Con olor a Ferragamo
Entre el 26 y el 27 de enero de este año el gobierno de Veracruz recibió doce denuncias por desaparición. Se trataba de personas de entre 22 y 60 años. Todos los reportes procedían del mismo sitio: Playa Vicente, al sur del estado.
Al mes siguiente se hallaron cinco fosas clandestinas en un rancho de ese municipio. La gente hablaba de hombres armados que irrumpían en domicilios particulares y se llevaban a la gente a punta de pistola. Se detectaron actividades de narcomenudeo, extorsión y cobro de piso a giros negros.
Al frente de todo, brincó la figura de un sujeto apodado El Playa o El Compa Playa (pues había nacido precisamente ahí).
Ese mes la policía detuvo a 23 de sus presuntos colaboradores. Les aseguraron 12 armas largas, 621 cartuchos y 16 vehículos con reporte de robo. El hilo se fue alargando. El grupo criminal del Playa no operaba solo en Playa Vicente. En el estado de Veracruz, su operación abarcaba los municipios de José Azueta, Santiago Sochiapan, Isla y Juan Rodríguez Clara.
En el de Oaxaca, controlaba Tuxtepec, Matías Romero, María Lombardo y Loma Bonita.
El Playa se hallaba relacionado con una cauda de ejecuciones por el control de la zona limítrofe entre Veracruz y Oaxaca, que venían al menos desde 2015-2016. Tras el asesinato en una pelea de gallos de Leonardo Hernández, El Brujo, uno de los jefes criminales de la región, Itiel Palacios García, El Playa, apareció mencionado en diversas narcomantas como enemigo del Cártel Jalisco Nueva Generación:
“Por querer culparnos del homicidio de Vicente Leonardo Hernández, El Brujo o El Doc, y utilizar el nombre de nuestra organización, diciéndose que son de nosotros, el CJNG declara la guerra a Itiel Palacios García, alias El Compa Playa y a sus perros…”.
Para este tiempo, sin embargo, Palacios García dirigía su gente desde un teléfono celular, y a través de un grupo de lugartenientes, y no estaba ya ni en Playa Vicente ni en ningún otro punto del estado.
Hoy se sabe que era dueño de un largo historial dentro del crimen organizado. En Guerrero, donde nació su padre y en donde él vivió varios años, El Compa Playa formó parte del violento grupo de los Beltrán Leyva (operó varios años en el puerto). Fue saltando luego entre los restos y la pedacería de distintos grupos criminales —en especial, de Los Zetas, que tuvieron una presencia inmensa en la zona de Veracruz y Oaxaca— y quedándose con los contactos colombianos.
A mediados de la década pasada se metió de lleno en la pugna por el corredor que une ambos estados. Sin embargo, fue apenas tras las desapariciones de enero pasado que su nombre emergió. El Playa ya tenía para entonces, según reveló el periodista Miguel Ángel León, hasta un corrido que ensalzaba sus triunfos, “Con olor a Ferragamo”, y cuyo primer verso es el siguiente: “Con olor a Ferragamo no hay mujer que se resista; lo traen bien abrazado como si fuera artista”.
El corrido dice: “para todos soy El Playa”, “oficinas tengo muchas” y “con el iPhone me organizo”.
Era absolutamente exacto.
El 3 de septiembre pasado fue detenida, en un filtro ubicado en León, Guanajuato, una camioneta blindada. Adentro iban hombres armados. Se identificaron como guardias de una empresa de seguridad privada radicada en Puebla. Dijeron estar al servicio “de un contador”.
El “contador” descendió de la unidad y mostró una credencial del INE a nombre de Rafael Villarreal, con domicilio en Las Brisas, Acapulco. Una fuente del estado afirma que personal de la Agencia de Investigación que investigaba operaciones de narcomenudeo en el Bajío lo reconoció como uno de los objetivos criminales relacionados con delitos de alto impacto.
Se le dejó seguir, en tanto su fisonomía era corroborada. Quince minutos más tarde la fiscalía de Veracruz, en donde tenía orden de aprehensión, hizo llegar una foto suya. Lo alcanzaron más adelante.
Y ocurrió algo sorprendente: El Playa se negó a abrir la puerta, se negó a bajar. Le leyeron sus derechos detrás de los cristales blindados. Pero siguió negándose a bajar. Entonces, los agentes de la AIC y de la Secretaría de Seguridad, apoyados por la Guardia Nacional, mandaron traer una grúa y remolcaron la camioneta hasta la fiscalía.
El Playa no dejaba de hacer llamadas. Tampoco, de mandar mensajes de texto. Finalmente, accedió a abrir la puerta.
Quienes tomaron parte en la detención afirman que su teléfono debe conservar información relevante, pues una de esas llamadas se hizo a una autoridad federal con sede en la ciudad de México.
Itiel Palacios vivía “con olor a Ferragamo” en colonias exclusivas de León. Allá mantenía estrecha relación, familiar y de negocios, con importantes empresarios del calzado.
“Yo de aquí ya no me bajo, ya me acostumbré a la cima”, dice la letra de su corrido. Parece que ese verso no se cumplirá, aunque nunca se sabe: la fiscalía de Veracruz protestó porque cuatro de sus colaboradores fueron liberados por una jueza de control que primero consideró que había elementos suficientes para fincarles responsabilidad, y más tarde, repentinamente, “modificó su criterio” y los dejó en libertad.