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EL ASALTO A LA RAZÓN

Se recompensa la ineficiencia

Del inmerecido mayor poder que se le otorgó al subsecretario Hugo López-Gatell regalándole 13 dependencias, sobresalta que se incluya a la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios, la Cofepris, órgano descentralizado y estratégico del gobierno, vinculado a la Secretaría federal de Salud.

El presidente López Obrador tuvo la oportunidad de repensarlo y no degradarla, ya que perderá su autonomía técnica, operativa y administrativa.

Al subsecretario que con desvergonzada cachaza viene afirmando (desde finales de abril) que la curva de la pandemia “se está aplanando”, el mismo que cuando van casi 60 mil muertos por covid-19 sigue pataleando contra la conveniencia del uso del cubrebocas y que cambió la bata de médico por la chaqueta de político, también se le han confiado otras áreas altamente sensibles: la Comisión Nacional contra las Adicciones, los centros para la Prevención y el Control del VIH/sida y la Salud de la Infancia, según el acuerdo publicado en el Diario Oficial de la Federación y que entró en vigor ayer.

Creada por el Congreso en 2001 con base en una brillante iniciativa del eminente doctor Julio Frenk (hoy presidente –rector– de la Universidad de Miami), a la Cofepris le llevó más de diez años consolidarse y lograr, en 2012, la certificación de la Organización Panamericana de la Salud como Agencia Reguladora de Referencia para Medicamentos (lo hacía ya con Brasil, Argentina, Colombia y Cuba), y en 2014 la de la Organización Mundial de la Salud, lo cual puso a México entre las 20 naciones que gozan de tales distinciones y de la confiabilidad del mundo.

Las funciones de la Comisión humillada son tan importantes como que de ella depende que no causen daño los alimentos y medicinas que consume la totalidad de la población. Su facultad sanitaria es tan amplia que puede, sin orden judicial, clausurar laboratorios, restaurantes, plantas de comestibles, bares, rastros y cualquier otro tipo de instalaciones donde se amenace la salud pública.

Además del peligro que corre la Cofepris de que las organizaciones Mundial y Panamericana de Salud le retiren sus certificaciones por verla reducida a una oficina burocrática, es evidente que su subordinación a López-Gatell entraña un descarado conflicto de interés: es la subsecretaría del doctor veleta la que compra gran parte de productos para el sistema público de salud, y es la Cofepris quien los regula. ¿Qué necesidad de crear un problemón pervirtiendo la concepción y diseño original de la Comisión?

Insensata, la anexión entraña una insalvable paradoja: el Presidente designa tanto al subsecretario como al comisionado. Las jerarquías de éstos son paralelas, pero López-Gatell “supervisará” a quien, de facto, será uno más de sus ya muchos achichincles.

Lo sano era que se mantuviera la distancia y que subsecretaría y Cofepris continuaran siendo contrapeso entre ellas.

cmarin@milenio.com

Ámbito: 
Nacional