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ESTRATEGIAS

Cuatro años sin Don Benito

Caminaba lento cuando recorría el centro histórico de Cuernavaca para ir de su casa —por el rumbo de El Calvario— hasta el Palacio de Gobierno o Los Arcos, donde “cubría” cuanta rueda de prensa se encontraba. Sus preguntas las hacía pausadamente, ante la mirada incómoda de los reporteros “millenials” que desconocían su trayectoria.

Así era don Benito García Barba, siempre ataviado con traje de casimir como acostumbraban vestirse los abogados en su época. Falleció un 14 de septiembre del 2016, sin recibir el reconocimiento que se merecía. Lo más seguro es que cada vez que recorría el centro de Cuernavaca, Don Benito se transportaba mentalmente cincuenta años atrás, cuando todavía joven corría impetuoso tras las noticias que se generaban en las oficinas de gobierno, las que había que captar con una libreta y un lápiz y pasar al papel a puro teclazo en la máquina Olivetti.

Tal vez, al pasar por el edificio que hoy ocupa el restaurante La Malinche (ahí, en el callejón del Cubo) se veía a él mismo en 1948 cuando llegó a pedir una oportunidad para trabajar “de lo que fuera” en el periódico más importante en ese momento: La Voz de Morelos, y que don Pepe Gutiérrez le dio chance de quedarse, con la advertencia de que no había sueldo pero tampoco le cobraría por enseñarle lo que era el periodismo.

Lo único que el joven Benito quería era ser periodista como Salvador Santiago Saavedra Vara, a quien admiraba como lector pero más cuando lo conoció en persona: alto, bigotón, de carácter fuerte. Duró poco tiempo como mozo de oficina pues rápidamente demostró sus cualidades para la reporteada.

De La Voz pasó a El Avance, El Sol del Sur, El Informador, La Semana Gráfica, Zaeta y El Presente, entre muchos otros, hasta que se vio convertido en el decano de los periodistas.

Cuando platicaba con los reporteros jóvenes (hoy ya no tanto) siempre narraba la ocasión en que entrevistó al líder guerrillero Rubén Jaramillo, un año antes de que lo mataran. “Llegamos en un carro hasta donde terminaba la carretera. Luego seguimos a caballo y finalmente caminando, hasta el cerro donde se escondía el líder en unas como cuevas siempre protegido por hombres armados”. “Yo no sé para qué me entrevistas si nadie te va a publicar lo que te estoy diciendo”, le dijo Jaramillo después de darle toda una cátedra de las motivaciones de su movimiento. “Alguien la publicará, ya verá don Rubén”, le contestó el reportero García Barba. Y efectivamente, el único que se atrevió a publicarla fue el semanario Presente, de don Cristobal Rojas.

Ya en la época reciente, don Benito editaba una publicación sui géneris: el periódico 26 de agosto, que imprimía cada año en esa fecha para conmemorar un movimiento estudiantil por la autonomía de la máxima casa de estudios en el que él participó como alumno de la entonces escuela de Derecho de la Universidad del Estado de Morelos, en 1958. Ese movimiento estudiantil que surgió en 1958 concluyó nueve años después, el 27 de noviembre de 1967, cuando se promulga el decreto por el que se declara como institución autónoma y se publica su Ley orgánica.

A cuatro años de su partida, pocos fueron los que honraron su memoria. Uno de ellos fue Eusebio Gimeno, director del semanario Kronos, quien recordó que en 1997 Don Benito le sugirió que editara un semanario que llevara el nombre del Dios del Tiempo.

“Don Benito García Barba cuernavaquense sin par, periodista hasta el último día de su vida, religioso de gran fervor católico, decano de nuestro quehacer en su patria chica, el estado de Morelos. Murió alguien que se sabía la historia del panorama informativo de la entidad, al irse se llevó con él múltiples secretos de la vida social y política”, escribió Gimeno.

Uno de esos “secretos” que le contó Benito a Eusebio fue el que tiene que ver con las verdaderas causas del movimiento estudiantil de 1968, una versión que ya habíamos conocido en algunos libros. Le dijo que el creador y patrocinador del Movimiento Estudiantil de 1968 fue Carlos Alberto Madrazo Becerra, auspiciado por Adolfo López Mateos y que por eso Gustavo Díaz Ordaz mandó matar a Madrazo, cuando volaba a bordo de un avión de Mexicana de Aviación, que estalló en el aire con una bomba (oficialmente se dijo que el aparato se estrelló en el Pico del Águila en Nuevo León).

Y que entre los seguidores de El Ciclón del Sureste, aquí en Morelos uno de los más entusiastas fue el entonces gobernador Emilio Riva Palacio, quien fue atacado por el diazordacismo. Gracias a él pudimos saber más de la vida del decano del periodismo morelense, en virtud de que ambos tomaron un curso de narrativa y don Benito hizo una especie de autobiografía que compartió a sus compañeros de mayor confianza.

Ahí relataba cosas muy íntimas, como que estuvo enamorado de una mujer joven, descendiente de una familia muy rica, estudió con ella desde la primaria, fue su amor platónico, el gran amor de su vida, pero la acaudalada familia de la joven lo despreció por no tener fortuna e hicieron todo lo necesario para terminar con esa relación. Un tiempo se refugió en el alcohol como vía de escape, luego rectificó pero ya nunca se casó, ni volvió a pretender a otra mujer para convertirla en su esposa, según Kronos. Por eso nunca tuvo descendencia y su única casa, que heredó de su madre, se le quedó a sus sobrinos. De todos modos, a Benito no le importaba lo material. Era feliz con su pensión como burócrata y reporteando todos los días, hasta que el creador lo llamó a cuentas. “Benito, amigo descansa en paz, aunque tu espíritu nos rondará por esas calles del Centro Histórico como un fantasma que nos cuida. A lo mejor algún día, cuando andemos pasados de copas te podremos volver a ver, y escucharemos algunos más de los secretos que te llevaste al más allá. Hasta siempre Don Benito hijo ilustre de esta tierra… ”, escribió Eusebio Gimeno el 14 de septiembre del 2016. Desde este modesto espacio hacemos un reconocimiento y a la vez homenaje a don Benito García Barba, a cuatro años de su desaparición física, por su invaluable aporte al periodismo morelense. HASTA MAÑANA

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