La vacuna: gran noticia, pero aún no la libramos
El anuncio de que México tendrá acceso a la vacuna contra el coronavirus que están desarrollando el gigante farmacéutico AstraZeneca y la Universidad de Oxford representa una auténtica luz al final de túnel luego de varios meses de incertidumbre y decisiones cuestionables en materia de salud pública que han provocado que seamos uno de los países más golpeados por el covid-19.
He seguido durante meses, por notas en la prensa y artículos científicos, el proyecto que encabeza la vacunóloga británica Sarah Gilbert y en el que participan unas 300 personas.
La doctora Gilbert trabajó de manera anónima durante más de dos décadas sin recibir mayor atención de los medios de comunicación, hasta que la pandemia la proyectó al centro de la discusión pública.
Desde que se firmó el acuerdo entre Oxford y AstraZeneca, a fines de abril, esta tímida científica no ha dejado de ser bombardeada con solicitudes de entrevista, en las que la pregunta principal siempre es cuándo estará lista la vacuna.
Especializada en el desarrollo de vacunas contra la influenza y patógenos virales emergentes, Gilbert ha asumido la tarea de salvar al mundo, y todas las presiones asociadas, con la serenidad que le da haber sido madre de trillizos.
“Algunas personas ayudan mucho quedándose en casa o haciendo las compras para sus vecinos”, dijo en una de sus primeras entrevistas. “Lo que nos toca a nosotros es desarrollar una vacuna y eso es lo que estamos haciendo”.
Su primera meta fue obtener el financiamiento, para lo cual debió peregrinar incluso a Naciones Unidas. Por fin, el 21 de mayo se anunció que el Departamento de Salud del gobierno estadunidense aceptó pagar por adelantado 400 millones de dosis a costo de producción.
En junio, Gilbert debió hablar ante el Comité de Ciencia y Tecnología de la Cámara de los Lores, donde comparó el trabajo que ella y su equipo habían emprendido con “meterse a un cobertizo y salir con una turbina de avión”. Explicó que un proceso que en condiciones normales se llevaría cinco años iba a tener que hacerse en apenas cuatro meses.
La tecnología del equipo de Gilbert se denomina ChAdOx1 y ya ha sido usada en proyectos de vacuna para la influenza, el zika y el MERS, otro coronavirus. Utiliza como vector un inofensivo adenovirus de chimpancé, modificado genéticamente para que no pueda reproducirse en humanos y que ya ha sido usado de manera segura en miles de personas.
La vacuna de Oxford ataca la parte más endeble del SARS-CoV-2: las espigas que forman la corona del patógeno y mediante las cuales éste se ancla en las células humanas para penetrarlas y reproducirse. Contiene la secuencia genética de la espiga, con lo cual induce una respuesta inmune.
La vacuna ya ha pasado por dos fases de prueba para probar su eficacia y seguridad. La primera consistió en inmunizar a un millar de adultos saludables, entre quienes estuvieron los hijos trillizos de Gilbert. La segunda expandió el rango de edad, para incluir a niños y adultos mayores, para un total de 10 mil personas. Aún falta la tercera fase, en la que participarán 50 mil individuos en varios países.
El miércoles se anunció que la vacuna estará disponible en Latinoamérica, una vez terminadas las pruebas y los procesos de autorización. Será fabricada en Argentina y envasada en México, desde donde se distribuirá. La Fundación Slim aportó el financiamiento inicial, el cual, en su momento, será devuelto por los gobiernos de la región. El riesgo que enfrenta la Fundación, me dijo ayer en Imagen Radio su vocero Arturo Elías Ayub es que la vacuna sea descartada en la etapa final de su desarrollo. “El ingeniero Carlos Slim cree en el proyecto y está dispuesto a correrlo”.
Como digo, todo esto es muy afortunado y significa una gran esperanza para la humanidad. Pero hay posibilidades de que la vacuna no funcione y su producción y distribución demorará casi un año. Por tanto, ante los rebrotes que estamos viendo en Europa, debemos seguir aplicando las medidas preventivas que sí sirven, entre ellas el uso del cubrebocas. Aún no salimos del bosque.