Una guía cursi que consiente a los criminales
Llamarle “opúsculo”, es decir, “obrita”, resulta exagerado, y si bien el documento aspira a ese tono, cabe esperar que no haya ido más allá la expectativa de sus autores o de quien se los encargó. Porque de su lectura se desprende, además de ese fallido intento de género, solo una lista de lugares comunes y corrección política más parecida a un catecismo, un listado de mandamientos propios de la fe de su presunto autor intelectual, por llamarlo de alguna forma.
En medio de la pandemia y la crisis económica, de la polarización social (la política es natural, a menos que se trate de “partidos amigos” tipo chinos o cubanos), el gobierno federal ha decidido distribuir en PDF una Guía ética para la transformación de México, con una presentación que se revuelca en los villanos tradicionales, el neoliberalismo y la oligarquía, y una veintena de mandamientos.
En el primero, “Del respeto a la diferencia”, reivindica el laicismo como principio fundamental del Estado. ¿Cómo? Pues entonces quién habrá encargado esto, me pregunto con sorpresa genuina. Sigue “De la vida”, con la obviedad de que es lo más valioso y puro rollo. “De la dignidad” versa sobre el llamado a no humillar a nadie y uno puede suponer que ahí entra una condena a quienes cultivan el reparto de sobrenombres a sus rivales. Quizá.
“Del amor” es acaso el apartado más cursi para dar paso a “Del sufrimiento y el placer”, con la original máxima de que “no hay mayor alegría que la felicidad de los demás”. Vaya. “Del pasado y del futuro”, palabrería extraviada, va seguido por el tema “De la gratitud”, concepto que con oportuna visión antepone al de “la ingratitud”.
En “Del perdón” pregona el reconocimiento de conductas indebidas y “De la redención” no ahorra palabras para plantear que criminales y corruptos lo que necesitan son “reflexión, educación y terapia psicológica”, no recetas conservadoras y autoritarias, como un castigo severo. ¿Quiubo?
El rosario continúa como si de un documento religioso se tratara hasta rematar con una alusión al Arca de Noé, a cuya botadura, decía Saramago, Dios no asistió. “No somos los reyes de ninguna creación sino pasajeros, junto con una diversidad de organismos, en un nave que viaja por la inmensidad del espacio”.
Seguro.
@acvilleda