Nuestras tristes escuelas cerradas
Nos recuerda Michael Reid en su columna “Bello” de la revista The Economist, favorita de millones de votantes mexicanos, que con solo 8 por ciento de la población mundial América Latina ha registrado una tercera parte de las muertes globales por covid.
Las economías de la región han caído en un 7 por ciento promedio y enfrentan panoramas poco prometedores de recuperación para los años que siguen (ver aquí).
Estas catástrofes visibles ocupan los titulares de la prensa mundial, y los de cada país con su propia crisis, pero al lado de ellas, nos dice Reid, está la “tragedia silenciosa” de las escuelas cerradas durante un año y el panorama incierto de cuándo reabrirán, pues la pandemia, lejos de haber sido domada, está volviendo por sus fueros.
La experiencia mexicana de estos días ilustra esa incertidumbre. Se había anunciado el regreso a clases en Ciudad de México, pero el cambio de semáforo de verde a amarillo, por indicios de repunte del covid, detuvo la medida.
Lo mismo ha sucedido en Argentina y Colombia, y en el resto del subcontinente, donde la clausura de las escuelas ha sido casi total durante la pandemia, a diferencia de otros países, donde se encontraron formas de mantener abiertas las escuelas o sostener al menos un esquema mixto de presencia física y enseñanza por internet.
Canceladas las clases presenciales, la única opción de clases a distancia ha mostrado dramáticamente la desigualdad vigente en la región, donde 95 por ciento de los hogares ricos tienen internet de calidad suficiente para la tarea, nos dice Reid, y 45 por ciento de los pobres no lo tienen.
Imposible medir todavía los costos emocionales y las cifras de deserción escolar que este año de clausura traerá consigo. Pero algo se ha medido ya.
En 2018, las pruebas de PISA para estudiantes de 15 años exhibían a los participantes latinoamericanos tres años por debajo de sus contemporáneos en lectura, matemáticas y ciencia.
El Banco Mundial calcula hoy que 77 por ciento de los estudiantes de la región estarían por debajo del rendimiento mínimo esperado para su edad, frente al rezago de 55 por ciento de 2018.
Tristes escuelas cerradas.