El poder no se autolimita
¿Qué sucede en una república cuando el equilibrio de Poderes cede su lugar a la autocracia?
Gracias a los escritos de Cornelio Tácito, senador e historiador, contamos con un testimonio de los tiempos en que el Estado romano mantuvo sus instituciones republicanas relativamente intactas, aunque era gobernado por un emperador mediante poderes de emergencia.
En sus Historias y Anales –sus obras más importantes–, Tácito describe el papel que jugó el Senado durante el siglo I, desde el mandato de Augusto hasta el de Domiciano. Ese lapso comprende los periodos que gobernaron, entre otros, Tiberio, Calígula y Nerón.
Antes de los tiempos de Tácito, Roma había sido una verdadera república, que duró desde el destronamiento del rey Lucio Tarquinio, en el año 509 a.C., hasta el ascenso de Octavio, luego llamado Augusto, el primer emperador, en el 27 a.C.
La República se integraba por el Senado, al que originalmente accedían sólo patricios, pero que se abrió también a los plebeyos a partir del año 312 a.C.; la Magistratura, la jefatura del Estado que sustituyó a la monarquía y que recaía en dos cónsules electos, y los Comicios o asambleas populares.
El Senado sobrevivió el fin de la República, pero pasó a ser una institución decorativa. Durante el periodo que describe Tácito, los senadores se reunían, daban discursos emotivos y debatían los asuntos del día. Sin embargo, apunta el historiador, sus resoluciones no tenían destino alguno sin el “aliento del emperador”. En la práctica, las relaciones entre éste y el Senado se caracterizaban por un cuidado teatral de las formas.
De acuerdo con el catedrático estadunidense Timothy Joseph, quien ha estudiado la obra de Tácito, a éste le interesó reflejar la contradicción de un sistema republicano de jure que era autocrático en los hechos. Con pocas excepciones, los senadores competían por agradar al prínceps, incluso cazando reales o ficticias conspiraciones en su contra.
Uno de los más abyectos fue Séneca, quien quiso ver en el advenimiento de Nerón una manera de rectificar los errores del pasado y proceder al saneamiento del cesarismo. Escribió la famosa carta al Senado que justificaba al emperador por el asesinato de su madre. Cayó en el cinismo al sostener que el sabio debía evitar el esfuerzo inútil de oponerse al poderoso. Y terminó su vida desprestigiado ante sus pares y despreciado por Nerón, quien lo condenó a muerte, castigo que sólo pudo evitar suicidándose.
Pocos mantuvieron la dignidad ante los excesos de los emperadores. Entre ellos, Trásea Peto, quien abandonó el recinto, en protesta, cuando se leía la carta de Séneca. O Curtio Montano, quien, al condenar la avaricia de sus compañeros y su complacencia hacia el emperador, les preguntó: “¿Creen ustedes que Nerón fue el último de sus amos? Quienes sobrevivieron a Tiberio y Calígula pensaban exactamente lo mismo”.
La mayoría era como Eprio Marcelo, quien, a decir de Tácito, era el campeón de los acomodaticios, logrando sobrevivir a varios emperadores. Para él, la mejor estrategia política era “admirar el pasado y aceptar el presente; rezar por que haya buenos emperadores y tolerar cualquier fortuna que toque”.
Leyendo a Tácito, uno concluye que el poder sin freno tiende a volverse despótico y lo único que le pone límites son los políticos que se atreven a cuestionar sus excesos y arbitrariedades.
Quienes se mantienen sumisos o conciliadores creen que así prolongan su influencia y privilegios, pero éstos dependen enteramente del favor caprichoso del emperador. El propio Eprio Marcelo se pensaba a salvo, envuelto en su airada oratoria, pero un día lo alcanzó una acusación como tantas que él mismo había originado. Condenado como partícipe en una conjura contra Vespasiano, terminó su vida cortándose la garganta con una navaja.
BUSCAPIÉS
*De acuerdo con el Inegi, más de un millón de pequeñas y medianas empresas, que daban trabajo a 2.97 millones de personas, no lograron sobrevivir la crisis económica desatada por el covid-19. O no tuvieron acceso a alguno de los 1.23 millones de créditos que el gobierno federal otorgó como apoyo financiero a microempresas familiares o sí lo tuvieron, y como previeron algunos especialistas, pero los 25 mil pesos que les dieron no fueron suficientes para evitar la quiebra. Sólo 5.9% dice haber recibido ayuda. Peor aún, dos de cada tres empresas no pasarán de un año.