¡No Presidente, no haga de México dos bandos!
Cuando las mujeres marchan con inmensa indignación y dolor, el Presidente ordena un muro de acero en Palacio Nacional, afirmando: “No queremos heridos de ningún bando”.
Se confirma, otra vez, la pequeñez, enfermedad y pobreza moral del que sueña con ser venerado a perpetuidad.
Para él, todo lo que sucede en México se reduce a pugnas entre dos bandos: el de él —como jefe de la secta que le tiene “lealtad a ciegas”— y la de los perversos, sus enemigos que ahora “manipulan a las mujeres”.
Muestra así su absoluta incapacidad para gobernar con todos y para todos; y primero dejaría de respirar que de atizar odios y divisiones entre los mexicanos, esparciendo promesas, mentiras y dinero entre los más empobrecidos de la población. Con un cinismo sin límites ha embaucado, hasta hoy, a un gran número de gobernados.
Sí, hay que repetirlo: recibió un país de simulaciones y atropellos, pero los que votaron por él creyeron que les hablaba con la verdad, y que su “autoridad moral” abatiría la ignorancia, la pobreza y la violencia que azotaba al país. Se llamó: “Rayito de esperanza”.
Pues, a dos años de su llegada a la Presidencia, en todo estamos peor. Destruye todo lo que halla a su paso, y es un presidente deshonesto, mentiroso, fanfarrón y narcisista; sin ciencia ni consciencia para gobernar.
Miente al afirmar —en clara alusión a mi persona— que ahora pretendo presentarme como feminista. Que quede claro: no he sido ni seré jamás machista ni feminista. Soy un hombre que respeta la dignidad de las mujeres y su equidad frente a los hombres, lo que me legitima para sumarme siempre a su defensa.
Por haber buscado el voto, en 1994, convocando “a la muchachada y al viejerío” —lo que jamás implicó desprecio—, unos asnos me tildan de misógino. ¡Lástima que tales burros no puedan ni leer el diccionario para entender el significado de “viejerío”!; o de conocer el sinónimo que usó el gran poeta, López Velarde: “mujerío”.
No, Presidente, el que las desprecia, con su indiferencia y mal trato, es usted; el que les tiene miedo es usted; el que las segrega con muros de acero sin haberles dado la cara es usted; el que se recicla en su narrativa ignorando la cruel realidad que le están reclamando es usted; porque lo aísla su obsesión de que todo lo que no es en su favor es en su contra, y donde solo hay dos bandos.
Por eso las mujeres quedan afuera del muro de acero, resguardándose usted y su bando de criminales en Palacio Nacional.
Pero a las mujeres de hoy, en todo el mundo civilizado, ya les crecieron las alas y están decididas a volar por encima de vallas y de palacios, y superarán la cobardía e indiferencia de muchos “hombres” que no merecen llamarse así.
Sin las mujeres no hay vida humana, ni sociedad, y para mí no hay nada. Por eso, aunque les duela: ¡Vivan las mujeres!
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