INE y ciudadanía: prueba superada
Mucho mejor que los resultados generales y particulares de repulsa o el respaldo a los candidatos del partido lopezobradorista y sus parasitarios compinches, las elecciones de ayer confirmaron la confianza de la ciudadanía en el Instituto Nacional Electoral y constituyen un democrático tapón de boca a quienes han venido calumniando a una de las más respetables instituciones autónomas de la República y columna vertebral del Estado mexicano.
¿Qué dirán de hoy en adelante los promotores de su chatarrización y conversión en algo peor que otras entidades autónomas cooptadas por la 4T (verbigracia la CNDH)?
La insidia contra los consejeros presidente y el titular de la Comisión de Quejas y Denuncias del INE (Lorenzo Córdova y Ciro Murayama) jamás tuvo sentido porque no son ellos (ni sus restantes nueve pares en el Consejo General) quienes determinan ganadores y perdedores de los cargos de elección, sino el casi millón y medio de mujeres y hombres que fueron capacitados por el personal del Instituto para operar las casillas y contabilizar, voto por voto, la voluntad expresada en las urnas.
Con sus descalificaciones desde hace más de dos años al árbitro y de manera sañosa después del retiro de registro al sexópata y probable violador sexual que pretendió gobernar Guerrero, morenistas y morenianos destilaron el veneno de la desconfianza en el INE pero, de cara a lo vivido este domingo, el tiro les salió por la culata: con su extraordinaria organización y participación, la población en aptitud de sufragar refrendó la credibilidad en la institución que ha venido honrando la democracia desde su “neoliberal” refundación durante el salinato.
De las 162 mil 570 casillas contempladas para los 300 distritos electorales del país, alrededor de 300 no fueron instaladas, unas por conflictos comunitarios, otras a petición de cacicazgos indígenas amparados en la tradición de elegir autoridades y representantes bajo el sistema de usos y costumbres, y como 30 más debido a la inseguridad y la violencia.
La eficiencia con que ha vuelto a operar el INE desmiente la afirmación presidencial de que el Instituto es “enemigo de la democracia”, porque la garantiza y, como se ve en los resultados preliminares, es la ciudadanía (no “la gente”, como despectivamente dice el morenismo) quien prefiere gobiernos y legislaturas que guarden equilibrio en vez de diputaciones lacayunas frente a los mandamases.
Vicio endémico de la partidocracia, los dirigentes de PAN, PRI, PRD y Morena se apresuraron a cantar victorias arrasadoras (Mario Delgado atribuyó el fantasioso avasallamiento al “gran amor” que el pueblo le tiene a López Obrador), cuando lo único cierto es que no habrá mayor certeza que en las proyecciones y resultados definitivos del INE.
La recomposición de fuerzas federales y locales oxigena el enrarecido ambiente público generado por el azuzamiento de rencores, odios y enconos, lo que promete una deseable segunda parte de la 4T menos alevosa, abusiva y corrosiva.