Las verdades alternativas del caso Wallace
“Te va a pasar lo mismo que le sucedió a tu papá,” amenazó una voz masculina desde el otro extremo del celular. La hija de Hugo Alberto Wallace Miranda miró desconcertada a su madre, Claudia Muñoz Acosta, quien se hallaba a su lado. Luego, la llamada se cortó y al buscar el origen, la pantalla del dispositivo reportó que provenía de un número sin identificación.
Después de pensarlo durante varios días, Claudia Muñoz decidió buscar a la abuela de la niña, Isabel Miranda Torres. No solo quería contarle lo sucedido, sino explorar las razones de la amenaza.
La presidenta de la organización Alto al Secuestro, premio nacional de Derechos Humanos y paladín de justicia para decenas de víctimas, tomó con una frialdad inusitada la comunicación de la antigua pareja de su hijo.
Miranda no abrió siquiera la puerta para que ella le explicara la situación. Tajante, le sugirió que mejor acudiera ante las autoridades y también exigió que ni ella ni su nieta la volvieran a buscar. Maltratada por el desplante, Claudia intentó comunicarse también con una hermana de Isabel, pero de nuevo topó con pared.
La reacción de los familiares de su hija multiplicó una alerta activada meses antes de la amenaza, cuando un individuo llamado Sam Flores dejó un recado en Facebook para Claudia Muñoz con la siguiente sentencia: “Eres una pésima madre, Claudia, exponiendo a tu hija como lo haces. Pero ojo !!! Muchas cosas… se saben de ti y también de Ricardo Raphael.”
Resulta ingenuo desvincular los tres hechos: las amenazas por Facebook y celular, y el portazo de la señora Miranda.
Antes de que todo esto ocurriera, Claudia tomó la decisión grave y cargada de consecuencias de compartir conmigo una pieza de información clave en el caso de Hugo Alberto Wallace: un telefonazo que su ex pareja le hizo a la ciudad de Houston, durante el primer trimestre del 2007, para preguntar por su hija. Esta llamada habría ocurrido 20 meses después de la presunta desaparición.
Dicha comunicación es un evento más dentro de una larga cadena de hechos que sugieren pruebas de vida posteriores al supuesto secuestro y descuartizamiento del hijo de Isabel Miranda, fechados la madrugada del 11 al 12 de julio del 2005.
Destacan entre los episodios intrigantes ocho llamadas salientes del teléfono Nextel, propiedad de Hugo Alberto Wallace, realizadas entre las 9:00 am y las 21:15 pm del martes 12 de julio de 2005, es decir, después de que la supuesta víctima hubiese perdido la vida.
Entre otros, los destinatarios de estas comunicaciones fueron los primos Ricardo Gómez Medina y Geazul Ponce Julia. La última llamada saliente fue recibida en el teléfono fijo de Geazul Ponce y duró más de un minuto.
Ocho días después de la presunta muerte, la tarjeta Santander-Serfin de Hugo Alberto Wallace fue utilizada para pagar consumos en los establecimientos Liverpool y Seven Eleven de Perisur, así como en el restorán Los Arcos y en un parque donde se juega al Gotcha.
Con esa misma tarjeta se cubrió el servicio del sitio de encuentros amorosos Match.com los días 17 de octubre y 16 de noviembre de 2005. (Antes de la primera fecha, el cobro para este servicio no estaba domiciliado).
Tres meses después del presunto secuestro, José Enrique del Socorro Wallace Díaz, esposo de Isabel Miranda Torres, acudió a la Procuraduría General de la República (PGR) para denunciar que el 30 de septiembre del año referido, a las 13:13 horas, salió una llamada del teléfono Telcel, igualmente propiedad de Hugo Alberto Wallace, y tuvo como destinatario a un señor de nombre José García Sepúlveda.
Cuando la autoridad citó a Sepúlveda para que declarara, este individuo confirmó haber recibido un mensaje de voz de una persona desconocida, que por azar aún conservaba. Ahí, un hombre en estado de ebriedad decía: “Qué onda, mira ando hasta la madre güey, ya sé que te fallé, pero me vale verga, qué, aquí puto, qué onda güey, mírame aquí pisteando, güey, me vale verga, sabes qué güey, sabes quién me la jugó…”
Dos testigos pertenecientes al entorno de Hugo Alberto Wallace, Rodolfo Munguía López y Carlos Colorado Martínez, corroboraron ante la autoridad que, en efecto, se trataba de la voz de la supuesta víctima.
José Enrique del Socorro Wallace también reportó ante la PGR que, además de la llamada a Sepúlveda, alguien estuvo consultando el buzón del teléfono Telcel de Hugo Alberto Wallace durante los meses posteriores a su presunta desaparición.
Isabel Miranda Torres ha intentado desvirtuar el conjunto de pruebas aquí señaladas con argumentos francamente endebles que, sin embargo —acaso por el poder que tuvo— los jueces consideraron con injustificada seriedad.
Es muy probable que Miranda Torres intente ahora también desestimar el testimonio de Claudia Muñoz, ofrecido el pasado jueves en entrevista para Milenio Televisión donde, entre otros temas, abordó la peculiar llamada de 2007.
Mientras todo esto sucede, seis personas continúan en prisión acusadas de secuestrar y descuartizar a Hugo Alberto Wallace, así como de extorsionar a su familia por casi un millón de dólares. Pesan sentencias por más de 90 años sobre cuatro de ellas y todas llevan tras las rejas más de un cuarto de sus vidas.
Hay dos verdades alternativas respecto al caso Wallace: una que afirma y otra que niega el secuestro. La declaración reciente de Claudia Muñoz deja una de ellas sin piernas para caminar. La verdad que sobrevive debería ser la llave que abra la puerta de las cárceles donde se hallan Juana Hilda González Lomelí, César Freyre Morales, Albert Casillo Cruz, Tony Castillo Cruz, Brenda Quevedo Cruz y Jacobo Tagle Dobin. Todas estas personas afirman haber sufrido tortura y tratos inhumanos inenarrables con el objeto de que confesaran un crimen que, aseguran, jamás cometieron.
@ricardomraphael