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POLÍTICA ZOOM

¿Sacerdote de la moral pública?

Intrigado he leído la réplica que José Luis Vargas Valdez envió a la dirección editorial de este diario a propósito de mis críticas a su desempeño como magistrado presidente del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF).

De entre los argumentos que ahí expuso, hay uno que de plano despejó las puertas de mi curiosidad; me refiero al punto donde dice: “Ricardo Raphael considera que es ‘el deber ser’ al adoptar un papel muy trillado de sacerdote de la moral pública”.

He buscado en el arcón de mi consciencia lo que Vargas describe como mi convicción del deber ser y no estoy seguro de haber hallado lo mismo que él.

Temiendo que este magistrado pudiera expropiar, para sí, una cosa más que no le pertenece, me veo obligado —soberanamente— a dotar con mis propios significados ese “deber ser” que, en efecto, considero coherente con el cargo de presidente del TEPJF.

Creo con firmeza que quien sea distinguido con esa responsabilidad debería tener un modo austero y honesto de vivir. “Creo que no debería menospreciar la dignidad de sus colegas”

Creo también que no deberían pesar sobre él historias de corrupción que puedan ser utilizadas para manipular su desempeño como juez.

Creo que, como responsable del cuerpo colegiado al que pertenece, debería velar por la reputación del Tribunal y de cada uno de sus funcionarios. Creo que, en tanto que presidente, habría de asumir que su voz y la del tribunal suelen ser escuchadas como una misma.

Creo que no debería menospreciar la dignidad de sus colegas, tampoco suponer que votarán según él les ordene y mucho menos vender, política ni económicamente, aquellos votos que no sean los suyos.

No creo en los sacerdotes de la moral pública, pero sí en los liderazgos que, o bien la destruyen, o bien la edifican. Sirve mucho para construir moralidad pública la lealtad que se entrega a la comunidad a la que uno pertenece.

Zoom: Durante la sesión de la sala superior del TEPJF, José Luis Vargas podría enfrentarse a una sopa de su propio chocolate cuando sus pares decidan, por fin, otorgarle el lugar que se merece, que no es el de sacerdote, sino el de monaguillo trillado de la inmoralidad pública.

​Ricardo Raphael

@ricardomraphael

Ámbito: 
Nacional