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SERPIENTES Y ESCALERAS

Dos años ¿Qué sigue?

El viernes pasado Cuauhtémoc Blanco Bravo rindió su segundo informe de labores al frente del ejecutivo estatal; el formato del acto fue diferente, virtual, como corresponde al momento de la pandemia. La parte central del discurso versó en torno a las acciones realizadas para controlar y combatir el covid en Morelos, así como las decisiones tomadas en un año que ha sido difícil para todos. El 2021 no será muy diferente al 2020, el coronavirus seguirá siendo un tema primordial para todos, pero en el caso del gobernador se añade un elemento extra: es año electoral.

Durante casi tres años la administración estatal ha vivido momentos complejos, con mucha presión y cargados de reclamos; llevar las riendas de un gobierno como el de Morelos nunca ha sido fácil: de 1994 para acá el panorama ha sido duro para los administradores del estado, cada sexenio se inician juicios políticos y todo el tiempo se habla de deponer al gobernador en turno.

Por muchas razones la gobernanza morelense es una de las más difíciles del país; políticos, analistas, empresarios, intelectuales, investigadores y en general todos los que observan o conviven con el ejercicio de poder en la tierra de Zapata describen a Morelos como un estado complejo desde todos los ángulos. “Trabajar o gobernar ese estado es un deporte de alto riesgo; si sobrevives a los morelenses estas listo para trabajar en cualquier lado” me dijo hace tiempo un alto funcionario de la presidencia de México.

La complejidad que existe en la tierra zapatista tiene razones: somos un pueblo que llevamos la revolución en la sangre, donde la gente es cálida, cordial y recibe con los brazos abiertos a quienes llegan de fuera, pero también reacciona de manera airada cuando algo no les parece.

El gobierno de Jorge Carrillo Olea marcó un antes y un después en la convivencia social y política de la entidad; su actitud indolente, su complicidad con grupos delictivos y el desprecio que siempre tuvo hacia la gente de esta tierra despertaron al pueblo revolucionario, hizo que los ciudadanos le perdieran el miedo al poder y le tomaran gusto a retar a las autoridades. El general priísta decidió enfrentarse con la gente y perdió.

De ahí para acá todo ha sido consecuencia: Sergio Estrada Cajigal supuso que se podía gobernar con ocurrencias y que dominaría la crítica bailando; en lugar de reconciliar al gobierno con los ciudadanos asumió que el poder era un juego y las instituciones su negocio: llamó a sus amigos y compartió el poder con personajes que a la postre lo condenaron.

Luego llegó Marco Adame Castillo, quien en un principio intentó darle una vuelta a la historia pasada y regresarle la seriedad al gobierno. Sus primeros pasos fueron sobrios y el reencuentro con la gente parecía ir por buen camino, hasta que surgieron las ambiciones de su esposa y los escándalos de sus hijos. El médico fue incapaz de controlar a su familia y por ellos perdió el rumbo; muy temprano comenzaron los negocios en el gobierno, las complicidades entre autoridades, las omisiones institucionales y al final, igual que su antecesor, terminó vinculado con la delincuencia.

El sexenio de Graco Ramírez ha sido hasta ahora el peor de todos: el tabasqueño disfrazó su personalidad para la campaña, pero en cuando ganó la elección volvió a ser el mismo de siempre. Desde el primer día de su gobierno el perredista mostró su intolerancia y su indolencia, fue soberbio y nunca se identificó con el pueblo al que representaba. Al segundo año reapareció su hijastro y las pocas cosas buenas que hizo se fueron a la basura: Rodrigo Gayosso y Elena Cepeda fueron depredadores y junto a José Domingo (el otro hijo) saquearon al estado. Lo peor del gobierno de Graco Ramírez, empero, no fue la corrupción gubernamental, ni la multimillonaria deuda que contrató con cargo a las siguientes tres administraciones, ni la protección que brindó a algunos grupos de la delincuencia organizada, sino la división social que provocó en el estado.

Con todo eso a cuestas inició el gobierno de Cuauhtémoc Blanco; la herencia del pasado y los errores cometidos en el presente se han convertido en una carga muy pesada para un hombre que tiene ganas de cambiar las cosas, pero necesita mucha ayuda para lograrlo. Al nuevo gobierno le tocó administrar las deudas del pasado y lidiar con las relaciones peligrosas que se establecieron en las últimas administraciones; aún no resolvía esos dos temas cuando comenzaron a surgir problemas propios. Y luego llegó la pandemia.

Al rendir su segundo informe de labores Cuauhtémoc Blanco está obligado a revisar el funcionamiento de su gobierno y el comportamiento de sus colaboradores; lo hecho hasta el momento no puede tenerlo satisfecho desde ningún ángulo, aunque digan que hay muchos problemas heredados. Es cierto que le tocó enfrentar un momento muy difícil con muy pocas herramientas, pero su historia personal y su trayectoria profesional siempre han estado llenas de retos. Lo que vive ahora no es diferente a lo que vivió en el pasado como futbolista.

La autocomplacencia nunca ha sido buena compañera de los gobernantes, suele ocultar los problemas y justificar fallas; quienes toman las decisiones de un estado casi siempre quedan envueltos en una burbuja creada por su propia gente, es un espacio que los aísla, que les oculta muchas cosas y altera la realidad. El primer círculo de un gobernante siempre es la barrera más difícil de romper, porque se convierte en una zona de confort de la que ningún gobernante quiere salir. Decirle que sí al gobernador y evitar a toda costa molestarlo o contradecirlo es algo común en los funcionarios.

Este primer tramo del sexenio tiene que servir al mandatario para medir los alcances de su gobierno y los resultados de sus colaboradores, para hacer una evaluación de lo que han hecho, pero sobre todo para revisar la manera como se actuará en la segunda mitad del sexenio, la parte más difícil de cualquier administración.

Un punto clave en este punto del sexenio es identificar el origen de los problemas, conocer las razones de los provocan e identificar en qué parte se han cometido errores. Ninguna administración es perfecta y en Morelos los últimos cuatro gobernadores han tenido que lidiar con los mismos conflictos; es que en este momento el futbolista puede darse la oportunidad de revisar las cosas, confirmar las acciones positivas y hacer lo que no hicieron sus antecesores en donde hay fallas: rectificar.

Gobernar no es una tarea sencilla, ni está libre de críticas; hacerlo en un estado como Morelos implica un esfuerzo doble, porque se trata de una entidad que en los últimos años ha estado bajo la conducción de malos gobernantes, lo cual ha provocado que la gente (justificadamente) este muy molesta y poco receptiva.

El segundo informe de gobierno de Cuauhtémoc Blanco debe ser un punto para que el gobernador revise el trabajo de sus colaboradores y los logros de su administración; el jefe del ejecutivo tiene que hacerlo por su propio bien y por el bien del estado, tomando en cuenta los logros, sin pasar por alto las fallas y anticipando los escenarios que se avecinan en el corto plazo.

Hacia afuera el acto de rendición de cuentas es un simple protocolo que debe cumplirse porque así lo marca la ley; hacia adentro es el punto que permite al ejecutivo evaluar a su equipo y tomar decisiones. Si no ocurre así, si no hay autocrítica y decisiones, de nada sirve cualquier cosa que se diga o haga.

Los primeros años de la administración de Cuauhtémoc Blanco han sido muy difíciles, pero los que vienen lo serán mucho más si no se atienden aspectos fundamentales para la gobernabilidad como el diálogo, la conciliación, la política y la comunicación.

posdata

Cuando los partidos políticos superen el proceso de selección de candidatos, lo que seguirá es la definición de las listas plurinominales.

Históricamente los lugares seguros eran para gente que al partido le interesaba llevar a las cámaras, figuras que podían ser o no rentables en las urnas, pero eran estratégicas y tenían que estar en la mesa donde se toman las decisiones.

En otros tiempos las primeras plurinominales eran para los Saucedos, las Maricelas, los Ruvalcabas, los Messeguer, los Adrianes, los Álvarez… aquellos que, además, tendrían la encomienda de coordinar a los grupos parlamentarios.

Esta vez las cosas pueden ser diferentes, porque aunque esa premisa sigue siendo válida, las nuevas reglas electorales podrían hacer que las cosas resulten diferentes. Explico: la ley de paridad implica que exista un balance en la cámara de diputados y ello va más allá de la obligación que tienen los partidos de postular mujeres; si en las urnas se eligen más hombres, las plurinominales serán para mujeres.

Más claro: puede ser que Gayosso se acomode en la primera posición de la lista plurinominal, pero si en los doce distritos ganan más varones, quien entrará por el PRD será la primera mujer de la lista. Y así en todos los partidos hasta que se cumpla con el principio de paridad. Ir en el primer lugar de la lista de diputados plurinominales ya no es garantía de llegar al congreso.

Dicho sea de paso: el hecho que históricamente ganen más hombres que mujeres cuando en la lista nominal hay más mujeres que hombres obliga a reflexionar por qué y por quienes están votando las damas morelenses.

nota

A partir de hoy Morelos vuelve al color naranja en el semáforo epidemiológico. El cambio tiene que ver con la capacidad hospitalaria y la disminución de muertes y contagios, pero estamos lejos de poder cantar victoria.

El riesgo de covid sigue siendo algo y mientras las cosas sigan así la situación no mejorará; más enfermos implica mayores restricciones y eso impacta de manera directa en la economía y el empleo.

Los gobiernos han hecho todo lo posible por frenar el ritmo de la pandemia, ahora es responsabilidad de cada uno cuidarse y actuar con responsabilidad para superar la crisis; el problema ya no es solo enfermarse, sino quedarse sin empleo o perder el patrimonio.

Dicen que no hay manera de curar a una persona que no se cuida; de la misma manera es imposible salir adelante como sociedad si no somos responsables.

post it

El comité estatal de Morena se puede enojar y maldecir, pueden acusar a su dirigencia nacional de pactar con las mafias del poder y expresar que se sienten traicionados porque los obligan a ir de la mano del PES en Morelos; la verdad es que todo esto pudo haberse evitado si los consejeros morelenses no hubieran dejado ir dos años sin hacer nada, si hubieran trabajado.

Hagan memoria ¿Qué ha hecho el CDE de Morena en dos años? ¿En qué momento se ocuparon de trabajar con su militancia y de identificar a sus liderazgos? ¿Cuándo alzaron la voz contra los errores del gobierno, las fallas de sus representantes en el congreso local o la mediocridad de sus diputados federales?

¿Debe ser muy incómodo para algunos morenistas que los obliguen a ir en una alianza que no quieren, pero en una reflexión fría, la culpa es también de ellos, porque antes de que el PES trabajara para concretar la alianza, los de Morena no hicieron nada?

Lo fácil cuando las cosas salen mal es echarles la culpa a otros.

redes sociales

Desde hace algunos años los haters acompañan a todos los gobernantes sin importar el origen de su partido, ni el trabajo que realicen. Criticar, ofender y descalificar a los hombres y las mujeres de la vida pública se ha vuelto un deporte nacional que socialmente sirve como pivote para despresurizar el ambiente.

Una mentada de madre por aquí, un meme por allá… todo cabe en las redes sociales, porque no es necesario probar nada, ni siquiera se tiene que dar la cara para hacerlo; es una de las maravillas de la libertad de expresión.

Espantarse de lo que se dice en las redes sociales es absurdo, sobre todo cuando la incomodidad proviene de cuentas falsas, sin nombre o creadas para atacar. Así como en el pasado reciente se hicieron famosos los Gracobots, hoy hay bots de todo y para todo, que aplauden u ofenden, que se lanzan en contra de algún adversario o se lanzan para tratar de generar una imagen de falsa popularidad.

Sabiduría de abuelo: “Las mentadas de madre buenas son las que se dan y se reciben de manera directa, las que tienen nombre y apellido. Las demás son injurias de estadio: se escuchan, pero no interesan a nadie”

Comentarios para una columna optimista: eolopacheco@elregional.com.mx

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