Vacunas: el espejo de Chile
Pasa el tiempo y queda claro que México no aseguró a tiempo las vacunas para su población. Hecho trágico, porque la única esperanza de contener la pandemia en países que, como México, manejaron mal la fase de las infecciones, es vacunar a su gente.
No tienen esta urgencia quienes contuvieron el virus en su fase infecciosa, como Nueva Zelanda, Vietnam o China, pero es cuestión de vida o muerte para quienes no lo hicieron, como algunos países de la Unión Europea, Estados Unidos y México.
Estados Unidos ataca hoy, a paso veloz, sus omisiones de la fase infecciosa y corrige sus errores vacunando. Vacuna a dos millones de personas cada día. Al terminar el verano, quizá haya alcanzado ya la inmunidad de rebaño, gracias a la vacunación a toda marcha.
La sorpresa mundial en vacunación es Israel, que rebasa ya 70 por ciento de su población vacunada. La segunda sorpresa mundial es Chile, que arrancó su proceso de vacunación masiva en los primeros días de febrero y 10 días después había vacunado a 6 por ciento de su población (contra el 0.56 de México o el 1.94 de Brasil).
Las razones del éxito de Chile son muy claras. El gobierno chileno compró el año pasado las vacunas que necesitaba para toda su población: 36 millones de dosis para 19 millones de chilenos.
Compró 12 millones de vacunas al laboratorio chino Sinovac, y el resto de Pfizer y AstraZeneca (Andrés Oppenheimer, The Miami Herald, https://bit.ly/3tZw4HC). El punto es que Chile compró las vacunas, no fue a negociar con gobiernos fraternos como Rusia ni hizo tratos de cooperación internacional para ver cómo gastaba menos.
La segunda razón del éxito chileno es que, una vez con las vacunas en la mano, el gobierno movilizó todos sus recursos, públicos y privados, federales, regionales y municipales para hacer una campaña de vacunación gratuita y universal.
Chile priorizó grupos de riesgo, pero no condicionó la vacuna a criterios políticos, económicos o ideológicos. El gobierno chileno no inventó, como el de aquí, unas brigadas de vacunación cuya impreparación es solo comparable con su tufo electoralista. El gobierno mexicano no anda cazando virus, como el chileno. Anda cazando votos.