Sergio, papucho
Sergio Alberto Estrada Cajigal estaba tranquilo, alejado desde hace años de los reflectores políticos, dedicado a conquistar damas y beber con sus amigos. Su paso por la vida pública fue coyuntural, pero le resolvió económicamente la vida: en 1997 Acción Nacional andaba buscando quien compitiera en Cuernavaca porque su candidato, el panista Antonio Tallabs, se había bajado de la contienda. Buscaron a Vicente Estrada pero tampoco se animó; les propuso que invitaran a su hermano Sergio, que en ese momento atendía un pequeño taller mecánico ubicado al sur de la capital. Lo contactaron y el joven mecánico acepto.
La suerte estuvo del lado del joven Estrada Cajigal desde el primer momento; el PRI nunca había perdido la capital y para fortuna suya en ese momento postularon a una dama, Ana Laura Ortega, que cargó con el desprestigio del gobernador Jorge Carrillo Olea y se vio envuelta en distintos escándalos que fueron magnificados por el panista, quien durante toda la contienda la tildó de borracha.
Ana Laura, hija del gobernador Lauro Ortega, compitió en una ciudad machista sin el apoyo de su partido ni del gobernador, quien a medio camino se decantó por el candidato del PAN y operó para que ganara; el triunfo de Acción Nacional fue polémico porque el presidente del Instituto Estatal Electoral se apresuró a alzarle la mano a Estrada Cajigal y luego de anular varias decenas de casillas ordenó la destrucción de las boletas. Veinticuatro años más tarde Ana Laura reapareció sorpresivamente al lado de quien le puso punto final a su carrera política. Pero regresemos con el exgobernador.
Estrada Cajigal fue el primer alcalde no priísta de Cuernavaca y tuvo un buen desempeño al frente de la comuna; el reto no era difícil de superar: la capital era una ciudad pacífica, más cercana a un pueblo que a una metrópoli, contaba con un presupuesto muy reducido y bajos niveles de inseguridad. Al tomar el mando del ayuntamiento el presupuesto de Cuernavaca creció en más de mil por ciento porque el congreso federal implementó un programa de apoyo económico denominado 100 Ciudades, del cual nuestro municipio formó parte; de un plumazo las participaciones para el ayuntamiento pasaron de Cien a Mil millones de pesos al año.
Con este incremento exponencial de recursos el novel político repavimentó la ciudad y construyó un puente; carismático, sonriente y bailador, Sergio Estrada era el candidato perfecto para que el PAN compitiera por la gubernatura en el año 2 mil. La suerte volvió a sonreír al mecánico porque amén del buen trabajo que realizó en el ayuntamiento contó con la ola azul que provocó la candidatura de Vicente Fox Quesada. Estrada y Fox fueron la dupla electoral perfecta y arrasaron en la elección.
La historia de Sergio Estrada Cajigal se debe contar en dos partes: como presidente municipal y como gobernador; en su paso por el ayuntamiento las cosas salieron bien, aunque con algunos pequeños sobresaltos; desde entonces se notaba la frivolidad del joven político, pero hasta ese momento eran asuntos menores, domésticos, opacados por la oleada de secuestros del sexenio de Jorge Carrillo Olea. Como gobernador la narrativa fue distinta.
Sergio Estrada Cajigal tomó las riendas de un estado que vivía momentos complejos, aunque había logrado ser medianamente pacificado por la administración interina de Jorge Morales Barud. Los problemas que heredó como titular del ejecutivo estatal no eran mayores en ese momento y eran manejables porque la atención inmediata a la crisis de secuestros le correspondió al gobernador sustituto.
El panista tuvo todo para transformar las cosas en la entidad: ganó de manera abrumadora, contaba con un gigantesco respaldo social, la economía vivía un buen momento y las arcas públicas tenían dinero; como si eso no fuera suficiente el novel gobernante gozaba de la simpatía del presidente electo Vicente Fox y mantenía una estrechísima relación con la vocera, a la postre primera dama Martha Sahagún. ¿Qué podía salir mal?
Al tomar protesta como gobernador constitucional de Morelos Sergio Estrada Cajigal comenzó a mostrar el estilo que tendría su administración: hizo a un lado al PAN y conformó un gabinete de amigos y gente que llegó de fuera; su círculo intimó cobró fuerza de inmediato y a lo largo de casi todo el sexenio se mantuvieron como figuras muy influyentes en el ánimo del jefe del ejecutivo.
Gobernar el estado no era lo mismo que gobernar una ciudad y ahí comenzaron a surgir los problemas: el mandatario apostó por la obra pública y como lo han hecho casi todos los gobernantes, encaminó los contratos a sus amigos; para Estrada Cajigal no era importante la política ni el diálogo con los demás, era sumamente sensible a la crítica y notoriamente afecto a las mujeres y a las fiestas.
Los primeros problemas que enfrentó como gobernador surgieron de su personalidad y su incontrolable virilidad; Sergio Estrada se sentía un casanova y aprovechaba el cargo para sumar mujeres a su lista de conquistas. Junto con sus amigos convirtieron al gobierno estatal en un espacio de frivolidad al grado de que casi al iniciar el sexenio organizaron una fiesta de disfraces en la residencia oficial en la que hubo de todo, incluyendo vino y mujeres. El gobernador, dicho sea de paso, se disfrazó de Drácula.
Nada había que no hiciera Sergio Estrada como gobernador porque nadie se le ponía enfrente; su mandato era peculiar, fuera de lo ordinario y totalmente irrespetuoso con el cargo y con las instituciones. Al panista le gustaba bailar, amenizaba sus giras con la canción de Sergio el Bailador y siempre tenía a su lado a un grupo de mujeres que le gritaban “papucho”. No importa que me critiquen, decía, con una obra que haga a la gente se le olvida todo; y así sucedió por mucho tiempo.
Estrada había cursado la carrera de comunicación, pero nunca ejerció; lo suyo era la mecánica y por eso acondicionó un pequeño local enfrente de los Multicinemas (unos metros hacia el sur de Alta Auto, el taller de su papá) en donde instaló su propio negocio. Lo suyo era eso: la mecánica, las mujeres… y los aviones. Cuando fue gobernador contrató en arrendamiento una aeronave que supuestamente serviría para tareas de seguridad, aunque en realidad fue utilizado para que el mandatario se divirtiera y paseara a sus amigas, de ahí el mote del “Helicóptero del amor”.
Las ocurrencias y las frivolidades de Estrada Cajigal empezaron con cuestiones chuscas, pero fueron subiendo de tono; primero se trataba de situaciones que asemejaban francachelas estudiantiles, pero luego comenzaron a ocurrir cosas que ya no se tomaban a broma, como cuando el gobernador amenazaba a sus rivales de amor y utilizaba a la policía para amedrentar a quienes se le ponían en su camino o cuando acosaba mujeres y convertía a la residencia oficial en sede de sus orgías. El remate: en una gira por Estados Unidos con la comunidad Oneida el gobernador de Morelos y su comitiva escenificaron un escándalo de alcohol y mujeres que por poco y se convierte en un conflicto diplomático entre ambos países; localmente echó por tierra el proyecto de inversión de este grupo, que para Morelos representaría al menos 300 millones de dólares.
Para Sergio Estrada Cajigal la gubernatura fue un enorme centro de recreación con recursos ilimitados; el mecánico nunca tomó en serio lo que representaba encabezar la jefatura del ejecutivo y por tanto nunca le tuvo respeto. Su fama de frívolo y conquistador rebasó las fronteras del estado al grado que en el gabinete federal se comentaba que en los actos oficiales siempre iba acompañado de una persona que entregaba su tarjeta y número personal de teléfono a las damas que le gustaban, sin importar de quien se tratara o el estado civil que tuviera. “Lo hacía todo el tiempo, cuando estaba en el presídium con el presidente; si alguna mujer le gustaba dejaba todo y se lanzaba a conquistarla”.
La frivolidad de Estrada Cajigal pasó de la inocencia al peligro cuando por sugerencia de sus amigos Eduardo Becerra y Francisco Moreno Merino invitó al gobierno estatal a un policía malencarado, señalado de torturador, relacionado con la delincuencia organizada y severamente criticado por distintas organizaciones defensoras de derechos humanos, especialmente de Guerrero.
Sergio Estrada Cajigal nombró a Agustín Montiel López, el “Sincler” como jefe de la policía ministerial de Morelos a pesar de que muchos le advirtieron que representaba un peligro y abriría las puertas de Morelos al narcotráfico; los primeros en alzar la voz en contra de esta designación fueron los miembros de su partido, pero a ellos como a todos los demás el gobernador les respondió con una frase que repitió públicamente por mucho tiempo, hasta que lo detuvo la PGR por proteger a grupos del narcotráfico: “Agustín Montiel no solo es mi amigo, es el mejor policía de México”.
Con la llegada de este oscuro personaje la fortuna de Sergio Estrada Cajigal comenzó a cambiar.
En la siguiente entrega de esta columna continuaremos contando la historia en Morelos del “Mejor policía de México”.
posdata
A unos días de que se lleven a cabo las elecciones el Tribunal Estatal Electoral echó abajo las candidaturas de varios candidatos que usurparon la identidad indígena para ser registrados. Gabriela Bañón, lideresa del SNTE local, Edy Margarita Soriano, enlace del comité nacional de Morena, Julio César Solís, dirigente estatal de Movimiento Ciudadano, Erika Arteaga, exconsejera electoral y Julio César Yáñez, excandidato a la presidencia municipal de Cuernavaca por el PRD son algunos de los nombres que fueron eliminados de las listas de diputados plurinominales. También ha sido denunciado por usurpar una candidatura federal indígena el diputado panista Daniel Martínez Terrazas, aunque su postulación aún no ha sido desechada.
La norma electoral vigente establece que todos los partidos deben cumplir una cuota de posiciones para candidaturas indígenas, sin descontar que también se debe hacer valer el criterio de paridad en todos los espacios en disputa. En este caso hablamos de personas que usurparon la posición en complicidad con sus partidos, pues fueron estos quienes los registraron ante el IMPEPAC.
El tema de la simulación para llegar al congreso local no es nuevo, ni exclusivo del tema indígena: hace algunos años dos dirigentes de partido postularon mujeres en la primera posición plurinominal al congreso local, colocándose ellos en la suplencia de los cargos; una vez que las legisladoras protestaron en el cargo, ambas (Juanitas, les llamaron) solicitaron licencia a la curul para que los hombres llegaran. Ellos fueron Francisco Santillán Arredondo y Luis Alberto Machuca Nava.
Con la determinación del TEE se mueve otra vez la posible conformación del próximo congreso; aunque era muy difícil que Julio César Solís y Julio Yáñez llegaran al parlamento, quienes sí tenían un pie puesto en la curul eran Gabriela Bañón y Karina Arteaga. Esta última, no se puede olvidar, fue por unos meses consejera del Instituto Estatal Electoral, pero tuvo que dejar el cargo porque falsificó documentación para ocupar el puesto y actualmente está sujeta a un proceso judicial por falsificar documentación para recibir una jubilación sin cumplir los requisitos.
Van tres de tres que agarran con los dedos en la puerta a Karina Arteaga por hacer trampa ¿No le dará vergüenza?
nota
Los maricelos traen su juego: ya tienen su partido político, colocaron ahí a sus candidatos y se dan tiempo para ayudar en la campaña de uno de los candidatos punteros a la presidencia municipal de Cuernavaca.
La dirigencia estatal del PRI podría actuar en consecuencia utilizando estos elementos para expulsar a ese grupo del partido; las dos maricelas han dado motivos políticos y razones legales suficientes para que estatutariamente proceda su expulsión.
Esto último quizá ya no les importe tanto porque desde hace meses ambas están dedicadas a Fuerza Morelos; su reto es que el partido mantenga el registro y que el liderazgo que dicen tener las siga en esa aventura.
Por lo pronto, si Jonathan Márquez se faja los pantalones y de una vez por todas termina de sanear al priísmo local, su paso por el comité directivo estatal habrá valido la pena y el tricolor llegará a la contienda del 2024 sin el lastre y la podredumbre que lo ha hundido durante más de 20 años.
Un PRI sin los amados, sin los manueles y sin los maricelos sin duda sería un PRI diferente.
post it
Hablando de expriístas: dicen que uno de los estrategas y operadores de campaña del alcalde Antonio Villalobos es Manuel Martínez Garrigós.
Dios los hace…
redes sociales
Última semana de campañas.
¿Ya saben por quienes van a votar?
Comentarios para una columna optimista: eolopacheco@elregional.com.mx
Twitter: @eolopacheco
Facebook: Eolopachecomx
Instagram: eolopachecomx