Confirma el INEGI: nos desaceleramos
El INEGI dio a conocer esta semana un indicador económico que va a ser quizás uno de los más importantes que produzca: el Indicador Oportuno de Actividad Económica (IOAE).
Pocos países tendrán un indicador tan oportuno de la actividad económica general, lo que nos permitirá conocer con mucha antelación el sentido en el que se mueve economía, y con ello tomar decisiones más informadas en los negocios de todos los tamaños, así como por parte de las familias.
Los dos primeros datos que se dieron a conocer son los que corresponden a los meses de agosto y septiembre.
Permítame referirle la historia que nos cuentan estos indicadores que anticipan los datos del Indicador General de Actividad Económica (IGAE) y por tanto los del PIB.
La caída del IGAE este año comenzó desde el mes de febrero, con un retroceso de 0.6 por ciento respecto a enero y luego en marzo de 1.2 por ciento respecto a febrero.
Sin embargo, el desastre llegó en abril cuando se produjo un desplome de 17.5 por ciento respecto a marzo.
Las medidas de reducción de la movilidad que se establecieron y que obligaron al cierre de los negocios produjeron esta contracción histórica que se agravó aún en mayo con otra caída de 2.4 por ciento.
En junio comenzó el periodo de la llamada “nueva normalidad”, con la cual empezaron a abrirse negocios, y con ello cambió la dirección de la actividad económica. En ese mes se dio un alza de 8.8 por ciento en el IGAE, que reflejó el “rebote” tras la reapertura.
Ese mismo proceso continuó en el mes de julio, con otro incremento de 5.7 por ciento.
Sin el nuevo indicador que nos dio a conocer esta semana el INEGI, tendríamos solo esos datos. Pero ahora ya podemos observar cómo van las cosas en el periodo más reciente.
Sabemos que en el mes de agosto hubo un nuevo crecimiento de 2.0 por ciento y en septiembre otro 1.1 por ciento.
Como usted puede observar de manera clara, el crecimiento se está desacelerando.
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El nivel de actividad económica sigue por abajo en 4.5 por ciento respecto al nivel de marzo, antes de que se produjera el cierre de los negocios.
Si la comparación es anual, más bien la caída es de 6.9 por ciento respecto al nivel de septiembre del año pasado.
Paradójicamente, pese a la desaceleración, los datos están resultando mejor que los previstos.
Con los datos que tenemos ya podemos anticipar el comportamiento del PIB en el tercer trimestre del año.
Tras la caída de 18.7 por ciento en el segundo trimestre a tasa anual, en el tercer trimestre el retroceso será del orden de 8.2 por ciento. Las expectativas indicaban que la caída podría ser del 11 por ciento.
Insisto, pese a la desaceleración, probablemente veremos una mejor estimación para el dato del 2020, que quizás vaya a alinearse a un nivel de un retroceso entre 8 y 9 por ciento en lugar de una caída de 10 por ciento, que es la cifra que hasta ahora se estimaba.
Sin embargo, otro posible cambio en las perspectivas probablemente corresponda a una revisión a la baja para el 2021.
La segunda ola de la pandemia ya no es una probabilidad sino un hecho. Lo que resta por definir es su intensidad y duración.
Con ello, se va a producir una caída en las previsiones correspondientes para el próximo año, en Europa, Estados Unidos y también en México.
No podemos imaginar que una aceleración de los contagios no vaya a afectar la recuperación. Lamentablemente nos va a pesar.
Con el nuevo indicador del INEGI, hacia la mitad del mes de noviembre tendremos oportunidad de calibrar cómo vienen las cifras del último trimestre del año y cómo apuntan hacia el 2021.
Ojalá nos equivoquemos, pero creo que pronto la desaceleración se puede convertir en una caída.