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SIN RODEOS

Si esto no es depravación, no sé qué sea

Nadie está exento de cometer faltas gramaticales, pero si las pifias proceden del Ejecutivo federal toman otra dimensión. Por ejemplo, no es poco importante encontrar 11 errores de ortografía en 10 renglones escritos por el Presidente en el libro de visitantes de la embajada de México en EEUU.

Tampoco es de poca monta escucharle decir que su mayor deseo es “reducir el número de personas fallecidas por el covid”. Sí, reducir el número de personas fallecidas, ¡vaya sandez! ¡Bueno, hasta López-Gatell, el genio cantinflesco encargado de mal-contar a esos muertos, salió con la perogrullada de asegurarnos “que los que fallecieron, pues ya fallecieron”!

Sin embargo, es más grave si los desatinos son respecto de la economía nacional. Ya van muchos, pero uno reciente es que para el Presidente y su gobierno “solo interesan los negocios públicos”, los demás no les merecen cuidado ni atención. Quiere así López Obrador presentarse como patriota ante los que trata como mascotas, esto es, el gobernante que con “honestidad valiente y republicana” se deslinda de los “turbios negocios privados” propios de “la mafia” que ha saqueado inveteradamente al “pueblo bueno”.

Pero las limitaciones que tiene de todo orden para ejercer el poder con rectitud, sensatez y eficacia no son la causa de tan grave desvarío, sino sus patologías; porque está bien enterado que más de 80 por ciento de la riqueza que se produce en México es generada por la iniciativa privada.

Son pequeños, medianos y grandes negocios, que no son públicos, sino cientos de miles de empresarios y decenas de millones de trabajadores los que unen talentos, esfuerzos y dinero en favor de la economía propia y nacional.

Más grave aún: no solo manifiesta desprecio hacia los negocios privados (de capital nacional y extranjero), sino que los asedia permanentemente, los estorba insistentemente y los acusa a toda hora de lo que le viene en gana. No hay una verdadera lucha —tan necesaria— contra la corrupción, sino la extorsión y el despojo que generan recursos al autócrata para “redimir al pueblo”. ¿Y el estado de derecho? Solo en el papel, porque el principal transgresor de la Constitución y las leyes es el gobierno federal, con el apoyo de sus chambelanes en el Congreso, que le prodigan, como dicen, lealtad a ciegas.

Eso y muchas claudicaciones más explican la vieja tragedia nacional (ahora con mayor concentración en el Poder Ejecutivo, y un simple cambio de bandidos).

Insisto: México está gobernado por la corrupción, la ineptitud y el cinismo. Al que hace 10 meses recibió a la pandemia “como anillo al dedo” (y ya van más de 100 mil muertos) hoy hace dengues en Palacio Nacional y decreta tres días de duelo en el país con la bandera a media asta.

Si todo esto no es depravación, no sé qué sea.

Ámbito: 
Nacional