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USO DE RAZÓN

Inicia la batalla (y su repercusión en México)

Hoy arranca la convención demócrata en Milwaukee para investir como candidatos a Joe Biden y Kamala Harris, con lo que iniciará la lucha electoral más trascendente de los últimos tiempos para Estados Unidos y con repercusión en el mundo entero. México no será una excepción.

Para el mundo, el triunfo de Biden implicaría un nuevo impulso a la globalización, un desaliento al auge del populismo, el retorno de la institucionalidad en las relaciones entre países, restablecimiento de las alianzas históricas en Occidente y el Lejano Oriente, una vuelta a la cooperación internacional, y el “adiós al proteccionismo primitivo del trumpismo”, como señaló el premio Nobel de Economía, Joseph Stiglitz.

Donald Trump no sólo se juega su reelección, la flama de su ego invicto, sino posiblemente también su libertad.

Es que en un país como Estados Unidos no se puede violar la Constitución impunemente.

Ni atentar contra la democracia como ha hecho Trump al cerrarle la llave de los recursos al Servicio Postal, encargado de recibir los sufragios por causa de la pandemia.

Ni desconocer los resultados bajo el alegato del fraude, en caso de ser derrotado.

Puede haber consecuencias legales porque el presidente ha mentido en más de 20 mil ocasiones a sus gobernados, como indica la contabilidad diaria que se le lleva.

No sería remoto que se le quiera sentar en el banquillo por la información falsa que dio a los estadounidenses acerca del coronavirus, que ha matado a más gente en su país –el campeón de la medicina y la investigación científica en el mundo– que en ningún otro.

O que se haya negado a hacer públicas sus declaraciones de pago de impuestos correspondientes a los años previos a su elección como presidente, en las que sus opositores presumen irregularidades.

Biden, puntero en todas las encuestas para ganar las elecciones a celebrarse en dos meses y días, ha dicho que no tiene pensado acusar legalmente a Trump en caso de ganar, y que tal vez no sería saludable procesar a un expresidente de Estados Unidos.

En mucho dependerá cómo se comporte Trump en caso de perder. Y si bien Joseph Biden no es un político de pelea, sí lo es su compañera de fórmula Kamala Harris.

La elección de Kamala Harris como candidata a vicepresidenta fue un picotazo en la cresta de Trump: mujer, negra, de familia migrante, afroasiática, con estudios superiores, defensora de la legalidad, del medio ambiente, una guerrera que ha ganado batallas notables al manipuleo electoral.

Es todo aquello que Trump detesta.

“Su historia es la historia de Estados Unidos”, ha dicho Biden.

Harris va a lograr, en esta campaña, que el presidente saque lo peor de sí mismo, que no es poco. Su racismo descarado, por ejemplo.

Quien va a pelear con Trump no es Biden, sino Kamala.

Kamala –nombre de una diosa hindú, que significa “flor de loto”–, contendió para fiscal del estado de California contra el republicano Steve Colley, muy popular, a quien los primeros resultados dieron por ganador. Hizo un discurso de “agradecimiento” y los periódicos lo presentaron como triunfador.

Ella no se replegó, sino que siguió el camino de la ley y tres semanas después, contado el último voto, venció por una diferencia de 0.8 por ciento y se convirtió en la primera procuradora negra de su estado.

Ahí está la importancia de Kamala Harris en la boleta electoral. Tiene los dientes que le faltan a Biden en el caso, muy posible, de que el resultado de las elecciones del 3 de noviembre se vaya a tribunales.

Para México son importantes esos resultados, desde luego.

De ganar Biden se volvería a una relación institucional y no dependiente de la amistad o simpatía con el yerno del presidente de EU. Trabajo conjunto entre dependencias y agencias, e inclusión de los temas de seguridad, derechos humanos, democracia y medio ambiente en el centro de la agenda bilateral.

Con Trump ha sido una relación heterodoxa: presidente López Obrador contróleme la migración, no se meta conmigo y haga lo que quiera.

Nuestro Presidente ha jugado con esas reglas, seguramente por considerarlo de interés nacional, aunque también por una explícita identificación personal con Donald Trump. Así lo expresó en una carta al mandatario estadounidense pocos días después (12 de julio 2018) de ganar la Presidencia se México:

“En cuanto a lo político, me anima el hecho de que ambos sabemos cumplir lo que decimos y hemos enfrentado la adversidad con éxito. Conseguimos poner a nuestros votantes y ciudadanos al centro y desplazar al establishment o régimen dominante”.

¿Se trata de una fatalidad para México esa identificación política AMLO-Trump? No necesariamente.

Biden es un conocedor de la política latinoamericana, él la llevó como vicepresidente de Barack Obama, y desde luego es un profesional que sabe diferenciar entre personas y países.

México, por su importancia estratégica, seguirá teniendo una relación preferencial con el inquilino de la Casa Blanca. Las facturas se cobran a los políticos por sus alineamientos equivocados, como hemos visto en el pasado, como lo vemos ahora, y seguiremos viendo en el futuro.

Hoy por hoy, Biden-Harris ganan las elecciones de Estados Unidos con relativa holgura. Falta que corra algo de agua y mucho de lodo bajo el puente en los siguientes dos meses. No está dicha la última palabra.

Trump tiene en contra a todo eso que llaman establishment: el sector empresarial, los sindicatos, la mayoría de la clase política, grandes medios de comunicación, los militares, la comunidad de inteligencia… y a los científicos, los latinos, los negros, la academia.

Su debacle se acentúa por el mal manejo de la pandemia y sus consecuencias en la salud y la economía.

No está derrotado. Cuenta con defensores, como lo explicó el viernes Thimothy Egan en su artículo en The New York Times:

“Algunos han excusado la incompetencia de este presidente, su charlatanería, sus bufonadas, sus constantes insultos a las mujeres, a las minorías, a la prensa libre, la exhibición diaria de su narcisismo. Pero ahora sabemos, y nunca debemos olvidarlo, que su ignorancia es letal”.

Aviso: esta columna de opinión, en ocasiones sólo informativa o a manera de crónica desde Florida, aparecerá lunes y jueves. Aquí en EL FINANCIERO nos encontramos.

Ámbito: 
Nacional