Canalladas y mentiras
El presidente López Obrador suele citar frases o títulos memorables que se le pueden revertir, como ayer en su mañanera cuando, al hablar de los panistas que quisieron sacar “raja” de la tragedia del Metro y decirles “zopilotes”, equiparó el oportunismo electorero con el libro Tiempo de canallas, de Lillian Hellman.
Nada en absoluto que ver.
Después de divorciarse del humorista Arthur Kober, la célebre guionista y dramaturga fue compañera intermitente del novelista Dashiell Hammett (autor, entre otras obras, de El halcón maltés), uno de los muchos intelectuales, como también ella, que fueron calumniados, perseguidos, encarcelados y expulsados algunos (como Chaplin) por el macartismo de la posguerra bajo la acusación de que eran comunistas.
Tiempo de canallas retrata el horror que vivieron los escritores y artistas liberales, izquierdistas y marxistas estadunidenses a mediados del siglo pasado, muchos traicionados por ultraderechistas de sus propios gremios (Ronald Reagan, por ejemplo, fue “oreja” del inquisidor comité senatorial, y delató a infinidad de actores, actrices y autores cinematográficos de Hollywood).
Lo que Hellman denunció en su Tiempo de canallas no es “politiquería” barata sino la cobardía colectiva y las patrañas propaladas desde el poder.
El título salió del fragmento en que la escritora evoca los años en que “el radicalismo y el antirradicalismo tenían en verdad muy poco que ver con los métodos sinuosos y miserables de McCarthy, Nixon y sus colaboradores para castigar a los comunistas, a los simpatizantes de los comunistas y a los que ni remotamente lo eran. Innumerables vidas estaban siendo destruidas y pocas manos se levantaban en su defensa. ¿Desde cuándo es necesario estar de acuerdo con alguien para defenderlo de la injusticia? La verdad lo convertía a uno en traidor, como a menudo sucede en tiempos de canallas…”.
AMLO también ha recordado que “una mentira repetida mil veces se convierte en verdad”, estupidez atribuida al ministro de propaganda de Hitler, Joseph Goebbels.
Quién sabe cuántas decenas de veces lo ha citado desde su primera postulación a la Presidencia y en sus conferencias mañaneras, pero quizá la frase sume centenares con las repeticiones hechas por algunos de sus seguidores, y sin embargo dudo no solo de que alcance ya el millar, sino del irracional sofisma.
Tan falaces como el imaginario “fraude electoral” en 2006 son las aseveraciones de que es el Presidente más “atacado” por la prensa desde Francisco I. Madero; que el Instituto Nacional Electoral es “el más caro del mundo” y no sirve para nada; que los medios “están obcecados en atacar al gobierno” que él representa porque defienden a “grupos corruptos”, se dedican “a mentir” y son lo más cercano al “poder conservador”, o que los intelectuales “orgánicos” son una runfla de reaccionarios “neoliberales” carentes de ética y enemigos del “pueblo”, o que desde hace un año “está domada” la pandemia.
Aguas entonces con lo que Selecciones llamaba citas citables…
Carlos Marín