Pepito iba en un carrito tirado por su perro. El can llevaba una cuerda atada a sus atributos de animal macho, aparte de la soga con que tiraba del vehículo. El carrito tenía un letrero: "Patrulla de policía". Un transeúnte vio aquello y le preguntó a Pepito: "¿Para qué es la cuerda que el perro lleva en los testículos?" Respondió el chiquillo: "La estiro cuando quiero que suene la sirena"... El juez le aplicó una severa multa al ebrio que escandalizó en la vía pública. Farfulló el temulento: "Con todo respeto, su señoría, es usted un indejo". Impuso el juzgador: "5 mil pesos más de multa, por insultos a la autoridad". Seguidamente le preguntó al borracho: "¿Tiene usted algo que añadir?" Respondió el achispado: "Con esos precios no. Avíseme cuando esté en oferta, para venir a recordarle la mamá"... Rosibel charlaba con Dulciflor. Quiso saber ésta: "¿A dónde fuiste de vacaciones?" Contestó Rosibel: "A San Francisco". "¡Ah! Yo fui el año pasado, y dejé mi corazón en San Francisco". "¡Tonta! -le dijo Rosibel-. ¡Lo que yo usé allá me lo traje de regreso!"... Don Algón y don Moneto eran entrañables amigos, y además socios. Todo lo compartían: oficina, automóvil, incluso los favores de Rosibel, la exuberante secretaria que juntos contrataron. Cierto día se presentó un problema grave: la muchacha iba a ser mamá. ¿Cómo saber cuál de los dos era el padre? Como buenos amigos y socios acordaron compartir la responsabilidad. Se llegó el día en que la chica iba a dar a luz. En la sala de espera de la maternidad los dos aguardaban nerviosamente. Dijo don Algón: "No puedo más. Voy a salir al aire. Si algo sucede me llamas". En efecto, poco después llegó don Moneto, cariacontecido. "¿Malas noticias?" -le preguntó don Algón, alarmado. "Sí -respondió el otro abrazándolo-. Dame el pésame, amigo mío. Rosibel tuvo gemelitos, y el mío no sobrevivió"... Hay quienes piensan que México se nos está yendo de las manos, que se nos perderá. Auguran males que van desde un golpe de Estado hasta una revolución social. A pesar de que el optimismo es un lujo que hoy por hoy nadie puede darse en este país, yo no comparto ese sombrío pesimismo. Creo que, aparte de algunos extremistas radicales, la inmensa mayoría de los mexicanos queremos vivir en el orden, en la paz, y seguir buscando por la vía democrática un futuro mejor para México y los mexicanos. Sabemos que nuestras instituciones están llenas de lacras, de vicios y defectos; pero sabemos también que mantenerlas, y mantenernos en ellas, es la única manera de mejorarlas hasta hacer que sirvan plenamente al bien de la comunidad. Eso, y la participación de todos los mexicanos en la vida cívica y política, harán de este país una casa mejor para nosotros y para nuestros hijos... En tiempos de la Segunda Guerra unos soldados alemanes llegaron a una aldea francesa. La encontraron desierta, pues todos los habitantes habían huido del lugar. Permanecieron allí solamente un granjero y su esposa. El jefe de los soldados le ordenó al hombre: "Consíguenos comida". Respondió el granjero, tembloroso: "Nada más tengo medio pan, pero es para mi esposa". "Lo siento -dijo el germano arrebatándole el pan-. La guerra es la guerra". Enseguida le exigió: "Consíguenos de beber". "Sólo tengo media botella de vino -contestó el de la granja-. Pero es para mi esposa". Volvió a decir el militar: "La guerra es la guerra". Y le quitó la botella. "Ahora -le pidió- consíguenos mujeres". "Sólo quedó una en el pueblo -dijo el granjero-, y es mi esposa". El oficial se compadeció: "Está bien. Mis soldados y yo buscaremos en otra parte". "¡Hey! -gritó desde su cuarto la señora-. ¡La guerra es la guerra!"... FIN.