México binario
• No caigamos en la tentación de ver los señalamientos sobre la corrupción como un fenómeno de una sola cara.
La polarización nos quiere llevar a pensar que sólo hay una manera válida de ver las cosas. Y que no existe sino un tema del que puede uno ocuparse a la vez.
Es el México binario que conviene a quienes detentan el poder y a quienes aspiran a conquistarlo. Siempre nos dicen que unos son el problema y otros, la solución. Sólo cambia quién lo dice.
Pero ése no es el México que necesita el ciudadano que no es parte de la pugna, el que sólo aspira a vivir tranquilo y a prosperar junto con los suyos. A él, las fuerzas en disputa lo quieren conducir a ver el país desde su trinchera y convencerlo de que el que está enfrente lo quiere matar.
Por eso no debemos caer en la tentación de percibir los actuales señalamientos sobre la corrupción como un fenómeno de una sola cara. No es obligatorio verlo de una de dos maneras: o como evidencia del apetito voraz por el dinero que tenían políticos del régimen anterior o como manipulación de la opinión pública con fines electorales. Puede ser ambas cosas. De hecho, lo es.
Es indudable que lo que ocurre en el video subido a YouTube la tarde del viernes –en el que se ve a trabajadores del Senado ligados con la fracción panista en esa Cámara en la LXII y la LXIII legislaturas– es un manejo ilegal de efectivo a la luz de nuestras normas sobre lavado de dinero. Más allá del destino final de las pacas de billetes, no hay otra forma de verlo, sino como un acto de corrupción.
Sin embargo, tampoco debiéramos creer que la difusión del video es parte de un intento de hacer justicia en el marco del debido proceso y el Estado de derecho. Teniendo en cuenta quién se beneficia y a quién perjudica lo que ahí se ve, es claro que su objetivo es generar vergüenza para los participantes y sus entonces jefes y desacreditar a su partido de cara a los comicios del año entrante.
¿Por qué habríamos de limitar nuestra visión, taparnos un ojo o el otro, y así complacer a alguna de las partes, haciendo nuestra su interpretación?
Ya lo he escrito aquí: la exigencia ciudadana debiera ser que se haga verdadera justicia, que se conduzca el proceso contra Emilio Lozoya y coacusados –es decir, contra corruptores y corrompidos– como lo marca el debido proceso. Y que el presidente Andrés Manuel López Obrador, cuya voz no es igual a la de cualquier otro ciudadano, evite interferir en el trabajo que sólo corresponde al Ministerio Público y al Poder Judicial.
En nada ayuda a la administración de justicia que el Ejecutivo haya exigido desde su conferencia del viernes 14 que se dieran a conocer los videos que supuestamente proporcionó Lozoya a la Fiscalía General de la República para negociar el “criterio de oportunidad” y que dos días después, uno de estos videos se haya subido a YouTube de forma anónima, en una cuenta creada ex profeso.
En política, dicen, no hay casualidades. Si así se dieron los hechos es porque justamente así se quería que ocurrieran. Y aunque negó que hubiera visto el video antes de que apareciera en internet, López Obrador lo hizo suyo exhibiéndolo ayer en la pantalla de Palacio Nacional y poniéndolo como prueba de la “inmundicia del régimen de corrupción”.
¿Y qué tal el deslinde de todos los involucrados? Insultan la inteligencia quienes quieren que creamos que alguien puede entregarle tres millones de pesos a un par de mandaderos y que sus jefes ni se enteraron. Aquí no se puede alegar que se trata de una cortina de humo. El video no deja lugar a dudas.
¿Qué le queda a los ciudadanos que no desean ser succionados por los intereses de las partes? Salirse de la visión binaria de país en la que los políticos quieren meterlos. Y eso implica no cerrar los ojos a los principales temas de interés público. A ninguno. Tener la capacidad de no perder de vista la sanguinaria violencia criminal, la emergencia sanitaria, la recesión económica y, sí, la corrupción de los políticos. La que sin duda hubo ayer y la que se intuye que hay hoy.