Voto de identidad
Varias veces en Morelos hemos experimentado el voto de castigo, el sufragio que surge del enfado generalizado hacia algo o específicamente hacia alguien. La contienda del 2012 se caracterizó por el enojo contra la inseguridad, la molestia ciudadana contra una situación que nos afectaba a todos y un gobierno que en lugar de combatir la delincuencia se coludió con los criminales. En el 2018 el voto fue de enojo contra quienes abusaron del poder, lucraron con la violencia y traicionaron la confianza colectiva. Parece que en el 2021 los morelenses encontramos una razón distinta para votar: la identidad.
La elección del domingo pasado debe ser analizada por todos los que participan de la vida pública del estado porque fue distinta a las anteriores y dejó lecciones que debemos entender para comprender el comportamiento ciudadano. La pasada no fue una competencia sencilla ni tampoco ordinaria, la participación ciudadana es un elemento que muestra un cambio radical del comportamiento de la gente: a pesar de que se trató de una elección intermedia, la participación aumentó a niveles que solo se observan en elecciones gubernamentales.
Lo expresado en las urnas en las elecciones del 2021 en Morelos nos tienen que hacer sentir bien como sociedad más allá de la simpatía que pudiéramos tener por un determinado candidato. La forma como el elector morelense participó y expresó su opinión es diametralmente opuesta a la que hemos visto en el pasado: a pesar de tener una oferta electoral irracional por el número de partidos y el perfil de algunos candidatos, las personas no pulverizaron su voto y lo emitieron de manera diferenciada en función de lo que les pareció mas adecuado.
Recordemos que históricamente Morelos es un estado obradorista, lo cual ha quedado de manifiesto en todas las contiendas en las que ha participado Andrés Manuel López Obrador; eso quedó claro nuevamente en el 2018, cuando el Movimiento de Regeneración Nacional ganó los cinco distritos federales, los doce locales y los municipios más importantes de la entidad. Tres años más tarde la gente entendió que al presidente le interesaba mantener el control de la cámara federal y le volvieron a refrendar la confianza en las urnas, sin embargo votaron distinto en los demás espacios.
La campaña pasada fue extraña de distintas maneras, pero al final permitió ver la madurez de una ciudadanía que no se dejó llevar por falsas promesas, por la guerra sucia o por intereses particulares. Aunque todos los candidatos se ofrecían como la mejor opción, el común denominador del voto fue la identidad: la gente tomó en cuenta a los partidos, pero se decantó por las personas.
El caso de Cuernavaca es sintomático de ello: José Luis Urióstegui es una persona nativa de la ciudad y logró atraer la atención por la identidad que representaba; el abogado es un personaje conocido, respetado en todos los ámbitos y con una trayectoria pública y personal limpia a toda vista. Con todo y ello no podemos ver a José Luis como un fenómeno electoral como lo fueron en otro momento Vicente Fox o Andrés Manuel López Obrador, ni siquiera como localmente lo hizo en el año dos mil Sergio Estrada Cajigal. Urióstegui es un personaje normal como la mayoría de nosotros, pero al serlo se convirtió en el candidato de todos, en la referencia de lo que el ciudadano busca luego de tantos años de problemas en el gobierno.
La forma como hemos votado los morelenses en el pasado ha sido motivo de escarnio nacional y razón de que en distintos momentos nos metamos en camisa de once varas. El mal humor social se ha apoderado del imaginario colectivo y en más de una ocasión se volvió la razón principal para sufragar, lo cual derivó en problemas mayores. Hoy debemos sentirnos orgullosos, porque independientemente del candidato por el cual hayamos sufragado en lo general el estado mostró una madurez electoral que no tienen muchas entidades de México.
Esto tiene efectos en otros lados que deben ser entendidos a tiempo por las autoridades: la gente demostró con su voto que entiende la democracia y actúa en congruencia con lo que observa. Cierto: a todos los candidatos les abrieron las puertas, les aplaudieron y los hicieron sentir triunfadores, pero al final la gente sufragó de manera distinta a la que muchos candidatos pensaban.
Los gobiernos actuales y futuros deben tomarlo en cuenta porque la madurez política del morelense no se va a quedar solo en las urnas; quiero pensar que a partir de esto veremos una reacción distinta de la gente, más activa y sobre todo más participativa.
Queda claro que la gente observa, entiende y reacciona a los escándalos, a la falta de acuerdos, a los problemas y a los abusos; todo lo que hacen las figuras públicas y los gobiernos es percibido por las personas e influye en lo electoral.
Antes al político no le importaban los escándalos ni los excesos porque, como decía Sergio Estrada como gobernador “hago una obra y a la gente se le olvida”. Ahora las cosas ya no son así: el ciudadano sabe que las obras públicas son obligación del gobernante; cualquier apoyo o acción ya no se considera un favor o una dádiva, sino parte del trabajo que las autoridades tienen que cumplir porque para eso fueron electas (o designadas) y por ello reciben un sueldo.
Entender lo ocurrido en el proceso electoral del 2021 en Morelos permitirá a los actores de poder comprender lo que vendrá de ahora en adelante. En muchos lados, como en Cuernavaca, la ciudadanía hizo suyas algunas candidaturas en función del perfil de las personas, no de la personalidad de los partidos.
Ahora más que nunca será clave la forma como políticos e instituciones se relacionan con la gente, se comunican con la ciudadanía y se comportan día a día. El domingo 06 de junio ganaron candidatos que supieron conectarse con la gente, que no se creyeron el canto de las sirenas ni se dejaron llevar solo por las encuestas. Muchos partidos nuevos y viejos que siguieron las mismas estrategias de siempre no solo fueron derrotados, también perderán el registro.
La política cambia todo el tiempo y los mejores actores son aquellos que comprenden y siguen el ritmo de la gente. Las autoridades y los partidos que quieran trascender en la siguiente elección deben analizar puntualmente lo ocurrido en el 2021 y actuar en consecuencia desde las trincheras que tienen.
La carrera hacia el 2024 comienza desde ahora.
posdata
Una vez recibidas las constancias de mayoría las autoridades municipales electas tendrán la posibilidad de entablar comunicación oficial con los gobiernos actuales y dar inicio a los procesos de entrega recepción. En todos los casos donde se renuevan a los gobernantes será necesario un análisis puntual de la situación en la que se encuentran las cosas para que quien tome el cargo no se encuentre con ninguna sorpresa; en Cuernavaca específicamente el alcalde electo deberá asumir este proceso con mucha responsabilidad, porque lo que se encontrará ahí ameritará acciones legales en contra del gobierno saliente. Como abogado José Luis Urióstegui lo sabe.
Algunos personajes cercanos a Antonio Villalobos dicen que contento con los resultados del domingo 06 de junio porque aunque no ganó y se fue hasta la séptima posición de la contienda con apenas 4 mil votos, presume ser “muy amigo” de José Luis Urióstegui, por lo que “no va a pasar nada porque ya todo está platicado y son muy cercanos”.
Cualquier persona con un dedo de frente entiende que este tipo de expresiones además de falsas son fantasiosas, porque en independencia de la “cercanía” personal que Villalobos presume con Urióstegui, hay que considerar que el alcalde electo de Cuernavaca es abogado de profesión, conoce las leyes y también los alcances de proteger las pillerías del gobierno saliente.
El ayuntamiento de Cuernavaca y su titular son ejemplo nacional de mala administración y pésimo manejo político, las limitaciones neuronales del edil en funciones le impiden entender la dimensión de los problemas que ha causado a la capital y las repercusiones legales de las será objeto.
Antonio Villalobos, por ejemplo, ha firmado todos y cada uno de los contratos del ayuntamiento, lo cual lo hace legalmente responsable de todas las acciones que derivan de tales documentos; también tiene responsabilidad directa en el manejo administrativo de la ciudad y en la contratación de una línea de crédito millonaria en el año 2020 de la cual hasta ahora nadie ha aclarado en qué se utilizó.
Lo anterior sin mencionar los múltiples casos de corrupción que se le achacan; tan solo en lo referente a las acciones, omisiones y violaciones a la ley cometidas en el gobierno de Cuernavaca Villalobos Adán tendrá mucho que responder al gobierno electo y a las autoridades judiciales. Lo que sugiere el presidente Villalobos es que José Luis Urióstegui lo proteja y al hacerlo haga suyas las responsabilidades que le corresponden, que asuma los problemas y a cambio de un arreglo económico perdone todas sus faltas. Eso representaría por si solo el fracaso del próximo gobierno.
No hay forma que el alcalde electo asuma el costo legal, social y político de las decisiones tomadas por Antonio Villalobos; el voto que hizo ganar a José Luis está directamente relacionado con el mal desempeño del ayuntamiento actual y en muchos sentidos fue para que este tipo de personajes ya no continuaran haciéndole daño a la ciudad.
¿Alguien piensa que el abogado pagará los platos rotos de alguien que, además, fue el autor de mucha de la guerra en su contra?
nota
La iglesia católica de Morelos anunció que la marcha por la paz de este 2021 sería híbrida, es decir, virtual y presencial. El año pasado por razones de pandemia el acto fue solo a través de las redes sociales y no tuvo ningún tipo de impacto.
La situación del país en materia de seguridad es delicada, muy grave en algunas partes y sin duda difícil en Morelos. Hace algunos años el obispo Ramón Castro fue un referente en el tema, sobresalía como defensor de la gente y era una figura que no solo representaba a su grey, también influía en muchos sectores por su notable compromiso social.
Este sexenio la figura del obispo ha desaparecido, dejó de ser un referente porque él mismo decidió ausentarse de los problemas y concentrarse en las labores propias de su encargo sacerdotal. Veremos qué ocurre en la próxima marcha y en qué tono viene el discurso de Ramón Castro; si es igual que los últimos no hay mucho que esperar.
post it
Hablando de la elección en Cuernavaca hay dos personajes que sobresalen:
Luego de que a Manuel Martínez Garrigós lo bajaron de la candidatura de Movimiento Ciudadano fue a ofrecerle sus servicios a los dos candidatos punteros; ninguno lo aceptó y terminó trabajando para Antonio Villalobos. Hace unos años Manuel era, electoralmente hablando, quien más estructura tenía en la capital, el campeón invicto; vistos los resultados recientes es claro que su capital político y su habilidad como operador han corrido la misma suerte que su fama pública.
Como secretario del ayuntamiento de Cuernavaca Erick Santiago Romero quedó expuesto no solo como un funcionario que no resuelve problemas, sino también como alguien que se ha dedicado a cubrir los excesos del alcalde y a proteger los múltiples actos de corrupción de los inspectores municipales. Como “experto electoral” el abogado tampoco rindió buenas cuentas ni a su jefe Villalobos, ni al otro candidato al que ayudó porque aseguraba que iba a ganar.
En política los errores cuestan y los villalobistas terminarán igual de quemados que los graquistas. Por los mismos motivos.
redes sociales
La política también es moda: en días pasados algunos personajes como Paco Santillán presumían en sus redes sociales que “su estructura” estaba lista para votar por alguien que como él, trabajaba y daría resultados a la gente. Hoy la tendencia es otra: muchos publican su foto con José Luis Urióstegui, el próximo alcalde de la capital, incluso algunos que abiertamente apoyaban a otro candidato.
Los chats de los teléfonos también fueron peculiares: ahí algunas personas, como los hermanos Lelos, apoyaban al candidato del PES y se burlaban de Urióstegui; hoy lo que circula en el WhatsApp son memes y burlas contra el candidato perdedor y contra quienes lo apoyaron.
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