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Urge la vacuna, y sin embargo…

Ningún tema es más importante para el planeta que la vacuna contra el coronavirus. Conjurar las amenazas sanitaria y económica pasa necesariamente por acelerar la inmunidad de las poblaciones frente a este agente que tanto afectó a la humanidad durante 2020.

Parece, sin embargo, que a una parte del gobierno mexicano no le corre prisa. Mientras las naciones del mundo cuentan ya con un protocolo de vacunación masiva, la Secretaría de Salud de México se ha colocado en la retaguardia.

Con el argumento de que “cualquier producto farmacéutico debe cumplir con los más altos estándares de ética y bioseguridad,” el subsecretario Hugo López-Gatell ha venido cuestionando los contratos de compra anticipada impulsados por la Secretaría de Relaciones Exteriores.

Hoy cabe preocuparse por la descoordinación dentro de la administración de Andrés Manuel López Obrador.

Debe reclamarse, en efecto, que no se haya diseñado y comunicado el protocolo de vacunación, y también que la Secretaría de Salud no haya solicitado una partida especial para adquirir los millones de vacunas que se requerirán en México.

Sorprende que la partida asignada para la compra de vacunas, prevista por la Cámara de Diputados para el presupuesto de 2021, sea idéntica a la de 2019. Alguien olvidó que el país tendría que invertir 36 mil millones de pesos el año próximo para contar con dosis suficientes.

Será la Secretaría de Hacienda la que, en su momento, salve la situación y vea de qué cajón tomará los recursos no previstos.

Pero el problema se complica peor cuando el doctor López-Gatell decidió embestir con argumentos cargados de duda las bondades de las tres patentes previstas para inmunizar a la población mexicana.

En septiembre de este año cuestionó la investigación de AstraZeneca, recordando que este laboratorio cometió en el pasado errores relacionados con otra vacuna diseñada contra el dengue.

Luego, el jueves 12 de noviembre, dijo que la vacuna producida por el laboratorio Pfizer no convencía debido a que el producto requiere una logística de refrigeración muy difícil de cumplir y, por tanto, no sería adquirido hasta que existiera en el país la infraestructura indispensable para almacenarla.
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Ciertamente el producto de Pfizer necesita congelarse a una temperatura de menos 70 grados centígrados, al menos cinco días antes de ser administrado. Sin embargo, Pfizer ofreció al gobierno mexicano que llevará su producto al punto de vacunación, lo cual liberaría al Estado mexicano de la responsabilidad que implica montar la presunta red de refrigeración.

El mismo jueves 12, el subsecretario López-Gatell desestimó también las bondades de la vacuna patentada por el laboratorio CanSino.

Según el subsecretario, este producto utiliza un vector denominado Adenovirus tipo (Ad5), el cual podría potenciar la contracción de VIH.

La fuente citada por López-Gatell no es un artículo académico, sino una carta publicada en la revista The Lancet. El texto está firmado por investigadores estadounidenses vinculados a la administración de Donald Trump.

De acuerdo con este texto, la administración del vector Ad5 a varones que sean seropositivos, y no estén circuncidados, podría propiciar la adquisición del VIH. El documento también afirma que no se cuenta con evidencia de que el vector Ad5 tenga efecto negativo en las mujeres.

La seriedad de la carta es muy poca porque no reporta un experimento científico replicable. En todo caso, los últimos ensayos que se están realizando en nuestro país podrían despejar la duda.

Se añade como problema que López- Gatell, también esta semana, arrojó desconfianza sobre los protocolos de ensayo que se están siguiendo en México. En concreto, acusó a la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (Cofepris) de cargar con problemas serios de corrupción. Es evidente que no confía en la honorabilidad del comisionado José Alonso Novelo para conducir este proceso.

Si la Cofepris, que por ley es la instancia responsable de validar la seguridad biológica de la vacuna, está herida por la corrupción, ¿quién entonces podría encargarse legalmente de tan importante tarea?

En la misma línea, López-Gatell descalificó las acciones emprendidas desde la Secretaría de Relaciones Exteriores con los laboratorios Pfizer, AstraZeneca y CanSino. En entrevista con La Jornada (10.11.15) explícitamente dijo que no era potestad de esa dependencia conseguir las vacunas, ni comprarlas, ni propiciar —de la mano de Cofepris— la realización de los ensayos.

Al buen entendedor, pocas palabras: López-Gatell quiere fuera de la política de vacunación contra el coronavirus a la Cofepris y a la Secretaría de Relaciones Exteriores; más concretamente, quiere fuera al comisionado Novelo y al secretario Marcelo Ebrard.

Cabe ahora preguntarse por qué la Secretaría de Salud no emprendió, por sí misma, la negociación con las instancias internacionales que han financiado el desarrollo de las vacunas, así como la compra anticipada que va a requerir nuestro país.

¿Por qué tampoco asignó presupuesto? ¿Y por qué no ha presentado, como ya sucedió en la mayoría de los países, un protocolo de vacunación masiva?

La subsecretaria de Relaciones Exteriores Martha Delgado me dijo en entrevista para MILENIO Televisión (12.11.20) que, según los cálculos que se han hecho en la mayoría de los países del globo, la vacuna contra el coronavirus estaría lista para ser administrada masivamente en enero próximo. En cambio, el subsecretario López-Gatell continúa insistiendo con que habremos de esperar entre tres y seis meses más.

La disputa por la fecha no es menor. Los días de diferencia dibujan horizontes muy distintos para el regreso a la normalidad.

¿Qué razón de fondo hay detrás de esta discordia entre las secretarías de Salud y Relaciones Exteriores?

Mejor no especular que se trate de un asunto de orden político o, peor aún, de una disputa de egos, porque eso sí que sería contrario a los más altos estándares de la ética.

@ricardomraphael

Ámbito: 
Nacional