Masacres II: el “calentamiento” de Reynosa
La masacre de Reynosa del 19 de junio responde a la exacerbación de dos mecanismos conocidos:
1. Una banda decide “calentarle la plaza” a su rival, sembrando en ella una violencia que obliga al gobierno a intervenir.
2. Al eliminar a un capo, el gobierno desata una guerra por el poder dentro de su banda y alienta a las bandas rivales a atacar a la banda descabezada, porque está débil.
Esta es la doble causa que cuenta con lujo de detalles Héctor de Mauleón en sus crónicas de la masacre de Reynosa citadas ayer en este espacio.
Esta es la historia:
En abril de 2017, la Marina mata al líder del Cartel del Golfo, Julián Manuel Loisa, El Comandante Toro.
En represalia, sus hombres vandalizan Reynosa: queman comercios, automóviles, autobuses. Hay 32 bloqueos en la ciudad, que es “uno de los principales pasos de droga y de migrantes”, apunta De Mauleón, “mina de oro del secuestro, el cobro de piso, el robo de hidrocarburos y la extorsión”.
El vacío que deja El Comandante Toro lo llena Jesús García, El Güero Jessi, pero otros jefes se oponen: El Betillo, El Metro, El Pelochas.
La banda se fragmenta. Aparecen Los Metros, Los Ciclones, Los Escorpiones, matándose entre sí. De abril a junio de aquel año hay 90 ejecuciones. Reynosa se vuelve un infierno. Hay balaceras en las calles, aparecen cadáveres con tiros en la cabeza. Se suspenden clases. La gente se encierra en sus casas. No sale sin consultar en redes lo que pasa.
Al parecer Los Metros se quedan con la plaza y con la joya de la corona: el puente fronterizo Pharr.
En noviembre de 2020, sale de la cárcel un sobrino de Osiel Cárdenas Guillén, José Alfredo Cárdenas, El Contador, quien inicia de inmediato la “recomposición” del Cartel del Golfo.
Ordena a Los Ciclones que "calienten" a la plaza de Reynosa. Uno de los lugartenientes de El Contador, El Maestrín, discurre cómo: ordena a un convoy de matones que entre a la ciudad y dispare contra quien encuentre en el camino.
Eso hacen: matan a 15 inocentes. Reynosa está caliente como nunca, como siempre.
Mañana: La fosa de Salvatierra.
Héctor Aguilar Camín