Deplorable actitud ante Nicaragua
Ya en otra ocasión resalté algo que publicó en estas páginas Agustín Gutiérrez Canet quien, por “aspiracionista” como cualquier vulgar clasemediero, combinó su chamba de ayudante de redacción llevatextos, compratortas y mensajero con la universidad, hasta graduarse en Relaciones Internacionales.
Embajador en retiro, es esposo de otra diplomática de carrera, Martha Bárcena, cuya trayectoria de 43 años de servicio le mereció ser distinguida por el presidente López Obrador como embajadora eminente, luego de que ella dijo adiós a su última misión en la embajada de México ante el gobierno estadunidense.
Gutiérrez Canet es tío de Beatriz Gutiérrez Müller, esposa de ya saben quién, y por ambas razones elogié (junio de 2020) su honradez intelectual. En su semanal Sin ataduras, de los días previos a la cena con Trump en la Casa Blanca y bajo el título La marcha de la locura, publicó que “en Washington las decisiones de política exterior se toman sobre todo por razones de política interna y más ahora…”, alertando a su sobrino político del riesgo de ser usada su visita con fines electorales de quien buscaba “el triunfo a toda costa…”.
No deja de sorprenderme Agustín cada que lo leo y escucho criticando la gestión de López Obrador, en estos días por su pasivo comportamiento ante los crímenes de un veterano guerrillero nicaragüense convertido en alguien tan o más abominable que el dictador Anastasio Somoza.
Sin tapujos, Gutiérrez Canet condena lo estéril del cacareado “el respeto al derecho ajeno es la paz” y lo falaz que puede ser la “política de no intervención” cuando se vuelve alcahueta.
No reniega de ellos, dice, pero esos principios no aplican frente a la violación de los derechos humanos porque, más allá de simpatías o ideologías, se traicionan los acuerdos internacionales que México ha suscrito.
Las garantías a la dignidad de las personas, hace notar, no se limitan a una nación, son universales, amparan a la humanidad.
Por lo mismo, ninguna razón válida existe para que México se haga guaje absteniéndose en la OEA o en la ONU cuando en estas organizaciones, por mayoría de votos, han sido condenados los delitos aviesos de la tiranía orteguista.
“Cuando se trata de gobiernos que el mexicano considera de izquierda –razona–, nos hacemos de la vista gorda y argüimos la no intervención o que queremos mediar, pero lo que se impone es cambiar de actitud antes de que caigamos en la peor de las ignominias”.
Invita a reflexionar sobre lo que hubiera ocurrido si México no condenara, como lo hizo, el genocidio de Hitler o, antes, con Lázaro Cárdenas en Los Pinos, el golpe de Franco en España. “Ni con Echeverría invocamos el principio de no intervención en Chile”, recuerda.
Y aunque la política es comandada por su poderoso pariente, sostiene que “los simpatizantes de Morena en la cancillería no tienen idea de lo que es la política exterior ni se atreven a decir ‘No’ y menos a renunciar por mera dignidad”.
Agustín honra el oficio periodístico, la libertad y a su familia… _
Carlos Marín