La masacre de la Barona
Había al menos 100 personas. Los sicarios abrieron fuego sin distingos. Hicieron blanco sobre 22 personas. Ocho murieron, otras 14 resultaron heridas
En el lugar se localizaron 39 cartuchos de fusil, de los calibres .223 y 7.62. Dos camionetas de color oscuro se habían internado en calles de la colonia Antonio Barona, en Cuernavaca, Morelos. Los tripulantes se detuvieron frente a una parada de transporte público y abrieron fuego contra tres jóvenes que se encontraban ahí.
A continuación, los sicarios volvieron a sus fusiles y barrieron a los asistentes a un velorio que se llevaba a cabo en la calle Lázaro Cárdenas, número 53. Los funerales eran tan concurridos que muchos de los dolientes se encontraban en la calle.
Velaban a un joven de 16 años que se había matado en un accidente de motocicleta.
En el domicilio del ataque fue asesinado en mayo de 2016 un hombre llamado Eder Alejandro Umaña Umaña. En una tienda de abarrotes ubicada a un lado acribillaron en julio de 2019 al tío del joven que ahora estaban velando: Cristino Jiménez Gómez.
Otros familiares del difunto habían sido detenidos alguna vez por delitos contra la salud. De hecho, la pareja sentimental de una de sus hermanas es considerado hoy uno de los líderes más relevantes del penal de Atlacholoaya, según reportan autoridades estatales.
En el velorio del joven que se había matado a bordo de la moto, había al menos 100 personas. Los sicarios abrieron fuego sin distingos. Hicieron blanco sobre 22 personas, muchas de ellas inocentes. Ocho perdieron la vida, otras 14 resultaron heridas.
Esto sucedió unas horas después de que el presidente de México informara en su segundo informe de gobierno que en este país se habían acabado las masacres. Ocurrió en el estado a cuyo frente se encuentra un aliado del presidente López Obrador, el gobernador peor evaluado del país, el exfutbolista Cuauhtémoc Blanco.
Los asistentes al velorio se lanzaron a la acera. Los agresores “dispararon hasta que se quedaron sin balas”, según información recogida por EL UNIVERSAL.
El jueves 3 de septiembre, en la misma calle y en la misma colonia de la masacre, fue ejecutado el colombiano John Fredy Cataño Tobón, conocido –previsiblemente– como El Parcero. Acababa de bajar de un taxi Nissan Versa. Se dirigía a una estética a la que había apresado con el método de extorsión conocido como “gota a gota”.
Se le acercaron dos hombres en moto. Le dispararon al chofer, que antes de morir iba a tener una agonía de 30 horas, y también a él, que intentó huir. Le dieron un tiro en la cabeza.
Se supo más tarde que El Parcero era uno de los sicarios que tomó parte en la masacre de la Barona. Formaba parte de la estructura criminal de Francisco Javier Rodríguez Hernández, conocido como El XL o El Señorón (en abril pasado se relató sobre ese personaje en este mismo espacio http://eluni.mx/slvkta6mj), un aliado del Cártel Jalisco Nueva Generación que emergió con fuerza tras la detención de Santiago Mazari Miranda, El Carrete, líder Los Rojos, y quien hoy sostiene a una guerra que ha teñido de sangre las calles de la zona metropolitana de Cuernavaca contra un grupo asociado a la Familia Michoacana: Los Mayas, a cuya cabeza se encuentra Abel Maya.
El 5 de septiembre continuó el horror. Otro de los implicados en la masacre apareció en Jiutepec al amanecer de ese día. Los vecinos escucharon una ráfaga larga: más de cien disparos. Cuando la policía acudió encontró un cuerpo desmembrado y un mensaje que explicaba que la muerte había ocurrido por la participación de aquel hombre “en la masacre de la colonia Antonio Barona”.
Según el Diario de Morelos lo había sacado de su domicilio un comando que viajaba en unas 20 camionetas. A nadie pareció extrañarle que un convoy de esa naturaleza atravesara municipios y calles y colonias de Morelos. Nadie informó. Nadie preguntó. Nadie lo detuvo. Así son las cosas en el estado gobernado por el exfutbolista y aliado del presidente, Cuauhtémoc Blanco.
La víctima era integrante, también, de la célula criminal de El Señorón.
Masacres, ejecuciones, desmembramientos, y en el fondo: la guerra por la venta de “cristal” en un corredor que abarca la zona metropolitana.
Hoy leemos los testimonios de los padres de las víctimas inocentes de la masacre de Antonio Barona: muchos de ellos, jóvenes que simplemente habían acudido al sepelio de un vecino. Todas las armas empleadas esa noche habían tomado parte en otros hechos de violencia.
El padre de El Señorón fue policía municipal y estatal. El padre de El Maya fue policía de seguridad pública. La lucha entre los hijos es el retrato de un sistema de corrupción. El Señorón ha sido detenido tres veces, y tres veces ha sido dejado en libertado. La familia del Maya opera en Morelos desde los tiempos en que los reyes del estado eran Arturo Beltrán Leyva y La Barbie.
Hoy los dos están en guerra, mientras Morelos se hunde, el gobernador se hunde y el país también se hunde: en todos los estados de México es posible contar la misma historia.
Esta historia.
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