Hidalgo, padre también de la Revolución
Por los vaivenes de la lucha política en el siglo XIX, que poco o nada tenían que ver con la historia de Hidalgo, el padre de la patria fue inventado por sus descendientes, primero como un precursor de la república, luego como un adelantado de la causa liberal y, a la hora de la guerra de intervención, como el padre de inspiración violenta y sin cuartel que necesitaba la nación en riesgo.
Mientras su efigie crecía, reinventada y útil, se desvanecía la de Agustín de Iturbide como autor de la Independencia. El cura Hidalgo ganó después de muerto batallas que no dio. Su nombre fue bautizando plazas, pueblos y aún estados nuevos de la república.
Triunfante la República sobre el Imperio de Maximiliano, Ignacio Manuel Altamirano fraguó la siguiente renovación simbólica del ya invencible cura de Dolores.
En brazos de dos discursos de Altamirano, dice O’Gorman, “le llegó a Hidalgo su consagración más alta como divinidad rectora de la patria”, su condición final de “ídolo”.
“Cargado el acento geriátrico“, escribe O’Gorman, “y enterrado el mensaje de odio, vemos ascender a Hidalgo, entre guirnaldas e incienso, a los altares cívicos de la advocación del Divino anciano”.
“Fue su mocedad,” dice el orador, “entrega a la ciencia y a la belleza. Cautivó en la madurez el campo y la artesanía, y tocado de la mano del destino, ya anciano engendró a la patria con su inmenso amor de ciudadano, legislador y mártir”. “Solo con idolatría”, concluye Altamirano, “se paga a Hidalgo”.
Idolatría es la que siguió y sigue hasta ahora. Pero le faltaba a Hidalgo el rasgo que necesitaba para seguir su curso de héroe inexorable rumbo al siglo XX.
Fue el rasgo que le puso Justo Sierra al decir en las postrimerías del Porfiriato que lo importante de Hidalgo era que su revolución había sido “eminentemente social”.
Finaliza O’Gorman: “Ya algo de eso se había dicho, pero no así, ni en momento tan preñado, como que ya estaba en puertas la revolución maderista. He aquí el germen del nuevo Hidalgo, el de nuestros día, el profético precursor del programa revolucionario”: el inspirador de la Revolución Mexicana.
(Cito del discurso de recepción de O’Gorman a la Academia de la Historia, 3/9/ 1964: Nexos.com https://bit.ly/2NYCWTc: “Hidalgo en la historia”).