Lorenzo Córdova vs. Arturo Zaldívar
En las últimas semanas han estado en el ojo del huracán los hombres que encabezan dos instituciones fundamentales para ser contrapesos del presidente de México. Sus estrategias de “contención” ante el agresivo poder de Andrés Manuel López Obrador han sido dramáticamente diferentes. También sus formas. Y desde luego sus resultados.
El primero es el presidente de la Suprema Corte, Arturo Zaldívar. Senadores de oposición que se sumaron a Morena para aprobar la prolongación de su mandato dicen que lo hicieron con la siguiente lógica: el ministro Zaldívar no es un obradorista radical, si dejamos que se vaya en el 2022, va a entrar un presidente de la Corte totalmente alineado con AMLO, incluso uno de los tres directamente nombrados por él, y entonces sí, adiós al Poder Judicial como contrapeso. En síntesis, la estrategia de Zaldívar de ser suave con López Obrador permitiría contener los impulsos presidenciales.
Me pregunto en qué ha beneficiado a la sociedad esta suavidad: ¿en que los sueldos del Poder Judicial no han bajado como en el resto del gobierno? ¿Eso? Pienso que sería más importante defender pública y vehementemente a los jueces que otorgan suspensiones ante los arrebatos autoritarios del presidente, quien pública y vehementemente los acusa de corruptos sin que ellos se puedan defender. ¿Ya descarriló las energías sucias y caras? ¿Lo va a hacer? ¿Va a detener las expropiaciones disfrazadas? ¿Paró la torpeza del aeropuerto de Santa Lucía? ¿Ya protegió a las comunidades afectadas por la destrucción ambiental del tren maya? Entre los logros de la interlocución suave Zaldívar-AMLO se presume que la reforma al Poder Judicial no fue redactada en la FGR sino en la Corte, con lo que se habría preservado la presunción de inocencia. Porque incluso lo de la consulta sobre los expresidentes tiene dos lecturas: que no tuvieron el valor de declararla abiertamente violatoria de la Constitución; o que tuvieron la sagacidad de avalarla con una pregunta que no es políticamente atractiva al grado que López Obrador ya no habla del asunto. En síntesis, el ministro Zaldívar no ha sido capaz de mandar una señal de qué cosas concretas hará para contener al presidente, como para argumentar su indispensable permanencia.
El otro es Lorenzo Córdova, presidente del INE. A diferencia del ministro Zaldívar, la estrategia de Córdova frente al presidente AMLO no ha sido de arreglos en lo oscurito sino de cierto grado de confrontación. Y aun cuando a diferencia de la Corte, no tiene la última palabra, y ha perdido batallas (como la de las mañaneras), acaba de meter un hat-trick: se cayó la candidatura de Salgado Macedonio, la de Morón y la sobrerrepresentación.
En las formas hay también un contraste. El presidente de la Corte facilitó el embate contra uno de los ministros hasta expulsarlo, validando la extorsión política desde Palacio; y en un monumental desaseo, su extensión de mandato se procesó por debajo del agua, en un sorpresivo artículo transitorio impulsado por un desconocido senador. En el INE ningún consejero ha sido destituido a pesar de las amenazas, y los tres goles Macedonio-Morón-sobrerrepresentación se procesaron ordenadamente dos veces en el INE y dos veces en el Tribunal.
Así visto, parece que la confrontación resulta mejor estrategia que la complacencia, si se trata de ser contrapeso ante el presidente más poderoso (y ambicioso de poder) de la historia reciente de México.