¿Ex presidentes delincuentes? ¡Pues, a procesarlos ya!
De los últimos expresidentes no guardo el recuerdo de que fueran tan nefarios, miren ustedes. La crisis de 1994, sin embargo, es un punto negro en el historial de Salinas y Zedillo: la economía la habían dejado prendida con alfileres los alquimistas del primero, según parece, pero gente del segundo se los quitó al llegar. O, por lo menos, eso dicen algunos conocedores y la repartición de culpas resulta entonces bastante enredosa. En todo caso, mi impresión personal es que el repudiado Carlos Salinas de Gortari era un auténtico hombre de Estado y, más allá de las historias de corrupción, lo que le podríamos reprochar es no haber llegado más lejos en su empresa transformadora siendo que tuvo todo el poder en sus manos. ¿Entregó los “bienes de la nación” a sus amigos y valedores? Pues, Telmex —si es que de eso hablan sus acusadores— no era precisamente un patrimonio de los mexicanos sino una simple empresa telefónica. Proporcionaba un servicio malísimo, por cierto, sin comparación con las utilidades que ofrece ahora (pongo un paréntesis, para plantearles una pregunta a los infaltables quejicas: ¿no les parece fantástico que el pueblo bueno pueda hacer llamadas sin límite a los paisanos suyos que han emigrado a Estados Unidos contratando meramente un plan con cualquiera de las empresas que compiten en el mercado de las comunicaciones? En mis tiempos, telefonear al exterior era tan caro que contabas angustiosamente los segundos).
El supremo pecado que le endosan a Zedillo, a su vez, es haber transferido al Estado la colosal deuda de los bancos en quiebra. El famoso Fobaproa, o sea. Pues, con perdón, fue un esquema para que los cuentahabientes no perdieran sus ahorros y sus depósitos. ¿Hubo abusos y trapacerías? Sí, como siempre. Como los abusos y trapacerías que están teniendo lugar en estos mismos momentos bajo la égida de la 4T.
Llegó Fox y no tuvo ni lejanamente los tamaños para cambiar las cosas de fondo en este país. No aprovechó el enorme capital político con el que comenzó su mandato para acabar de tajo con el corporativismo y las prácticas clientelares, para combatir los sempiternos vicios del sistema y edificar un orden nuevo. Fue el sexenio de las esperanzas perdidas.
En lo que toca a “los muertos de Calderón”, fueron menos que los muertos de ahora. Y siempre expresó, con meridiana claridad, que no podía quedarse cruzado de brazos ante el creciente embate de las bandas criminales.
Me falta espacio para el tema de Enrique Peña pero, caramba, ¿a la cárcel los cinco? Pongamos que sí. El único problema, miren, es que habría que procesarlos primero. O sea, acusarlos, investigarlos, comprobar sus delitos y, al final, juzgarlos y dictarles las sentencias correspondientes. ¿No hubiera podido la justicia comenzar con todo eso sin necesidad de ninguna consulta popular?
Román Revueltas Retes