Inverosímil “felicidad” y final de pastelazo
Por valioso que sea su triunfo en una decena de entidades federativas en que no ha reinado, ni todas juntas las gubernaturas que ganó Morena compensan la pérdida de la joya de su corona, Ciudad de México, donde su derrota fue catastrófica.
Desde que Cuauhtémoc Cárdenas la gobernó, la capital nacional venía siendo la demarcación insignia de dos partidos (PRD y Morena) de genética priista considerados “progresistas” y emblemáticos de una cada vez menos descifrable “izquierda”.
Además del gobierno central, Morena ha detentado el poder en 14 de las 16 alcaldías. En adelante dominará menos de la mitad.
“Feliz, feliz, feliz”, el presidente López Obrador aventuró así su explicación del descalabro: “Es muy difícil que el que tiene ya mentalidad conservadora, aspiracionista, esté de acuerdo, porque suele pasar que quien tiene esta mentalidad se vuelve egoísta, se vuelve clasista. Incluso (sic) si viene de abajo se convierte en ladino, en racista, y absorbe todas las ideas o criterios conservadores…”.
La interpretación empata conceptualmente con lo que dijo en Televisa, el 3 de diciembre de 2018 (AMLO acababa de asumir la Presidencia), la entonces dirigente nacional de Morena entrevistada por Carlos Loret de Mola: “Cuando sacas a gente de la pobreza y llegan (sic) a clase media, se les olvida de dónde vienen. La gente piensa como vive”. A esas personas, “se les olvida de dónde vienen y quién los (sic) sacó…”.
Para el Presidente, lo sucedido en Ciudad de México responde a esa runfla de ingratos porque “aquí hay más bombardeo de medios de información, aquí es donde se resiente más la guerra sucia, aquí es donde se puede leer la revista esta del Reino Unido, The Economist, o sea, aquí está todo. Es una mentalidad, y entonces escuchan a Ferriz, a López-Dóriga, a ¿cómo se llama él…? Loret de Mola: leen el Reforma, le creen a Krauze, a Aguilar Camín”, pero nosotros vamos a seguir polemizando, vamos a seguir sacudiendo conciencias, zarandeando para que se despierte y se entienda” en qué consiste su oferta de transformación.
Cabe preguntar entonces qué diablos eran y pensaban los capitalinos en 1997 cuando, como recuerda el periodista Rafael Cardona, adoptó un gobierno que inició la proletarización de la entidad más importante del país: “¿Éramos clasistas cuando por obra y gracia de Ernesto Zedillo se le dio la candidatura a quien incumplía requisitos de nacimiento en el antiguo Distrito Federal? ¿Se merecen este análisis los habitantes de una ciudad tan generosa…?
A la inverosímil felicidad presidencial se le coló un reconocimiento implícito a la eficiencia de la institución que hace poco acusó de ser “enemigo de la democracia”.
Instruyó: “Vamos a pasar los estados. Es el PREP, claro. Este es un proceso de información del INE…”.
E hizo un desafortunado elogio a los criminales: “La gente se portó muy bien, los que pertenecen a la delincuencia organizada, en general bien (…). El viernes, el sábado y el domingo hubo pocos homicidios, fueron 209, menos de 70 por día…”.
Carlos Marín