El nuevo PRI
Hay razones para que el Revolucionario Institucional sea el partido más repudiado.
Han pasado más de veinte años desde que el Partido Revolucionario Institucional perdió la gubernatura de Morelos; las últimas dos décadas han sido de altibajos para el tricolor, tuvieron algunos momentos buenos en el año 2009 pero en general les ha ido mal en todas las elecciones del nuevo siglo. En la entidad hemos padecido administraciones terribles como la de Graco Ramírez y aún con un régimen tan repulsivo como el del tabasqueño el PRI no ha dejado de ser el partido más repudiado. ¿Por qué?
La debacle del priísmo no es exclusiva de Morelos, en muchos estados del país se vive la misma historia e incluso en sus bastiones históricos el PRI ha ido perdiendo terreno producto de los excesos cometidos por sus autoridades y de las malas decisiones tomadas por sus dirigencias.
El caso de Morelos tiene una peculiaridad que es conocida más allá de nuestras fronteras: el priísmo morelense es sanguinario, caníbal, afecto a la autoflagelación y sumido en una serie de vicios que poco a poco lo han ido dejando sin liderazgos, sin calidad moral y fuera de cualquier posibilidad de triunfo.
Un aspecto ha sido constante en las crisis que durante dos décadas ha padecido el Revolucionario Institucional morelense: sus cacicazgos. Los maricelos, los amados y los manueles han sido depredadores, a ellos se debe en parte la mala imagen de la institución y comparten la culpa de la división interna.
Unos y otros hicieron del partido una arena de lucha, un negocio, un prostíbulo; todos ellos hicieron a un lado el proyecto institucional y antepusieron sus intereses personales, casi siempre ligados al dinero. El partido dejó de ser un espacio de representación popular con representatividad para convertirse en un instrumento de poder y negocio que los dirigentes y sus grupos usaron para abultar carteras y negociar con el gobierno en turno.
La primera en hacerlo fue Maricela Sánchez, una modesta líder regional que se encumbró gracias a la simpatía que le tuvo el exgobernador Jorge Carrillo Olea; la primer Mari de esta historia tomó al PRI cuando perdieron el poder y en lugar de unirlo y reorganizarlo, lo hizo su negocio personal.
Junto a Sánchez Cortés apareció Guillermo del Valle, un personaje dicharachero que se mueve a la sombra de Maricela y que como dirigente estatal prolongó el reinado del grupo. A los maricelos (Guillermo incluido) se les ha acusado reiteradamente en el PRI de vender las candidaturas y negociar las elecciones, de sacar beneficios económicos de cada postulación y utilizar a la institución para fortalecer sus economía. El PRI dejó de ser gobierno hace veinte años, pero hasta este sexenio los maricelos no habían dejado de obtener dividendos económicos de los gobernadores.
La tercera pieza de este grupo es Maricela Velázquez: formada a imagen y semejanza de su madre, pero con intereses, ambiciones y estilos que rebasan a la primera Maricela, Mari Chica, como la conocen en ese partido, presume un fuerte liderazgo social aunque nunca ha ganado una elección; la única ocasión que ocupó un cargo de elección popular fue por la vía plurinominal y en el congreso de la unión fue reiteradamente señalada de llevarse una importante comisión económica por cada peso que bajaba del gobierno federal hacia los municipios.
El estilo político de los maricelos hizo escuela en el PRI y marcó las reglas de actuación en ese partido; frente a los maricelos aparecieron los Amados, encabezados por el exdiputado Amado Orihuela, quien formó un bloque político dentro del partido con el único propósito de arrebatarle el control institucional a esas mujeres y a sus maridos.
Desde la legislatura local Amado Orihuela logró hacerse del control del PRI, primero de manera directa y después a través de Alberto Martínez; ya con el manejo del partido la historia no cambió: los estilos, las formas y sobre todo los objetivos fueron los mismos, solo que los beneficiarios de los acuerdos eran otros.
Amado Orihuela dijo que quería presidir al tricolor para impulsar su renovación, para abrir espacios a nuevos liderazgos y reposicionarlo, pero una vez que controló el comité estatal lo primero que hizo fue construir su candidatura a la gubernatura acomodando a todos sus incondicionales en los demás espacios.
En medio de estos dos grupos hay un tercer personaje que también encabezó un grupo: Manuel Martínez Garrigós. El exalcalde capitalino fue presidente del PRI en un acuerdo político nacional luego de que le quitaron la candidatura a la gubernatura en el 2012. Manuel Martínez pudo haber sido gobernador, en su momento era el priísta mejor posicionado en la entidad y la imagen que emanaba su administración en Cuernavaca (en ese momento) no era mala, pero las circunstancias no lo favorecieron.
Manuel Martínez nunca pudo superar el dolor de haber perdido la candidatura y su descontento se convirtió en un trauma que lo persigue hasta la fecha. Desde la dirigencia estatal del PRI y con una curul en el congreso local Martínez Garrigós pudo reinventarse, tenía elementos para proyectar al partido hacia una nueva etapa y convertirlo en una fuerza competitiva que le abriera nuevos espacios de oportunidad. En lugar de hacerlo Manuel dejó el PRI a la deriva y en manos de sus colaboradores, que replicaron las mismas prácticas de los otros grupos.
La mala imagen pública del PRI tiene que ver directamente con estos tres grupos políticos, porque aunque algunas administraciones priístas de Morelos no han sido malas, el repudio social hacia ese partido está directamente relacionado con la forma en que se han conducido sus dirigentes.
Veámoslo así: en los últimos años estos tres personajes se han peleado y reconciliado, algunas veces jugaron unidos y otras, las más, se boicotearon entre sí sin importarles que sus pleitos se tradujeran en derrotas para el partido.
La única manera de entender por que el PRI es el organismo político más repudiado por la sociedad en un estado que no gobierna desde hace más de dos décadas es por los personajes que lo han conducido; más allá del liderazgo que cada uno de estos actores políticos pueda tener, hacia los ciudadanos lo que proyectan es lo peor de la política: abusos, corrupción y traiciones.
Hoy el PRI está en manos de un joven que llegó con grandes ideas de transformación y terminó repitiendo los mismos vicios del siempre; Jonathan Márquez parecía decidido a abrir a su partido a la sociedad, a brindar espacios a gente nueva y cambiar la manera de operar en esa institución. A la vuelta del tiempo nada de lo dicho resultó, su oferta electoral en el 2021 es mediocre y da la impresión que desde México el PRI volvió a negociar la derrota en Morelos.
Pero a pesar de que la actual de la dirigencia parece seguir el mismo camino que en el pasado, no todo lo que está haciendo Márquez es malo. Explico:
Puede ser que el PRI no esté hoy en posibilidades de recuperar la capital ni los principales municipios, pero en alianza con otros partidos puede ganar más espacios que en la elección pasada.
Con todo y su desgaste social, las circunstancias que rodean la elección pueden conceder al tricolor un par de curules en el congreso local y quizá cinco alcaldías, con lo que tendrían más que en el 2018 cuando no ganaron nada.
Y lo más importante: el PRI Morelos ya dejó fuera al grupo de los Amados y próximamente puede suceder lo mismo con los Maricelos. Las maris apuestan su capital económico y la estructura que tienen en su nuevo partido, a la par de que tienen una alianza con otro candidato en Cuernavaca.
Aunque la dirigencia de Jonathan Márquez no trascenderá por ganar en el 2021, su verdadera aportación al priísmo local puede estar en la limpia de los grupos y en el saneamiento de las finanzas del partido.
Jonathan Márquez es un político viejo en un cuerpo joven, está apadrinado por los gemelos Polanco, pero intelectualmente es superior a ellos; un punto a favor de este novel dirigente es que ha tenido el carácter para enfrentar a los grupos que más daño le han hecho al PRI en las últimas dos décadas y podría, después de la elección, comenzar su refundación sin el lastre de los viejos cacicazgos.
Seguramente el PRI volverá a perder las elecciones del 2021, pero si su dirigente apuesta por la limpia al interior de la institución y trabaja en el regreso de los verdaderos liderazgos sociales, ese partido estará en condiciones de jugar en el 2024.
Hoy se está trabajando en una limpia profunda en el priísmo morelense, el siguiente paso que tiene que dar el dirigente es la expulsión de los maricelos.
Motivos legales para hacerlo ya existen.
posdata
La Cámara de Comercio anuncia el primer debate entre candidatos a la presidencia municipal de Cuernavaca; la fecha del evento será el jueves de la próxima semana y los temas serán Agua Potable, Seguridad, Desarrollo Económico y Sustentable.
Los candidatos que ya confirmaron su participación son Jorge Argüelles Victorero de la Coalición "Juntos Haremos Historia en Morelos", José Luis Urióstegui de la alianza PAN-PSD, Jorge Arizmendi del PRD, Jorge Mátar Vargas de Movimiento Ciudadano, José Alfredo Salgado, Honorina Estrada de Renovación Política Morelense, Sergio Estrada de Fuerza por México y Cipriano Sotelo Salgado del PRI.
El órgano electoral Morelense ha confirmado que no habrá un debate oficial organizado por el Impepac porque no tienen recursos suficientes para hacerlos, entonces este ejercicio de comparación de ideas puede ser el único que veamos con algunos de los más importantes contendientes a gobernar la capital de Morelos.
Normalmente los debates son poco vistos y escuchados, aunque muchos están pendientes de “quien ganó”; sirven para contrastar proyectos, pero también ayudan a tener una mejor perspectiva de los candidatos viéndolos juntos en un mismo espacio.
En una elección como la de Cuernavaca este debate puede ser muy importante para ayudar a definir el rumbo de la elección; insisto: serán muy pocos los que sigan en vivo el diálogo, pero muchos estarán atentos al resultado. Estratégicamente el manejo informativo es fundamental para los equipos de campaña.
La atención estará puesta en Argüelles, Urióstegui y Estrada, imporatá lo que digan, a quién se lo digan y de que forma lo digan. En un debate todo cuenta: el mensaje, la actitud y la forma de expresarse.
¡Hagan sus apuestas!
nota
El debate de la Canaco contempla solo a 8 de los 19 candidatos que quieren gobernar Cuernavaca; pensar en un debate con todos los contendientes sería imposible.
Imagina lectora lector queridos: si el debate fuera entre 19 candidatos lo primero que habría que contemplar es un espacio suficientemente grande para colocarlos a todos, en donde se incluyera a quienes van a conducir y moderar el evento, a las personas que estarían presentes en el lugar y a toda la prensa interesada en darle cobertura al encuentro; todo lo anterior respetando las medidas de sana distancia de la pandemia. Luego viene el formato y los tiempos; si este fuera el caso hablaríamos de un evento de más de 7 horas de duración.
Suponiendo que se trate de un debate sencillo entre 8 candidatos, con un tiempo de exposición de 5 minutos por tema (son 3), una réplica y una contrarréplica de 3 minutos cada una y un cierre de dos minutos por candidato, estamos hablando de un debate de más de 3 horas.
Reitero: independientemente del formato que decidan los empresarios, lo importante es el encuentro entre los candidatos punteros y la manera como sus equipos se moverán después del evento.
Ganar el post debate en medios de comunicación es más importante que ganar el encuentro en el momento.
post it
Van seis días de vacunación para adultos de entre 49 y 59 años en Cuernavaca; los últimos cuatro las vacunas han sido insuficientes para la demanda.
El problema no es de organización (aunque sí han fallado en algo), ni mucho menos de atención, porque el personal de salud es excelso; lo que ha dado al traste al programa es la inmensa cantidad de gente que ha acudido.
Obvio: muchas personas de otros estados se dejaron venir a Cuernavaca.
redes sociales
Cosas que ver en campaña: la camioneta propiedad del PRI que Maricela Velázquez tenía bajo resguardo la que utilizaba para su campaña el candidato del partido de su mamá, Gerardo Borbolla.
Se necesita ser muy cínico para hacer ese tipo de cosas.
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