La fundación de Tenochtitlan: demagogia, charlatanería y mentira
Hace unos meses, al anunciar los festejos que se llevarán a cabo a lo largo de 2021, y que incluyen entre otras cosas las conmemoraciones por los 500 años de la caída de Tenochtitlan y los 200 de la Consumación de la Independencia, la jefa de gobierno Claudia Sheinbaum leyó un texto extraordinariamente misterioso y confuso.
Según ese documento, “para cumplimentar las leyes cósmicas que regían el universo náhuatl”, México- Tenochtitlan tuvo dos fundaciones. La primera ocurrió precisamente en 1321, dijo Sheinbaum, cuando “la señora Quetzalmoyohuatzin” dio a luz en el pueblo de Mixhuca a un hijo llamado Contzalan.
Como Contzalan fue “el primer culhua-mexica de una generación libre del yugo de los culhuas dominadores de los mexicas”, aquel parto, según la jefa de gobierno, habría marcado la “fundación lunar” de la ciudad.
Dijo Sheinbaum que hubo otra fundación, “la anhelada fundación solar”, que habría ocurrido cuatro años más tarde, en 1325, “en el espacio que hoy conocemos como Plaza del Aguilita, espacio sagrado que los antiguos veneraron como el sitio en donde el águila dio la buscada señal de que ahí era el lugar de la fundación solar”.
Meses antes, el gobierno de Sheinbaum había informado que la llamada “fundación lunar” tenía como fin recobrar la importancia de las mujeres en la construcción de México y combatir “la visión patriarcal de la historia” que “ha negado sistemáticamente la presencia de las mujeres y su quehacer en impactos históricos”.
“La occidentalización” de la historia, se informó, había anulado la fundación lunar de México. La que había ocurrido en Mixhuca en 1321.
Varios medios interrogaron sobre la supuesta fundación lunar a algunos de los arqueólogos e historiadores más destacados de México. Eduardo Matos Moctezuma respondió que ninguna fuente histórica señalaba 1321 como año de fundación de absolutamente nada. Advirtió que quienes planteaban “el famoso 1321” lo hacían “para engancharse con 1521, 1821 y 2021, lo cual es manipular la historia”.
“Esa manipulación de la historia es peligrosa porque se hace con un fin político”, dijo.
Leonardo López Luján, quien lleva décadas excavando el Templo Mayor, recordó que Elizabeth H. Boone analizó 39 fuentes históricas y halló seis fechas distintas sobre el momento de la mítica fundación: ninguna de esas fechas coincidía con 1321, y algunas señalaban incluso años tan apartados que harían entristecer los ánimos celebratorios del gobierno de la doctora Sheinbaum: 1364 y 1366.
En la entrevista realizada por Reforma, López Luján señaló que desde hace 40 años se comprobó que en el valle de México hay asentamientos aztecas desde el año 1200 (la fase Azteca II).
Alfredo López Austin dijo que la historia con fines gubernamentales no era la historia que él trabajaba: “Yo prefiero la historia científica”, declaró.
Y con esto quedó dicho todo.
En su constante desmitificación del pasado prehispánico, Eduardo Matos Moctezuma ha sostenido que el mito del águila posada sobre un nopal pudo surgir incluso hasta 1427-1428, tras la caída de Azcapotzalco, cuando Izcóatl “inventa” una “nueva narrativa para dejar atrás la historia de sujeción de su pueblo”.
La respuesta del gobierno de la Ciudad de México a todo esto fue inaudita: “Ninguna verdad es absoluta”, indicó en un comunicado, e insistió en que “la fundación lunar” destaca “el papel de las mujeres en la construcción de este país”.
Queda claro que a costa de la “historia científica” de la que habla López Austin, existe la petición expresa de justificar un discurso político. Otro motivo para lamentarnos. Tuvimos los 200 años de la Independencia y los 100 de la Revolución y los dejamos ir sin que se hiciera nada verdaderamente importante (solo queda una costosa Estela de luz).
Tenemos ahora los 500 años de la caída de Tenochtitlan y del surgimiento de la ciudad que habitamos. Cualquier ciudad del mundo habría aprovechado la oportunidad única para pensar en grande: una biblioteca que contuviera los libros sobre la ciudad editados en 500 años; un museo que narrara el devenir de la urbe desde el primer día; coloquios, encuentros con especialistas de las dos orillas, ediciones conmemorativas…
Y sin embargo, no es extraño: en vez de la apuesta por el conocimiento se optó otra vez por la demagogia, la charlatanería y la mentira.
Se tomaron en serio que iban a creerles lo que fuera, pero no va a ser así. El futuro los mira.