Quién manda aquí
Hoy sabemos, sin lugar a dudas, la respuesta a la pregunta que robó cámara durante un video grabado por el entonces presidente electo Andrés Manuel López Obrador, a finales de octubre de 2018.
¿Quién manda aquí?, el ensayo escrito por el expresidente español Felipe González, había sido colocado en la cima de una pila de libros, a un costado de la silla desde donde hablaba López Obrador, en la llamada casa de transición de la colonia Roma, al lado de una bandera con el águila juarista al centro.
Dejar claro quién manda ha sido un objetivo central del mandato de López Obrador, resuelto a acumular poder y demostrar que la Presidencia de la República no es un mero adorno, sino el timón de la vida pública.
La etapa de Congreso dividido que caracterizó a la política nacional entre 1997 y 2018 forzó a los cuatro predecesores de López Obrador a negociar con la oposición y aceptar que la Presidencia todopoderosa que caracterizó a la era del partido de Estado había dejado de existir.
Esa etapa de la historia se dio a conocer por el dominio del Ejecutivo sobre los otros dos Poderes. Su declive había sido marcado por el fortalecimiento del Legislativo y el Judicial, que no tardaron en hacer sentir al Presidente que ellos también mandaban.
Pero entonces vino la elección de 2018, que no sólo dio el triunfo a López Obrador, por un cúmulo de votos nunca visto en la historia del país, sino le permitió hacerse del control del Congreso, con lo cual ha cambiado leyes a su antojo.
Claro, le faltaba el Poder Judicial, cuyos integrantes no los decide la democracia directa. Pero eso no desanimó al Presidente. En una serie de movimientos, logró que la Suprema Corte fuese presidida por el ministro que él deseaba, y luego obtuvo la renuncia de uno de sus integrantes y el nombramiento de otros tres.
Con eso, dejó a la Suprema Corte con un equilibrio a su favor, cosa que se acabó de demostrar ayer, cuando, por una votación de seis a cinco, el máximo tribunal dio gusto a López Obrador al aprobar su propuesta de realizar una consulta popular –figura regida por el artículo 35 constitucional– para que la ciudadanía diga si se debe investigar a cinco expresidentes de la República.
La decisión resultó sorpresiva porque la enorme mayoría de los expertos constitucionalistas reprobaron la propuesta de consulta desde que ésta se dio a conocer, cosa con la que coincidió el ministro Luis María Aguilar, encargado de elaborar el proyecto que ayer fue sometido a votación en el pleno.
Pese a los argumentos muy sólidos de ministros como Norma Lucía Piña, Javier Laynez y Fernando Franco, la mayoría rechazó el proyecto y avaló la constitucionalidad de la consulta, luego de dos días de declaraciones del Presidente amenazando con deslindarse (sic) del Poder Judicial y enviar una iniciativa para reformar el artículo 35.
Con ello, López Obrador acabó por doblar a un Poder que aún no se había mostrado como incondicional y se había cuidado de no portarse tan sumiso como la mayoría de los legisladores.
La aprobación de la consulta, que, de acuerdo con la Constitución, tendrá que realizarse el domingo 1 de agosto (a menos de que el Presidente esté dispuesto a torcer aún más las formas y maniobre para que se lleve a cabo el día de las elecciones, como él quiere), abre una serie de interrogantes.
A saber: ¿Qué pasará si la mayoría de los votantes dice que no se deben esclarecer “las decisiones políticas tomadas en años pasados por los actores políticos”, como al final dejó la pregunta la Corte? ¿Qué sucederá si la consulta no alcanza la participación de cuando menos 40% para ser vinculante? En caso de alcanzarse la participación mínima y si la mayoría vota por el sí, ¿será vinculante para la Fiscalía General de la República? En caso positivo, ¿qué pasará si la FGR no logra acreditar la presunta comisión de delitos o éstos ya prescribieron? De aquí al 1 de agosto, ¿los expresidentes pueden andar tranquilamente por la calle o dedicarse a preparar su defensa legal?
Hoy, la única certeza es quién manda aquí. Y de ahí se deriva que haya muchos ‒porque algo deben o porque les faltan tamaños‒ que no dudan al plegarse a la voluntad de un solo hombre.