas son muy importantes en México”, asegura. “En los países más desarrollados tienen chance de atender ambos problemas pero en México no lo podemos hacer, tal es el caso que incluso se ha pedido ayuda a los privados para atender patologías no covid de urgencia”.
Un calendario inacabado
En su presentación actual, los datos de sendos análisis de exceso de mortalidad permiten extraer los puntos cruciales de crecimiento del brote (la semana en la que se disparó el exceso de mortalidad) y el punto álgido hasta el momento (cuando la diferencia alcanzó su máximo). Por ejemplo: en la Ciudad de México, el despegue se produjo entre el 13 y el 19 de abril, y el techo se tocaría a mediados de mayo. Algo parecido, con una o dos semanas de diferencia, se entrevé en el vecino Estado de México. Tiene sentido, siendo que la capital fue el lugar de entrada del virus al país (junto a la frontera norte) desde el que se difundió al resto del territorio, empezando por su área metropolitana, precisamente.
Siempre que hay un pico está la tentación de buscar el descenso: esa cuesta abajo, en este caso de exceso de muertes, que indicaría que lo peor de la epidemia ha quedado atrás. Pero es un juego arriesgado: lo único que aseguraría un descenso definitivo de contagio sería la supresión del virus (un objetivo al que renunciaron las autoridades desde el primer momento) o el alcance de la inmunidad de grupo debido a un porcentaje lo suficientemente elevado de contagios, algo a lo que no parece haber llegado aún ninguna entidad federativa. Al contrario: “Hay algunos estados que ahora están pasando por la fase más intensa”, afirma Chowell-Puente. Cita el caso de Colima, donde no llegó el presente análisis de exceso de mortalidad, pero sí un contagio cada vez más acrecentado según unos datos oficiales que, en cualquier caso, se dejan pendiente muchos casos activos con pruebas en estudio.
Las propias autoridades, tanto las federales como las de la capital, han asegurado que estos métodos de exceso de mortalidad han llegado a México para quedarse. Algo que puede leerse como una aceptación implícita de que al país aún le quedan, por desgracia, bastantes tragedias que añadir a sus estadísticas.