Se odia por pensar diferente, opinar distinto, vestir de tal o cual manera; se odia por amar a iguales o desiguales, por el color de piel, la preferencia sexual y hasta por ser hombre o mujer. Incluso hay quienes odian la política y a políticos en tiempo electoral.
Así, gobernantes como Enrique Peña y Felipe Calderón —entre otros— han sido blanco de feroces campañas de odio, desatadas por “cometer el pecado” de ganar una elección al mesías. Por ello, manos perversas gastan carretadas de dinero en campañas de odio e intolerancia que buscan tirar del poder a Peña y Calderón.
Y es que para los profesionales del odio, para “los matones” por odio, la victoria y el éxito “se persiguen de oficio” y para ello no hay “libertad bajo fianza”.
La siembra y difusión de odio se ha convertido, incluso, en herramienta criminal de radicales y terroristas que hacen de la muerte de inocentes su objeto de venganza, como los matones del Estado Islámico.
Y es tal el escándalo que intelectuales como Umberto Eco lo cuestionan de manera pública. Eco dijo que “las redes sociales le dan el derecho de hablar a legiones de idiotas que primero hablaban solo en el bar, después de un vaso de vino, sin dañar a la comunidad.
“Ellos eran silenciados rápidamente y ahora tienen el mismo derecho a hablar que un premio Nobel. Es la invasión de los idiotas… y el drama de internet es que ha promocionado al tonto del pueblo al nivel de portador de la verdad”.
A su vez, el periodista y escritor Javier Marías —en entrevista y en un artículo para El País—, definió el fenómeno. “Internet tiene cosas maravillosas, pero hay algo novedoso: la imbecilidad por primera vez está organizada. Hubo imbecilidad siempre; imbéciles iban al bar, hacían públicas sus imbecilidades, pero es ahora cuando se organizan, con gran capacidad de contagio.
“Estamos en época de matones, que van propinando palizas por ahí. No solo los del Estado Islámico que matan, violan y esclavizan a quienes no comparten su puntillosa fe o hacen algo que les cae mal… también hay un matonismo incruento, que no cesa de propagarse y que ejercen grandes porciones de la sociedad desde los teclados de sus ordenadores.
“Son individuos que ponen el grito en el cielo por cualquier cosa, que se contagian y azuzan entre sí, que linchan verbalmente al que hace, opina o dice algo que no les gusta; que no “se cargan de razón” porque la razón suele estar ausente de sus cabezas, y que simplemente exigen y condenan”.
En horas recientes, por ejemplo, a propósito del “perdón de PeñaNieto” y del cumpleaños del Presidente, estallaron en redes sociales y en internet las “legiones de idiotas” y los “matones de redes sociales”.
¿Y qué proponen? ¿De qué se quejan?
No proponen nada, porque la imbecilidad es incapaz de proponer. Y se quejan de todo, porque son profesionales del odio y de la idiotez; les pagan por idiotas.
¿Dónde quedó, por ejemplo, el odio lanzado a Calderón, contra quien recaudaron firmas para que fuera sancionado por la CIDH? ¿Dónde quedó el “borracho” y todas las amenazas matonas contra Calderón? Hoy mismo, anónimos iniciaron una campaña en redes para denigrar a Calderón.
Y es curioso que los odiadores de Peña y Calderón callen sobre las pillerías de AMLO y su pueblo bueno.
A Peña Nieto le cuelgan todos los “milagros posibles”. No importa lo bueno o malo, tampoco si hay menos pobres, más empleo, si no hay inflación y si México es una de las economías más estables del continente. Nada importa, salvo el odio.
Odio que se convierte en votos.
Y es que muchos quisieran ver a México igual que Venezuela.
Y para eso las campañas de odio.
Al tiempo.