El problema de Felipe
En el libro que escribió para Vicente Fox en 2007 y que firman ambos, Rob Allyn dice: “Lo más importante que hace el presidente de una nueva democracia es irse. Como Shakespeare escribe sobre Cawdor (en Macbeth), ‘En verdad, nada hizo tan bien en su vida como morir’”. Digo que esas líneas son de Allyn porque Fox nos demostró después que no creía en lo ahí escrito.
Hace una década, la politóloga estadunidense Lisa Anderson escribió en The Journal of Democracy un texto sobre los ex presidentes y la democracia, en donde citaba lo dicho por William Howard Taft poco después de que no ganara la reelección a la presidencia de Estados Unidos en 1912: “Abordando la cuestión de qué se debe hacer con los ex presidentes, Taft propuso irónicamente ‘una dosis de cloroformo’ como un medio para proteger a sus compatriotas ‘del miedo problemático de que el ocupante (de la Casa Blanca) podría volver’. Además, señaló, esto también aliviaría al propio ex presidente de ‘la carga de pensar (sobre) cómo debe mantenerse a sí mismo y a su familia, arreglar su lugar en la historia y permitir al público pasar a ver nuevos hombres y nuevas políticas’. En efecto, la democracia depende de la voluntad de sus siervos más fieles para abandonar sus funciones”.
Anderson hace cuentas: Entre 1970 y 2010, de los mil 160 individuos que habían servido como jefes de Estado o de gobierno en 190 países del mundo, quitando a los que murieron, los monarcas, los depuestos por acciones militares o revoluciones y los que estaban en el cargo, “en las últimas cuatro décadas, al menos 700 líderes políticos en la cúspide de sus carreras han enfrentado la cuestión de si deben dejar el cargo y, en caso afirmativo, cómo deben ocuparse después. A pesar de la centralidad de esta característica de la democracia, ha habido un sorprendente descuido —tanto en la literatura de ciencia política como en las prescripciones políticas de los promotores de la democracia— sobre la vida futura de los funcionarios elegidos democráticamente cuando terminan su encargo”.
A Luis Echeverría lo mandaron a Australia, a Salinas le encarcelaron al hermano, por poner dos ejemplos. El fenómeno no exclusivo de México. Dedicados a la política y ansiosos de poder toda la vida, los periodos siempre les quedan cortos, más cuando se tuvo todo y de un día para otro...
@puigcarlos