Incognitapro

OPINIÓN DE LUIS R. AVELEYRA

SE VA EL SECRETARIO DE LA FUNCIÓN PÚBLICA

Luis R. Aveleyra

Con bombo y platillo, como si fuera la gran cosa, el hasta hoy Secretario de la Función Pública, cuyas contribuciones al combate de la deshonestidad y al desarrollo administrativo del país ni siquiera lo hacen merecedor de ser mencionado por su nombre, anunció su renuncia al cargo.

La verdad, es una de esas dimisiones que más bien causan pena ajena. Desde luego, las credenciales curriculares del hoy ex Secretario, pueden ser impresionantes para quienes son de su generación, pero en un país tan lastimado por la exacción de los servidores públicos, con muestras inefables de inmoralidad pública en todos los niveles del gobierno, en donde las prácticas de impudicia en los distintos órdenes son diarias, continuas, al grado que nos encontramos comparativamente hablando en similitud de los niveles de algunos países africanos, donde –entre el gobierno del doctor Ernesto Zedillo Ponce de León y el actual, México descendió más de 50 lugares en el ranking mundial de corrupción— la salida del titular de la Función Pública es algo tan irrisorio e irrelevante como su actuación al frente de esa dependencia federal. Podrá decirse que si no nos lo avisa, ni enterados.

Quién sabe que desaire hizo a alguno de sus críticos pues se mal expresó de ese funcionario en forma peyorativa diciendo que si “Enrique Peña Nieto no lo hubiese nombrado, Walt Disney lo habría inventado…

La verdad se esperaba mucho más de este joven, como también los mexicanos tuvimos la fallida esperanza en el gabinete presidencial mismo.

Cuando el Presidente Miguel de la Madrid creó la entonces Secretaría de Contraloría General de la Federación (SECOGEF) planteaba la tesis de la renovación moral de la sociedad. En ese entonces, se sustentó la tesis de un control centralizado. Los detractores de la idea esgrimieron como argumento que tal modelo no había funcionado pues el inventor original fue Venustiano Carranza y quien lo abrogó fue el presidente Cárdenas años más tarde, pero fue un intento por combatir la ya creciente corrupción en las esferas gubernamentales.

En su devenir como institución la hoy Secretaría de la Función Pública —nombre copiado por el gobierno panista del ministerio español de ese nombre— así como del modelo que amenazó con traer a cuentas a los peces gordos que más bien fueron charales de laguna, hoy no significa nada, absolutamente nada, es irrelevante para el ciudadano común que sufre no sólo los embates de la delincuencia sino de los agentes de la administración; carece de significado cuando los empresarios se quejan de que el antiguo diezmo, ahora es superior al IVA por comisiones indebidas que hay que sufragar; plantea un pesado lastre para el contribuyente porque el modelo de evaluación es más complicado y tortuoso que los de la Santa Inquisición y, porque tal parece que en México “… el que no transa no avanza…

Cuando se planteó la conveniencia o no de conservar la susodicha e inútil Secretaría de la Función Pública, se dijo que el tamaño de la Administración Pública mexicana requería de una dependencia controladora del ejercicio del gasto público, sin embargo, cuando usted común mortal lee en alguno de los tortuosos informes anuales que se han fincado responsabilidades por casi 20 mil millones de pesos pero lo que el erario recupera es menor de mil millones de pesos y que todo se pierde en papeleo, incidentes jurídicos con tan magra captación; que anualmente el gobierno gasta casi 400 millones de pesos en pagar despachos de contadores públicos auditores, que existe un cuerpo de Comisarios Públicos que quién sabe en resumidas cuentas para qué sirven; cuando el ciudadano común se entera que a parte en la Secretaría de Hacienda existe una Unidad de Evaluación del Presupuesto, pero, además cuando la corrupción pública muestra niveles de escándalo, de vergüenza que atestiguan el vacío moral que se vive, queda en el ambiente que el modelo de control del gobierno federal es exhaustivo, improductivo, oneroso pero lo que es peor, vergonzante para la patria. Sería menos deshonesto regalar ese dinero a los pobres de esta nación.

La corrupción como fenómeno social fue una importación española, ajena a las civilizaciones precolombinas mesoamericanas que la castigaban con la deshonra pública, la lapidación y otras penalidades, ahora sin embargo, es una plaga de nuestro tiempo. La prevaricación, el cohecho, la simulación y otras formas son mecanismos diarios que sangran a la nación, de ahí la reflexión de que el modelo anticorrupción de este país, es más de lo mismo, sin entender que la creciente deshonestidad es algo que se está convirtiendo en un problema toral para el gobierno cuya incapacidad para prevenirla es manifiesta.

En vez de dotar de mayores facultades a la onerosa e inservible Secretaría de la Función Pública, debía optarse por cambiar el modelo, por combatir realmente y extirpar las prácticas corruptas desde el fondo, pues la complicidad, el maridaje, el solapamiento de costumbres licenciosas son parte del común denominador de este gobierno cuya carencia de legitimidad real y descrédito son presentes a cada momento y en muchos de sus actos.

Abogado de profesión, el hasta hoy Secretario de la Función Pública, denota que nunca se nutrió ni recordó una de las más antiguas enseñanzas autóctonas que nos fueron inculcadas a muchos de nosotros desde la palestra de las modestas escuelas públicas, por humildes maestros pagados por el Estado mexicano, a quienes no tuvimos el privilegio de asistir a las aulas de renombradas instituciones extranjeras:

“Enseña a tus hijos cómo vivir, cómo respetar a las personas,

cómo se han de entregar a lo conveniente y lo recto, para evitar lo malo, huyendo con fuerza de la maldad, la perversión y la avidez.

[…]

“Recibe, escucha,…

“Con cordura  detenidamente mira las cosas,

Dicen que es este un lugar de dificultades, de mucha suciedad, de turbación,

Lugar sin placer, terrible, que trae desolación.

[…]

He aquí lo que has de obrar y hacer:

Aprende en reserva, en encierro y caja cerrada, lo que al irse, nos dejaron nuestros viejos, los de cara arrugada:

 

No vinieron a ser soberbios,

No vinieron a andar buscando con ansia,

No vinieron a tener voracidad.                                                                                                        

Fueron tales que se les estimó sobre la tierra

 

No con envidia ni con corazón torcido vendrás engreído,

Sino que harás bueno tu canto y tu palabra, con lo cual serás estimado y

Podrás convivir con la gente…”

 

Extractos de Filosofía náhuatl, enseñada por el maestro Miguel León Portilla.

 
 
Ámbito: 
Local