El juego de las encuestas
Los estudios de opinión sirven para mucho más que para ver quién va adelante.
Los candidatos a las cinco diputaciones federales de Morelos iniciaron campaña el domingo pasado; quince días después lo harán los aspirantes a las 36 alcaldías que conforman el territorio morelense. Todos van a las calles con la intención de ganar y para hacerlo implementarán distintas estrategias; algunos apostarán por la estructura, otros harán campañas virtuales y muchos van a caminar a pesar de la pandemia. La constante serán las encuestas: a partir de ellas van a definir su estrategia.
Durante los últimos meses han circulado muchas encuestas contratadas por partidos políticos, pagadas por aspirantes o hechas a través de las redes sociales; cada una de ellas muestra una perspectiva de las cosas, algunas tienen método y son hechas de manera profesional; otras son para la autopromoción.
Las encuestas son herramientas de investigación que ayudan a la toma de decisiones, permiten a quienes las utilizan tener un panorama más claro de cierto escenario y conocer a detalle la opinión o el sentimiento de las masas. Hay varios tipos de encuestas y distintas formas de medir: existen empresas que realizan estudios muy serios, realizado bajo reglas metodológicas muy estrictas y también las hay a la medida, que dicen lo que el cliente quiere que digan.
Aunque útiles y mucho más efectivas que el “tanteómetro”, las encuestas, sobre todo las de corte político-electoral, no son infalibles y en los últimos años han fallado de manera recurrente porque se volvieron instrumentos de promoción personal, dejando de lado la confiabilidad que les concedió una enorme credibilidad hace más de una década.
Digámoslo como es: las encuestas a modo realizadas a granel y con resultados al gusto del cliente dañaron la confianza en este tipo de instrumentos e hicieron que los ciudadanos les tuvieran recelo. Los estudios de opinión se abarataron porque ahora cualquier persona con un mínimo de conocimientos estadísticos o con un diploma las realizan; luego está la guerra de las encuestas y el abuso de estas, lo que hizo que la gente dejara de responder con verdad a los encuestadores y por consiguiente hicieran fallar los pronósticos.
En muchas elecciones del presente milenio los pronósticos de las casas encuestadoras han fallado de manera escandalosa y en al menos dos procesos presidenciales ha aparecido lo que los especialistas llaman voto oculto. Esto, dicen los expertos, es el sufragio que no se manifiesta abiertamente por vergüenza o por temor, se trata de la intención de un votante que ya tiene decidida la manera como va a sufragar, pero no la dice o miente cuando le preguntan.
El contexto que rodea las elecciones del 2021 en México parece estar dando pie a un voto oculto que podría manifestarse de manera masiva en algunas regiones del país; ya lo vimos en las pasadas elecciones de Hidalgo y Coahuila y podría aparecer de nueva cuenta en alguno de los quince procesos gubernamentales, en la renovación del congreso federal o en cualquiera de los estados del país.
En Morelos las encuestas son el cimiento de varias campañas; casi todos los aspirantes han contratado empresas que midan la intención de voto de los partidos y el posicionamiento de los candidatos; algunos trabajan con despachos serios que realizan levantamientos profesionales, con todo rigor metodológico y entregan buenos resultados; otros van con encuestadores patito, como Marcos Pineda, que venden estudios por unos cuantos pesos y dan resultados que dejen contentos a sus clientes. Algunos más recurren a las encuestas de chocolate que se hacen en las redes sociales sin ningún tipo de valor científico, pero sirven para presumir y levantar el ánimo.
Los estudios electorales tienen dos objetivos: cuando son serios ayudan a diseñar estrategias, a fijar metas, definir líneas discursivas y trazar rutas de trabajo; por supuesto que para ello no basta con un solo sondeo, se requiere de varios realizados desde diferentes ángulos y en distintos momentos; estos ayudan a conocer el posicionamiento del partido y la posición de los candidatos, pero también para ubicar las necesidades de la gente, los espacios de oportunidad y el ánimo de los votantes.
Un segundo tipo de encuestas son para la promoción, muestran resultados favorables que colocan al candidato en la pelea con el fin de atraer a más votantes; la gente apoya a quien puede ganar y en los últimos años es común llamar al “voto útil”, que representa el sufragio efectivo a favor de quien tiene un verdadero chance de ganar. “No desperdicies tu voto en quienes están perdidos, mejor apoya al que realmente es capaz de alcanzar el objetivo”; para eso sirven las encuestas de promoción.
Varios candidatos a diferentes cargos de elección popular caminan en función de las encuestas; algunos, los más profesionales, trabajan con despachos serios desde hace muchos meses (algunos desde hace varios años) y tienen más claridad del escenario que rodea la competencia; el objetivo de una encuesta seria no es hacer sentir bien a quien la contrata, sino mostrarle la realidad que tiene enfrente. Otros las empiezan a hacer sin tener claridad absoluta de para qué sirven.
La coincidencia en todas las encuestas de los últimos meses es la simpatía que tiene el presidente Andrés Manuel López Obrador. Morelos ha sido y sigue siendo un estado obradorista que históricamente vota por la izquierda, pero donde el electorado no tiene ningún empacho en votar diferenciado. Todas las veces que AMLO compitió por la presidencia de México ganó en Morelos, pero no siempre ganaron los candidatos de su partido.
Este es un punto que los candidatos, los partidos y los estrategas de campaña deben tomar en cuenta: la gente aprueba el desempeño del presidente de México, pero no califica de la misma manera a su partido; Morena sigue teniendo la mayor intención de voto, pero no con el mismo porcentaje que López Obrador.
La ventaja de Morena en Morelos no deriva del trabajo que ha hecho el partido o el desempeño de los representantes populares de Morena; de hecho, si no fuera por la sombra del presidente López Obrador y porque ni en el país ni en el estado hay una oposición política sólida, el Movimiento de Regeneración Nacional estaría perdido en las próximas elecciones.
Estadísticamente hablando el Movimiento de Regeneración Nacional va adelante, pero salvo en el caso de algunos municipios específicos y con candidatos perfectamente identificados, el triunfo no es seguro, porque la ventaja es remontable. Veámoslo en retrospectiva: en el 2018 con Andrés Manuel López Obrador en la boleta y la ola obradorista en su mejor momento muchos candidatos de Morena ganaron, pero a diferencia de lo ocurrido en otras entidades del país en Morelos no hubo carro completo. ¿Pueden los morenistas tener mejores resultados sin AMLO en la boleta?
Las encuestas ayudan a quienes las usan a no caminar a ciegas, a conocer el camino que deben seguir, a entender a la gente e implementar estrategias correctas; en un proceso electoral como el que estamos viviendo ahora, con 23 partidos registrados y una enorme cantidad de candidatos, este tipo de estudios pueden servir también para identificar a aquellos personajes que aún sin posibilidades de ganar se pueden convertir en aliados al final de la campaña.
Para muchos actores políticos las encuestas sirven para el ego: las contratan a modo para que les digan lo que quieren escuchar, aún cuando no sea verdad. Otros, los menos, entienden que los estudios sirven para mucho más: les dicen en qué lugar se encuentran, pero sobre todo qué deben hacer para mejorar, que mensaje deben tener para que la gente los escuche y qué adversarios pueden volverse cófrades en el proceso.
Cualquiera puede mandar hacer una encuesta, pero no cualquiera la sabe usar.
posdata
Morena no va a ganar otra vez los cinco distritos federales, me dice un alcalde de Morena; es difícil que lo logremos porque en esos distritos vamos con candidatos muy malos, desconocidos y desconectados de la militancia. “Debimos ir con Alejandro (Mojica) y buscar un buen candidato en el cuatro; el del primer distrito (nunca recordó su nombre) es una ocurrencia y Brenda (Espinoza) no hizo nada en dos años, no sabe hablar y ya se peleó con todos los liderazgos de la región”. Hasta aquí el comentario del morenista.
El distrito uno con sede en Cuernavaca lo puede ganar Gabriel Haddad (PRI) o Daniel Martínez (PAN); el primero ya fue diputado local, es un empresario exitoso, bien relacionado con la sociedad y está haciendo una campaña muy profesional; el segundo es un joven que apuesta a la fuerza de su partido.
En la cuarta circunscripción la historia es otra: Morena va con una candidata sin carisma, sin capital político, sin aliados, ni trabajo legislativo que avale su reelección; enfrente tiene a dos personajes de mala fama, pero con mucha fuerza en la zona: Enrique Alonso Plascencia, un exalcalde que en el 2018 compitió por la vía independiente y fue detenido por su presunta autoría intelectual en un asesinato; va por Redes Sociales Progresistas, y Amado Orihuela Trejo: un exdiputado local y federal priísta relacionado en varias ocasiones con la delincuencia organizada que ahora compite por el partido Fuerza por México.
Las campañas que hagan los aspirantes a las diputaciones federales del primer distrito van a ser el complemento del trabajo que realicen los candidatos a la presidencia municipal de Cuernavaca; José Luis Urióstegui y Daniel Martínez Terrazas se van a complementar, Gabriel Haddad cargará con el lastre de Cipriano Sotelo y Jorge Argüelles se echará a los hombros al candidato desconocido de Morena.
Si el Movimiento de Regeneración Nacional ganara tres de las cinco circunscripciones federales de Morelos en las elecciones del 2021 no sería un éxito, porque en el proceso inmediato anterior se llevó carro completo; lo mismo puede decirse del congreso local y de los ayuntamientos. La competencia de Morena es contra Morena, las derrotas que sufra en las urnas el Movimiento de Regeneración Nacional no serán por el trabajo de sus adversarios sino por los errores que han cometido.
nota
Si no sucede algo extraordinario, la contienda por la presidencia municipal de Cuernavaca se va a definir entre Jorge Argüelles Victorero, candidato de la coalición Morena-PES-NA y José Luis Urióstegui Salgado, abanderado por el PAN y el PSD. Detrás de ellos hay que observar al exgobernador Sergio Estrada Cajigal, quien va por Fuerza por México y al exdiputado Matías Nazario, que cometirá por el Movimiento Alternativa Social.
Los dos punteros de la contienda deben observar a su alrededor y comenzar a trabajar en las alianzas que en el último tramo de la elección les ayude sumar votos: muchos de los contendientes se van a quedar en el camino y dependiendo de los acuerdos, pueden declinar a favor de otro candidato. Las declinaciones no representan una suma aritmética de votos, pero por distintas razones son importantes para el resultado.
Tengamos en cuenta algo: la del 2021 es una elección intermedia, habrá menos participación electoral y los votos se van a dividir entre 19 candidatos; ergo: la elección se ganará con menos votos.
¿Ya lo vieron?
post it
De todos los candidatos que van a la competencia en la capital de Morelos el que más trabajo de calle tiene es Matías Nazario; el exdiputado ha caminado mucho la ciudad, sabe tejer alianzas, tiene recursos económicos y conoce el territorio. Su reto es mayor porque va por un partido pequeño, pero cada voto que consiga representa una inversión en su futuro político; incluso perdiendo gana, porque el partido es suyo.
De los 19 aspirantes Matías es el más experimentado. Pero… ¿Por qué se llevó como suplente a un personaje tan mediocre como Luis Miguel Ramírez?
El expanista tiene un récord en Acción Nacional: es el candidato que menos votos ha conseguido en una elección capitalina en los últimos 20 años.
redes sociales
Me lo dice un priísta: “Cipriano Sotelo es un caballo de Troya; no va a competir ni busca ganar, su objetivo era sacar al PRI de la contienda para que otro candidato pudiera ganar Cuernavaca. Así se acordó desde México, con Alito; fue un intercambio con Campeche”
¿Será?
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