La suma de sus miserias no hace mejor a la oposición
Cosas veréis que no son sensatas y sin embargo ocurren. Ante la peor crisis del sistema de partidos que México haya visto, las miserias se suman creyendo que así superarán su indigencia.
No hay otro propósito, otra idea, otra estrategia o convicción. El líder empresarial de Coparmex, Gustavo de Hoyos, sintetizó en una frase la lógica imperante de la oposición: “Si no queremos que las decisiones más importantes... se tomen en La Chingada... apoyemos la consolidación de la alianza electoral que están impulsando PAN, PRI y PRD”.
Marko Cortés, presidente de Acción Nacional, añadió en este mismo sentido: “Hoy México no permite que demos tratamientos del pasado ante una realidad que apremia... cuidar la patria… antes de ser panista, soy mexicano y como mexicano voy a cuidar el interés nacional tope donde tope”.
La tragedia es evidente: México se quedó sin partidos. Estamos ante el reduccionismo a su máxima potencia.
La renuncia a los matices es total, también a la identidad, la historia y la trayectoria de cada fuerza política. Aún más escandaloso es el desprecio a la base militante respectiva que, si bien se halla diezmada, después de este despropósito se volverá inexistente.
Las deliberaciones entre el PAN y el PRI, por la candidatura a gobernador de Baja California, exhiben descarnadamente la mediocridad de las intenciones.
El PRI quiere como abanderado de la coalición opositora a Jorge Hank Rhon, acaso el sujeto con mayor poder corruptor de esa entidad fronteriza.
Heriberto Yépez, escritor tijuanense, pronunció hace años una sentencia perfecta: con el triunfo de Hank a la presidencia municipal “Tijuana se asumió sinceramente corrupta”.
Es difícil concebir que, con tal de arrebatar a Morena los votos de esa entidad, panistas y perredistas sean capaces de sumarse a una oferta política encabezada por un hombre acusado de asesinar periodistas, un júnior que hizo fortuna con los casinos y que, a lo largo de su biografía, ha contemporizado con líderes criminales de la peor especie.
Puestos a escoger, entre Hank Rhon y la Chingada, que cada uno se haga responsable de lo que supone para el futuro de la patria.
Están haciendo malas matemáticas los promotores de esta Corte de los Milagros. Hoy Morena solo tiene 32 por ciento de las preferencias. Si bien el presidente López Obrador cuenta con un respaldo que dobla esta cifra, su partido —que tampoco es un partido— despierta un entusiasmo limitado.
Esto quiere decir que las oposiciones tienen frente a sí un horizonte amplio para crecer a partir del mérito que pudiesen despertar sus propuestas.
En vez de ello, los líderes del PAN, del PRI y del PRD creen que sumando las preferencias que cada uno tiene en el presente, como por arte de magia, podrán sustituir la obligación de fraguar una acción política distinta y distinguible.
De acuerdo con la mayoría de los sondeos, el PAN arranca la contienda del próximo año con 17 por ciento de las simpatías y el PRI con 16 por ciento. De su lado, el PRD trae aproximadamente cuatro puntos.
No es cierto que una alianza de los tres partidos sirva para alcanzar a Morena. Los negativos que carga cada fuerza política también entran en la ecuación. De acuerdo con las mismas mediciones, 40 por ciento del electorado no votaría, en ninguna circunstancia, por el PRI. Entre esas personas hay un número importante de militantes y simpatizantes panistas y perredistas que, en el pasado, forjaron su comprensión del país luchando contra los Hanks y el daño que hicieron a la patria.
Hay sumas que restan y ésta que están articulando Marko Cortés (PAN), Alejandro Moreno (PRI) y Jesús Zambrano (PRD) aniquila, en vez de robustecer, a la oposición.
Entre panistas y perredistas se ha colado una idea perversa que usan para defender el error: creen que, si dejan libre al priismo, las bases del tricolor terminarán apoyando a Morena.
No se han dado cuenta que, si así fuere, mejor para ellos. Los candidatos provenientes del PRI restarían en vez de sumar al partido del Presidente.
Y, sin embargo, el bochinche avanza en Tlaxcala, Guerrero, Sonora, San Luis Potosí, Baja California y quizá en Sinaloa.
Precisamente el día hoy la discusión se pondrá buena dentro de Acción Nacional. En reunión de notables el debate versará sobre la posibilidad de que esos tres partidos acudan a los comicios del próximo año coligados en 150 distritos electorales, es decir, en la mitad del territorio disputado.
Afirma al gobernador de Chihuahua, Javier Corral, que se trata de una de las decisiones más trascendentes en la historia del panismo. De su lado, el senador Damián Zepeda, ex presidente de Acción Nacional, asegura que esta alianza podría ser la peor decisión de su partido.
Hay un último argumento que deberían sopesar: acudir juntos, alrededor de esta mágica ilusión, dejaría al electorado ante una alternativa muy pobre, votar o no votar por AMLO.
A la postre, el único que festejará el yerro será el propio Presidente, quien viene acariciando esta versión minimalista de la política desde que logró incluirse por primera vez en la boleta presidencial.
La patria se merece más que el mínimo denominador. El país se nos está yendo de las manos y no es porque estemos entre AMLO y el diluvio, sino porque estamos acosados por dos diluvios.
El país es enorme en su diversidad, abrumador en sus demandas, pluralísimo en sus causas, múltiple en sus intereses, coloreado en valores contrastantes, controvertido respecto a la ética pública y la moral privada de cada uno.
¿Por qué forzar una uniformidad que no existe?
Solo hay una explicación, triste y preocupante, detrás de esta alianza opositora: la precariedad de la oferta con que las opciones políticas —incluyendo Morena— llegarán al 2021.
Incapaces de provocar emoción y empatía hacia sí mismas, las opciones prefieren hacer política a partir del odio y el aborrecimiento hacia el adversario.
@ricardomraphael