Amarrados a una vacuna que no llega
Las recientes tasas de contagio en Europa, las alzas en Estados Unidos, en México y en otros países han vuelto a poner todos los ojos en los laboratorios que están desarrollando la vacuna como la única manera en que podremos regresar a algo que se parezca al mundo del año pasado y que no siga deteriorando la vida económica y social en la manera en que lo ha hecho hasta ahora. Cada vez que algún político habla de la vacuna pone fechas, hace pedagogía sobre las fases clínicas, quiere dar alguna esperanza. La verdad es que cada una de esas fechas es apenas una esperanza, una aspiración, pero las cosas no son tan sencillas.
Esta semana, por ejemplo, Pfizer, una de las compañías más adelantadas en la última fase, dijo a sus inversionistas que la fase 3 va más lenta de lo esperado y no se ha podido hacer un análisis provisional de resultados, sobre todo porque no han tenido en los voluntarios suficientes infecciones para determinar la eficacia de la vacuna.
Otros como AstraZeneca o Johnson & Johnson han tenido que hacer pausas en sus pruebas cuando voluntarios han desarrollado reacciones inesperadas. Nada de esto es anormal.
Lo anormal es que tuviéramos una vacuna que pase todos los estándares de eficacia y seguridad en tan poco tiempo. Y sin duda esta vacuna se logrará en tiempos récord; los gobiernos, empresas y organizaciones del mundo están empeñados y comprometidos con ello, pero sin duda no los anunciados desde el verano. La OMS ha establecido mecanismos de compra y financiamiento que le permitirá repartir de manera justa las primeras vacunas hasta que se cubra a la población más vulnerable (20 por ciento). Quedará por ver cómo cada gobierno organiza sus aparatos de distribución y aplicación.
El doctor Anthony Fauci dijo esta semana que en Estados Unidos no ve “normalidad” hasta 2022.
En México, sin vacuna, no se ve cómo ni cuándo regresaremos a clases presenciales en las escuelas, con lo que eso significa para el desarrollo de los niños y jóvenes y para la actividad económica.
Ni se ve, gracias a la influenza y el frio, cuándo comenzarán los números a bajar.
Así, seguiremos atados a la esperanza de una vacuna a la que aún le falta un rato para llegar.
@puigcarlos